En una remota región montañosa del sur de China, un grupo de científicos ha identificado lo que ya se considera el cráter de impacto más grande y mejor conservado de la era moderna. El hallazgo, publicado en la revista Matter and Radiation at Extremes, ha sido confirmado por un equipo del Centro de Ciencia e Investigación Avanzada en Alta Presión de Shanghái y la Academia de Ciencias de Guangdong. El cráter Jinlin, como ha sido bautizado, se extiende entre colinas boscosas de la provincia de Guangdong y tiene entre 820 y 900 metros de diámetro. Su formación se remonta a algún momento del Holoceno, es decir, dentro de los últimos 11.700 años. Y ese detalle es fundamental.
La gran mayoría de los cráteres que han sobrevivido al paso del tiempo se encuentran ocultos, deformados o erosionados más allá del reconocimiento. La Tierra, con su dinámica geológica activa, no es precisamente un archivo fiable para conservar cicatrices del espacio. Pero Jinlin es distinto. Su forma, estructura y composición están sorprendentemente bien preservadas, a pesar de encontrarse en una de las regiones con mayor actividad erosiva del planeta, marcada por lluvias torrenciales, humedad extrema y suelos inestables.
Una cicatriz reciente en el rostro de la Tierra
Lo que sorprende no es solo el tamaño del cráter, sino también su "juventud" geológica. Hasta ahora, el mayor cráter del Holoceno conocido era el Macha, en Rusia, con apenas 300 metros de diámetro. Jinlin triplica esas dimensiones, lo que lo convierte en una rareza excepcional. Su descubrimiento sugiere que el número de impactos significativos en los últimos milenios podría ser mucho mayor de lo que se pensaba.
El cráter se encuentra cerca del pueblo de Jinlin Waterside, en un paisaje montañoso donde predominan las formaciones graníticas. Desde el aire, aparece como una depresión ovalada, de bordes irregulares y ligeramente inclinada hacia el suroeste. Su profundidad visible alcanza los 90 metros, aunque los estudios revelan que el impacto habría excavado materiales desde al menos 60 metros bajo tierra.
A diferencia de otros cráteres erosionados hasta ser irreconocibles, Jinlin conserva su estructura casi intacta gracias a una combinación de factores poco comunes. Está protegido por una gruesa corteza de granito meteorizado, un tipo de suelo que se forma tras miles de años de descomposición química del granito bajo climas tropicales. Esta capa, de hasta 80 metros de espesor, ha actuado como una especie de almohadilla geológica, amortiguando la erosión y manteniendo ocultas —y a salvo— muchas de sus características originales.

Impacto confirmado: una evidencia inconfundible
Lo que llevó a los investigadores a confirmar que se trataba de un cráter de impacto —y no de una formación volcánica o geológica común— fue la presencia de características microscópicas en granos de cuarzo recuperados del suelo del cráter. Estas marcas son huellas cristalinas que solo se generan bajo presiones extremas, como las que produce el choque de un meteorito viajando a decenas de kilómetros por segundo.
Estos patrones son imposibles de replicar mediante procesos geológicos normales de la Tierra. Solo los choques cósmicos tienen la energía suficiente para alterarlos de esa forma. En el caso de Jinlin, se han identificado múltiples juegos de estas deformaciones en más de 50 granos de cuarzo diferentes, lo que constituye una prueba irrefutable del origen extraterrestre del evento.
A partir del tamaño del cráter y las características del suelo, los investigadores estiman que el objeto que lo causó tenía unos 30 metros de diámetro y se desplazaba a velocidades de entre 15 y 25 km/s. A diferencia de un cometa, que habría creado una cicatriz mucho más amplia, se cree que el proyectil fue un meteorito —aún no se sabe si rocoso o metálico— que explotó al impactar contra la ladera granítica.
Una cápsula del tiempo geológica
Lo más extraordinario del cráter Jinlin no es solo su origen, sino su conservación. El sur de China es una zona donde las lluvias monzónicas, la humedad constante y los procesos de meteorización química borran con facilidad las huellas del pasado. A pesar de eso, Jinlin conserva no solo su morfología, sino incluso restos de fragmentos de granito escasamente erosionados en su interior, lo que indica que el evento fue relativamente reciente. De hecho, los estudios sobre la velocidad de erosión del granito en la zona indican que fragmentos de roca de menos de 30 cm deberían haberse transformado completamente en suelo en menos de 10.000 años. Y sin embargo, en Jinlin aún están intactos.
Eso permite situar el impacto en algún momento entre el Neolítico y la Edad del Bronce, una época en la que ya florecían civilizaciones humanas avanzadas en otras partes del mundo, aunque en esta zona concreta el registro arqueológico sigue siendo limitado. Por ahora, no hay evidencia de que el impacto tuviera consecuencias sobre poblaciones humanas cercanas, pero los investigadores no descartan futuras sorpresas en el subsuelo.
Lo que aún no sabemos
A pesar de lo mucho que ya se ha aprendido, Jinlin sigue planteando más preguntas que respuestas. No se ha podido determinar con certeza si el meteorito era de hierro o piedra. Tampoco se han encontrado restos directos del objeto, aunque es habitual que los cuerpos más pequeños se vaporicen por completo al impactar.
Otra incógnita es el ángulo de entrada. El cráter está ligeramente inclinado hacia el suroeste, lo que podría indicar una trayectoria oblicua, algo que afectaría la distribución del material expulsado. De hecho, los fragmentos más grandes se concentran en el borde norte, lo que sugiere una asimetría en la expulsión del material causada por esa inclinación.

¿Qué significa este descubrimiento para la ciencia?
Más allá de su espectacularidad, el cráter Jinlin representa una nueva pieza en el puzle de la historia geológica de la Tierra. Si estructuras de este tamaño pueden permanecer ocultas incluso en regiones tan erosionadas como el sur de China, es posible que haya muchos otros cráteres aún por descubrir, especialmente en zonas tropicales o boscosas que no han sido mapeadas con tecnología moderna.
Este hallazgo también obliga a reconsiderar la frecuencia con la que la Tierra es golpeada por objetos de tamaño medio. Aunque las probabilidades de impacto a escala humana son bajas, el caso Jinlin demuestra que eventos significativos han seguido ocurriendo en tiempos recientes, con una intensidad mucho mayor de la que hasta ahora se había estimado.
Y lo más importante: el Jinlin crater es, por ahora, una cápsula del tiempo geológica que ha resistido las inclemencias del clima, las sacudidas de la Tierra y la indiferencia del tiempo. Un recordatorio silencioso de que el universo no olvida, aunque la Tierra intente borrar sus huellas.
El estudio ha sido publicado en la revista Matter and Radiation at Extremes.