La historia recupera la vida de Onfim, un niño del siglo XIII, a través de sus ejercicios escolares y dibujos hechos sobre corteza de abedul

Onfim, un niño que vivió en la Nóvgorod medieval, ofrece una mirada inusual a la vida cotidiana de su tiempo a través de sus ejercicios escolares y dibujos.
Escritura medieval
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto. Copia de un dibujo de Onfim. Fuente: Wikimedia - Onfim

Si reconstruir la vida cotidiana de las poblaciones del pasado ya constituye todo un reto para arqueólogos e historiadores, todo se complica cuando los protagonistas de esa pesquisa son los niños. Sus tribulaciones, sueños y esperanzas parecen desvanecerse en el lento discurrir del tiempo. Sin embargo, en ese panorama a veces surgen voces que rompen el silencio. Es el caso de Anthemius de Nóvgorod, más conocido como Onfim, un niño del siglo XIII oriundo de Nóvgorod. Gracias a sus ejercicios escolares y a sus dibujos grabados sobre corteza de abedul, hoy podemos vislumbrar fragmentos de su mundo íntimo, de sus fantasías infantiles y de la cotidianeidad de un muchacho que vivió hace más de siete siglos.

Nóvgorod y la tradición de escribir sobre cortezas de abedul

Nóvgorod fue una de las ciudades más dinámicas y prósperas de la Rus medieval. Su suelo arcilloso ha preservado hasta hoy un extraordinario conjunto de más de mil manuscritos sobre corteza de abedul, conocidos como beresty, que permanecieron a salvo de la descomposición. Muchos de estos fragmentos se descubrieron a mediados del siglo XX, durante las excavaciones sistemáticas que se llevaron a cabo en Nóvgorod.

La corteza del abedul, de gran abundancia en la zona y fácil de trabajar, se utilizó en la Edad Media como soporte de escritura. Los niños, los comerciantes y los artesanos la usaban para practicar el alfabeto, redactar cartas o hacer simples anotaciones. Sin embargo, lo que para las poblaciones medievales era un material de uso efímero se ha convertido, con el tiempo, en un archivo de incalculable valor para conocer la vida de sus habitantes. Es entre estos beresty donde aparecieron los ejercicios escolares y los dibujos de Onfim, una muestra singular del pensamiento infantil medieval.

Corteza de Onfim
Una de las cortezas de Onfim. Fuente: Wikimedia

¿Quién fue Onfim?

Aunque no se disponga de una biografía detallada de Onfim, los análisis paleográficos indican que tenía entre seis y siete años cuando realizó sus escritos. Vivía en una ciudad donde la alfabetización alcanzaba niveles inusualmente altos para la época. En la Nóvgorod del siglo XIII, la escritura no era patrimonio exclusivo del clero o la nobleza. También los artesanos y los comerciantes aprendían a leer y a escribir, y la educación básica se consideraba una herramienta de integración social.

Se conservan diecisiete fragmentos atribuidos a Onfim. Doce de ellos combinan escritura y dibujo, mientras que cinco contienen solo texto. En estos fragmentos de corteza, el niño se ejercitó en la escritura del alfabeto cirílico y el silabario. También escribió frases religiosas y oraciones, como la conocida invocación “Señor, ayuda a tu siervo Onfim”, típica de los ejercicios de escritura.

Dibujo de Onfim
Un dibujo de Onfim de un caballero matando a un enemigo. Fuente: gramoty.ru/Wikimedia

Los dibujos: un mundo fantástico de héroes y bestias

Si los ejercicios muestran al alumno aplicado, los dibujos revelan al soñador. Onfim cubrió sus cortezas de abedul con figuras de caballeros, monturas y escenas de combate. En una de ellas, aparece un guerrero montado que clava su lanza en un enemigo caído, acompañado de una inscripción con su propio nombre. Así, Onfim se dibujó a sí mismo como héroe vencedor, protagonista de su propia fantasía caballeresca.

Entre todos sus dibujos, sin embargo, hay uno especialmente enigmático. Se trata de un ser fantástico de cuello alargado, orejas puntiagudas y cola ondulada, junto al que el niño escribió la frase “Yo soy una bestia”. En el mismo fragmento, también puede leerse una dedicatoria: “Saludos de Onfim a Danilo”, lo que parece indicar que el dibujo iba dirigido a un amigo.

El gesto de mezclar una criatura imaginaria con un saludo personal muestra una combinación asombrosa de ternura e imaginación. Algunos investigadores han interpretado el conjunto como una suerte de protocómic, una pequeña narración visual en la que Onfim se transforma en bestia o héroe para vivir aventuras junto a sus compañeros de juego.

Onfim
Escritura y dibujos de Onfim. Fuente: gramoty.ru/Wikimedia

El universo simbólico de un niño medieval

Durante mucho tiempo, los garabatos de Onfim se consideraron simples curiosidades sin ningún valor histórico concreto. Sin embargo, en las últimas décadas se han revalorizado como documentos excepcionales para el estudio de la infancia y la cultura escrita medieval. Los trazos torpes del niño contienen una espontaneidad que escapa a la rigidez de los manuscritos monásticos.

Un rasgo que han notado los estudiosos de estos manuscritos es que Onfim escribió su nombre una y otra vez. Este gesto parece demostrar una precoz conciencia de autoría en la que se afirma como sujeto que escribe. Su “autógrafo”, por tanto, podría tomarse como un acto para expresar la propia identidad.

El contraste entre sus ejercicios de caligrafía, más estructurados y normativos, y sus dibujos de combate o de criaturas fantásticas, además, revela una tensión profunda entre las exigencias de la escuela y la libertad de la imaginación. En esos espacios marginales, Onfim se permitía recrear su propio universo: un mundo de héroes y bestias donde él mismo era protagonista.

Niño medieval escribiendo
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

La alfabetización y la cultura material en Nóvgorod

La obra de Onfim también ha permitido comprender mejor la difusión de la escritura en la sociedad rusa medieval. La abundancia de manuscritos sobre corteza de abedul demuestra que el uso de la escritura estaba extendido entre la población. Las cartas personales, los contratos comerciales y los ejercicios escolares se mezclan en los mismos estratos arqueológicos, lo que revela una comunidad activa en la comunicación escrita.

El caso de Onfim muestra cómo la alfabetización temprana estaba integrada en la vida cotidiana como parte de la educación práctica y religiosa. Las escuelas locales enseñaban a los niños a escribir con punzones de metal o hueso sobre las cortezas de abedul recién obtenidas del árbol. Una vez usadas, las láminas se desechaban y acababan enterradas, donde la humedad las conservaría milagrosamente durante siglos.

Referencias

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