Los tsunamis son uno de los fenómenos más destructivos de la naturaleza. Su rápida propagación, además de su capacidad para afectar en pocas horas a varios continentes, los convierte en una amenaza muy seria a tener en cuenta. Sin embargo, no todos los tsunamis son eventos catastróficos con olas de decenas de metros de altura que arrasan las costas, sino que muchos de ellos son imperceptibles y únicamente los detectamos a través de mareógrafos.
La palabra tsunami proviene del japonés y significa grandes olas en el puerto o la bahía, es, además, sinónimo de la palabra maremoto (figura 1).

Un tsunami puede ser generado por múltiples causas. Si bien la más frecuente son los terremotos, también los pueden producir erupciones volcánicas, deslizamientos de tierra, e incluso, el impacto de un cuerpo celeste contra la superficie de nuestro planeta (figura 2).

Con este visor pueden revisarse de forma individual: https://www.ncei.noaa.gov/maps/hazards/?layers=0
Terremotos sin ola: qué diferencia a un sismo común de uno tsunamigénico
No todos los terremotos generan tsunamis, es decir, no todos los terremotos son tsunamigénicos. Que un sismo, independientemente de su magnitud, produzca o no un tsunami, va a depender del tipo de movimiento que se produzca en la sección de la falla que genera dicho terremoto. Habitualmente, una falla con decenas o centenas de kilómetros de longitud, no se mueve toda a la vez, generando un terremoto en toda su extensión, sino más bien, tan solo se mueve una sección determinada de la misma. Sabemos que el movimiento relativo de una falla puede ser horizontal, vertical o de forma oblicua (donde actúan ambas componentes) (figura 3). Solo aquellas que tengan una componente de desplazamiento vertical podrán generar un tsunami. Además, la magnitud de un terremoto está relacionada con la longitud de desplazamiento de la falla activa, es decir, cuantos más kilómetros de falla se muevan, mayor será la magnitud de dicho terremoto. Por lo que, si se produce un salto vertical en el fondo del océano a lo largo de una sección considerablemente larga de una falla activa (decenas de kilómetros), se produciría un tsunami considerable. Este movimiento repentino desplaza un gran volumen de agua en la vertical, generando una onda que se propaga radialmente en todas las direcciones. Por eso, terremotos en tierra firme o, por lo menos, alejados de la costa, difícilmente van a generar un tsunami.

Algunos ejemplos de tsunamis devastadores ocurridos en las últimas décadas son el de 2004 en el Pacífico, como consecuencia del terremoto de Sumatra-Andamán de magnitud 9.3 (vídeo 1), que causó 280.000 víctimas, o en 2011 en Japón, tras el terremoto de magnitud 9.1 que dejó más de 16.000 víctimas y produjo el accidente en la central nuclear de Fukushima, que afectó al sistema de refrigeración y vertió aguas radiactivas al océano. Sin embargo, el tsunami tras el terremoto de magnitud 8.8 ocurrido el 29 de julio de 2025 en la península de Kamchatka tuvo un impacto menor del que se esperaba para un terremoto de esta magnitud.
Vídeo 1. Animación del gran terremoto de Sumatra-Andamán, de magnitud 9.3, del 26 de diciembre de 2004, que provocó el tsunami más mortífero de la historia, causando más de 280.000 víctimas en 14 países del océano Índico. Pacific Tsunami Warning Center (PTWC).
Más allá de los terremotos: otras fuerzas que generan tsunamis
Como hemos comentado, las erupciones volcánicas también son capaces de generar tsunamis. En 2022, la enorme erupción del volcán submarino Hunga Tonga, en el Pacífico, junto con la sismicidad asociada, generaron un tsunami que afectó a las costas de Fiyi, y se alertó a las costas de la parte pacífica de América, Australia, Nueva Zelanda y Japón(vídeo 2). Otro ejemplo fue el colapso de caldera de un edificio volcánico, como ocurrió en la erupción Santorini entre el 1500 y 1600 a. C., que prácticamente destruyó la isla y generó un tsunami que afectó a las costas del Mediterráneo oriental.
Vídeo 2. Animación de la propagación la propagación del tsunami generado por el volcán Hunga Tonga el 15 de enero de 2022. NOAA’s Pacific Marine Environmental Laboratory (PMEL).
Otros fenómenos volcánicos, aunque de menor magnitud, y que pueden generar pequeños tsunamis, son los flujos piroclásticos. En algunas islas volcánicas, cuando se generan estos flujos, descienden por las laderas hasta el mar, donde ejercen un efecto de empuje sobre la masa de agua y generan un pequeño tsunami, como se puede observar en ocasiones en la isla italiana de Stromboli, con recurrentes flujos piroclásticos que rápidamente alcanzan el mar.
También, un deslizamiento submarino puede generar tsunamis, y estos deslizamientos pueden ser consecuencia, en ocasiones, de un terremoto o de una erupción volcánica. El 22 de diciembre de 2018, el deslizamiento de parte del edificio volcánico submarino en el Anak Krakatoa (hijo del Krakatoa), en Indonesia, generó un tsunami, causando 450 víctimas. Otro ejemplo de deslizamiento, esta vez no asociado a la actividad volcánica o sísmica, ocurrió en septiembre de 2023 en un fiordo de Groenlandia, donde un deslizamiento de sus paredes produjo un tsunami con alturas de hasta 200 m dentro del propio fiordo, cuya señal sísmica se propagó por todo el planeta. Afortunadamente, no causó víctimas.
Por último, el impacto de objetos extraterrestres es otro agente tsunamigénico, aunque afortunadamente mucho menos frecuente. El impacto de un asteroide de unos 10 km de diámetro hace 66 millones de años en el actual Yucatán (México), que causó la extinción de tres cuartas partes de las especies de plantas y animales en nuestro planeta. El choque contra la superficie, generó un tsunami que se propagó, alcanzó y arrasó todas las zonas costeras de la Tierra en ese momento, siendo la altura estimada de varios kilómetros en la zona de impacto, seguida por otro tren de olas, de altura similar, como consecuencia de la eyección de material desde el cráter.
Cómo se propaga un tsunami y por qué España no está exenta del riesgo
Una vez que hemos visto cómo se generan los tsunamis, vamos a ver cómo se propagan las ondas. Cuando se genera el tsunami, como ya hemos mencionado, las ondas se propagan de forma radial, en alta mar estas ondas se caracterizan por tener una longitud de onda de kilómetros (pueden alcanzar unos pocos cientos de kilómetros de longitud) y una altura muy reducida (inferior a un metro), es decir, podría pasar un tsunami por debajo de un barco y no percibirlo. Sin embargo, cuando nos acercamos a la costa y la profundidad del fondo decrece, estos parámetros se invierten, la longitud de onda decrece y la altura de las olas crece (figura 4).

España no es un país exento de tsunamis, las Islas Canarias, las Islas Baleares, Ceuta, Melilla y las costas mediterráneas y atlánticas peninsulares están amenazadas por la llegada de tsunamis de múltiples procedencias. En el Mediterráneo se localizan importantes zonas sísmicas en el norte de África, Italia, Grecia o Turquía. Por ejemplo, algunos terremotos en Argelia, han generado tsunamis que han impactado contra las Islas Baleares produciendo daños materiales poco importantes, como ocurrió el 21 de mayo de 2003.
En otras ocasiones, solo se ha detectado gracias a las mediciones en mareógrafos. En el Atlántico, debido a sus enormes dimensiones, existen múltiples fuentes tsunamigénicas potenciales: desde zonas volcánicas en el Caribe, las Islas Canarias o las Azores, hasta grandes fallas, como la del cabo de San Vicente —al suroeste de la Península Ibérica—, donde se produjo el conocido, y también mal llamado, terremoto de Lisboa de 1755, de magnitud entre 8.7 y 9.0. Aparte de destruir la ciudad, el tsunami que le siguió arrasó las costas de Portugal, Huelva y Cádiz, y se estima que causó más de 100.000 víctimas entre Portugal, España y Marruecos.
Preparación y alerta: la clave para mitigar el impacto
El trabajo de los geólogos que estudian los sedimentos depositados por los tsunamis en las zonas costeras peninsulares en los últimos siglos indica que la Península Ibérica ha sufrido el impacto de estos fenómenos con relativa frecuencia (figura 5).

Considerando la exposición de la Península Ibérica, con zona costeras densamente pobladas con cierta peligrosidad (probabilidad) de sufrir un tsunami, hace que sea considerado como un riesgo geológico importante, y se realicen simulacros y planes de evacuación en las zonas que podrían ser afectadas.
Hoy en día, al vivir en un mundo interconectado, podemos obtener el aviso de la ocurrencia de un terremoto en la otra parte del mundo. Las boyas instaladas en alta mar, conectadas vía satélite, nos pueden lazar una alerta temprana sobre la propagación y la estimación de llegada de un tsunami a nuestras costas, como se pudo constatar en el terremoto de Kamchatka del 29 de julio de 2025, cuando toda la población de islas del Pacífico y la costa americana fue alertada sobre la llegada de las olas. Por lo que es fundamental que la población esté informada para mitigar su impacto en la medida de lo posible.

Javier Carmona Adell
Licenciado en Ciencias Geológicas
