Una estrella gemela del Sol revela que las violentas erupciones del pasado pudieron impulsar el origen de la vida en la Tierra

Astrónomos observaron por primera vez una erupción estelar con varias temperaturas en una estrella similar al Sol joven. El hallazgo sugiere que las tormentas solares del pasado, lejos de ser destructivas, pudieron crear las condiciones que dieron origen a la vida en la Tierra.
Una observación histórica muestra que las tormentas del Sol joven pudieron ser la chispa que dio origen a la vida en la Tierra
Una observación histórica muestra que las tormentas del Sol joven pudieron ser la chispa que dio origen a la vida en la Tierra. Fuente: Pixabay.

El Sol que hoy nos calienta poco se parece al que vio nacer a la Tierra. Hace unos 4.500 millones de años era una estrella hiperactiva, que lanzaba al espacio enormes chorros de materia y radiación casi todos los días. Un nuevo estudio demuestra que esas violentas tormentas pudieron ser una pieza clave para que surgiera la vida. Astrónomos de Japón, Corea del Sur y Estados Unidos observaron un fenómeno de este tipo en EK Draconis, una estrella que funciona como “doble” del Sol en su juventud.

Con ayuda del telescopio espacial Hubble y varios observatorios terrestres, los científicos captaron una erupción estelar con dos fases: primero, una explosión de material extremadamente caliente, y minutos después, una más lenta y fría. Este patrón, conocido en nuestro Sol, nunca se había visto con tanta claridad en otra estrella. El descubrimiento permite asomarse a cómo era el clima espacial cuando la Tierra aún estaba formándose y su atmósfera apenas comenzaba a tomar forma.

Según los investigadores, estas erupciones eran comunes en el Sol joven: se habrían repetido varias veces por día, generando un bombardeo continuo sobre la Tierra primitiva. En lugar de destruir su atmósfera, podrían haberla transformado, provocando reacciones químicas que produjeron moléculas esenciales para la vida.

Las partículas del Sol joven habrían transformado la atmósfera terrestre al generar compuestos esenciales para la vida.
Las partículas del Sol joven habrían transformado la atmósfera terrestre al generar compuestos esenciales para la vida. Fuente: Freepik.

Una explosión en dos tiempos

Durante las observaciones, EK Draconis expulsó material a velocidades impresionantes: más de 500 kilómetros por segundo, equivalente a cruzar la Tierra en menos de un minuto. Diez minutos después, la estrella lanzó una segunda oleada, más fría y lenta, que tardó horas en disiparse. Es la primera vez que se detectan al mismo tiempo ambas fases de una eyección de masa coronal fuera del Sol.

Estas explosiones se identificaron gracias a cambios en la luz de la estrella. En el ultravioleta, las líneas del espectro se desplazaron indicando un flujo rápido de plasma caliente; en el visible, la famosa línea del hidrógeno Hα mostró un movimiento más lento de material frío. Así se reveló la estructura “multicapa” del fenómeno, donde el gas caliente y el gas frío se comportan como dos piezas conectadas de una misma erupción.

Los expertos plantean dos posibilidades: que se trate de una sola erupción con zonas de distinta temperatura o de dos eventos encadenados, donde el primero desata el segundo.

En ambos casos, el hallazgo confirma que las estrellas jóvenes liberan materia de formas mucho más complejas de lo que se pensaba, lo que tiene implicaciones directas sobre cómo interactúan con los planetas que las rodean.

Tormentas que moldearon la Tierra

A simple vista, tanta violencia suena peligrosa. Sin embargo, los científicos creen que esas tormentas fueron decisivas para que la Tierra se convirtiera en un planeta habitable. Las partículas energéticas que llegaban del Sol joven habrían roto las moléculas de nitrógeno y dióxido de carbono en la atmósfera primitiva, creando fragmentos químicos capaces de formar aminoácidos. Esos compuestos, base de las proteínas, son esenciales para cualquier forma de vida.

Además, las reacciones químicas impulsadas por las erupciones podían producir óxidos de nitrógeno, gases que retienen calor y ayudaron a mantener el planeta lo bastante templado como para que existiera agua líquida. Es decir, el mismo Sol que parecía hostil podría haber sido, indirectamente, el creador del entorno necesario para que la vida apareciera.

El estudio también sugiere que estas eyecciones afectaron la magnetosfera terrestre, reduciendo su tamaño y abriendo zonas por donde las partículas cargadas penetraban más fácilmente. Ese flujo constante habría mantenido activa la química atmosférica durante millones de años, un proceso que hoy sería imposible bajo la tranquilidad del Sol moderno.

Representación artística de una enorme erupción en la estrella EK Draconis: el material caliente y rápido se muestra en azul, y el más frío y lento, en rojo. (Crédito: NAOJ)
Representación artística de una enorme erupción en la estrella EK Draconis: el material caliente y rápido se muestra en azul, y el más frío y lento, en rojo. Fuente: NAOJ.

Una lección para buscar vida en otros mundos

El hallazgo no solo mira hacia el pasado, también hacia el futuro de la exploración espacial. Comprender cómo el Sol joven influía en la Tierra ayuda a estimar si otros planetas pueden ser habitables pese a las tormentas de sus estrellas.

En los últimos años, los astrónomos han descubierto cientos de exoplanetas que orbitan estrellas muy activas, y este trabajo demuestra que la violencia estelar no siempre es una sentencia de muerte para la vida.

EK Draconis sirve como laboratorio natural para entender cómo se comportan las estrellas jóvenes parecidas al Sol. Sus erupciones, aunque pequeñas en comparación con sus gigantes “superflares”, alcanzan energías similares a la mayor tormenta solar registrada en la historia, la de 1859. En esa época, una sola de esas explosiones bastó para interrumpir los telégrafos en todo el mundo; en EK Draconis ocurren varias veces al día.

Si estos eventos son comunes en sistemas estelares jóvenes, podrían estar esculpiendo las atmósferas de muchos exoplanetas ahora mismo. Lo que en la Tierra antigua resultó beneficioso, en otros mundos podría determinar si un planeta conserva su aire o lo pierde por completo.

Comparación entre el destello estelar observado en EK Draconis y una fulguración solar de clase X9.0 registrada por el satélite IRIS el 3 de octubre de 2024, en las líneas espectrales de Si IV y C II. Fuente: Nature Astronomy.

Lo que viene: telescopios y nuevas pistas

Los científicos planean seguir observando EK Draconis y otras estrellas similares con futuros telescopios. Japón prepara la misión LAPYUTA, diseñada especialmente para captar este tipo de erupciones con alta precisión en luz ultravioleta. Su meta es calcular con qué frecuencia ocurren y cuánta energía liberan realmente, una información crucial para entender la evolución de planetas jóvenes.

La investigación también destaca la importancia de usar diferentes tipos de observatorios al mismo tiempo. Si el equipo hubiera observado solo en una longitud de onda, habría visto solo una parte del evento. Esto significa que muchos estudios anteriores, centrados en un solo rango de luz, podrían haber pasado por alto la mitad de las erupciones.

Referencias

  • Namekata, K., France, K., Chae, J. et al. Discovery of multi-temperature coronal mass ejection signatures from a young solar analogue. Nat Astron (2025). doi: 10.1038/s41550-025-02691-8

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