Hasta 1913, los sostenes eran meros apéndices de los insufribles corsés de ballenas y cordaje, casi tan incómodos como las armaduras de los caballeros medievales. Pero ese año, la joven aristócrata neoyorquina Mary Phelps Jacobs cambió la historia. Se había comprado un carísimo vestido de noche para una fiesta y estaba encantada con él, pero dejaba traslucir el contorno del corsé y pensó que eso era imperdonable. Entonces se le ocurrió la solución. Con ayuda de su doncella confeccionó un improvisado sujetador con un par de pañuelos blancos, una cinta y un cordón. Sus amigas se dieron cuenta enseguida de que Phelps llevaba una ropa interior original, ligera y práctica, y ella les hizo a cada una un sostén de regalo. Después de que una desconocida le enviara un dólar junto con el pedido de un modelo, se decidió a presentar su creación a la oficina de patentes.
En 1914 obtuvo la patente del sujetador sin espalda, y con algunas amigas empezó a producirlo artesanalmente. Pero las buenas ideas no prosperan sin una campaña publicitaria, así que el negocio de la que pasó a llamarse Caresse Crosby fracasó. Un tiempo después, conoció a una diseñadora de la Warner Brothers Corset Company y le explicó su invento. A los pocos días recibió una oferta de 1.500 dólares por su patente. Ella aceptó encantada. Fue un negocio redondo para la Warner, porque el valor real de la patente se estima en más de 15 millones de dólares.

En los años locos del Charlestón, cuando el ideal de belleza femenina era la mujer de pecho plano y aspecto aniñado, Ida Rosenthal consiguió cambiarlo al promover unos sujetadores que realzaban el busto. Esta modista de origen bielorruso clasificó a las mujeres norteamericanas por el tamaño del pecho, y desarrolló una línea de moda dirigida a realzar la figura femenina en función de la edad. Y triunfó. Cuentan que en los años 60, cuando las jóvenes quemaban sus sujetadores como símbolo de la liberación de la mu-er, muchos vieron en este hecho el fin del sostén. Rosenthal replicó: “Somos una democracia. Toda persona tiene derecho a vestirse o desvestirse. Pero cumplidos los 35, la mujer ya no tiene una figura que le permita prescindir del sujetador. El tiempo juega a mi favor”.
Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante.
 
	
	 
	
	 
	
	 
	
	