Akhenatón: el traidor de los dioses que creó la primera religión monoteísta

El faraón Akhenatón, junto a su esposa Nefertiti, hacia el año 1350 a. C. eliminó a más de 2000 dioses de Egipto y declaró al Sol como único dios. A esta etapa de la historia del antiguo Egipto se la denomina «el periodo de Amarna»
Akhenatón, Nefertiti y sus hijas bajo los rayos del dios Atón, símbolo del primer culto monoteísta de la historia. Fuente: Wikimedia Commons.

Akhenatón ha sido y sigue siendo uno de los faraones más fascinantes de Egipto. Ha hechizado a historiadores, egiptólogos y público en general, llegando a ser considerado un auténtico tirano, hereje, loco, precursor y revolucionario. Fundamentalmente, se le otorgan estos calificativos por enfrentarse a los máximos poderes que rigen en el firmamento: la religión y los dioses. Construyó en pocos años una nueva capital de la nada, trasladando todo el aparato administrativo a Akhetatón (conocida actualmente como Tell el-Amarna), en el Egipto Medio, y sacrificó años de historia de un plumazo, desterrando a todos los dioses y desafiando al gran sistema de la fe y las creencias que regían en el valle del Nilo. Todo ello ocurrió hace 3500 años, durante la etapa dorada del Reino Nuevo (1550-1070 a. C.).

La historia del antiguo Egipto es muy amplia, una de las más importantes de la historia de la humanidad, con sus tumbas, templos, esfinges y pirámides que han fascinado a los egiptólogos, investigadores y viajeros. Pero sin duda alguna, podemos decir que el «Periodo Amarniense» es el que más ha captado la atención de historiadores de todo el mundo; y pese a que se han conservado gran cantidad de inscripciones, bajorrelieves y obras de arte, todavía hoy en día existen numerosas lagunas interpretativas sobre el relato exacto de los acontecimientos.

El niño rebelde

Fue hijo del faraón Amenhotep III y de la Gran Esposa Real Tiyi. Al nacer recibió el mismo nombre que su padre (Amenhotep IV), siendo el segundo hijo masculino en la línea sucesoria al trono. Su padre y abuelo (Thutmosis IV) habían extendido las fronteras del país por todo Cannaán y Nubia, siendo en aquel periodo Egipto una de las principales potencias económicas, culturales y militares del Próximo Oriente. Era el descendiente de una larga dinastía de faraones, su padre era el noveno faraón de la dinastía XVIII, con un reinado impecable, aportando una gran estabilidad y bienestar a todo el valle del Nilo.

Amenhotep III realizó una política de cohesión diplomática con los reinos extranjeros, casando a sus hijas con príncipes extranjeros y gobernantes de pueblos vecinos. Estableció su residencia en Tebas llevando a cabo un amplio programa arquitectónico y artístico. Su reinado se caracteriza por el mantenimiento del orden establecido, aunque muchos historiadores apuntan a que desde los inicios mostró cierta independencia respecto a los cánones establecidos, como por ejemplo al casarse con Tiyi, la hija de uno de sus funcionarios, en lugar de hacerlo con una princesa de sangre real como exigía la tradición. El dios Amón se convirtió en el dios principal del panteón egipcio y en la principal divinidad protectora de la casa real. El principal templo y santuario del dios se localizaba en Karnak, el mayor centro de culto que el mundo ha conocido, situado en la orilla este de Tebas, la capital de país.

En el siglo XIV a. C., el joven Amenhotep IV cambió su nombre por Akhenatón y desafió el poder de los sacerdotes de Amón.
En el siglo XIV a. C., el joven Amenhotep IV cambió su nombre por Akhenatón y desafió el poder de los sacerdotes de Amón. Fuente: Wikimedia Commons. Busto de Akhenatón.

El joven Amenhotep IV no estaba destinado a reinar, pero la muerte prematura de su hermano y primogénito lo posicionó como heredero de todo aquel vasto imperio. Se calcula que en aquel momento tendría entre 18 y 22 años. Algunos estudiosos apuntan incluso a que fue corregente con su padre desde la muerte de su hermano, aunque no hay unanimidad sobre este asunto entre los investigadores.

Con toda seguridad, el joven monarca pasó su juventud en la ciudad-palacio que su padre había construido en Malqata, al oeste de Tebas. Se trataba de una espectacular ciudad-palacio que había sido levantada por Amenhotep III en el año 30 de su reinado (hacia el 1360 a. C.) cuando el faraón celebró su primer festival sed, un jubileo real que estaba destinado en parte a rejuvenecer al monarca. Tras la muerte del monarca, la ciudad quedó en gran parte abandonada. Debido a que Malqata solo estuvo ocupada por un tiempo limitado, el sitio arqueológico presenta una oportunidad inusual para ver un asentamiento en uno de los principales centros urbanos de Egipto sin la intrusión de una ocupación posterior. Fue en este lugar donde el joven rebelde llegó a madurar sus ideas e interés por el papel cósmico del dios sol. Sabemos también que su padre ya habría comenzado a allanar el camino hacia una de las reformas religiosas más increíbles que se producirían, inspirando al joven heredero sobre la importancia del dios Atón. En Malqata pasó sus primeros años de reinado junto a su esposa, la bella Nefertiti, hasta que decidió llevar a cabo la gran revolución.

Solo el dios sol

Los cinco primeros años de reinado de Amenhotep IV pasaron con aparente tranquilidad, y Tebas siguió adquiriendo cada vez más poder religioso entre el séquito del templo de Karnak, al servicio del dios Amón. Los sacerdotes llegaron a adoptar un papel predominante en los asuntos del Estado, hecho que debió enfrentar continuamente a la monarquía y el clero.

Desde el primer momento de su reinado, el joven monarca mostró su interés por una divinidad que habría ido adquiriendo importancia en los círculos palaciegos desde el reinado de su abuelo, el dios Atón. La religión egipcia desde hacía milenios estaba repleta de dioses, había un dios o diosa para cada cosa y cada fenómeno natural: el cielo, el aire, el viento, la lluvia, el fuego, la crecida del Nilo; incluso dioses regionales que solamente se conocían en determinados lugares. Más de dos mil dioses se podían contabilizar y cada uno de ellos tenía un lugar importante en las cosmologías religiosas del país, siendo algunos de los más importantes Amón (el oculto), Anubis (guardián de los cementarios), Hapy (señor del Nilo), Bes (el protector), Hathor (señora de la belleza, la maternidad y el amor), Horus (el alcón), Isis (la de los mil nombres), Osiris (señor de los muertos), Ra (rey de la creación), Set (el rojo), Sobek (el cocodrilo), etc.

A partir del tercer año de su reinado, empezó a perfilar lo que llegaría a ser la primera gran reforma religiosa de la historia de la Humanidad. En el templo de Karnak esculpió junto a su nombre real el nombre del dios Atón, como principal divinidad relacionada con la monarquía, desplazando de esta manera a Amón. La baraja se habría repartido y ahora tocaba jugar las cartas. Este hecho debió agitar la estabilidad de los poderes y el orden establecido. Sin duda alguna, los sacerdotes de Amón, que habrían adquirido un gran poder en los últimos años, llegando hasta cada rincón del país, se vieron desplazados. Una teoría apunta a que se trató de una estrategia que ya venía ideando su padre y predecesor, con la idea de limitar los poderes a la clase sacerdotal.

Pero no fue hasta los diez años de su reinado cuando decidió imponer su ideología religiosa a todos los habitantes de Egipto. Emprendió una gran persecución cerrando todos los cultos a los dioses, borrando todos los nombres de Amón y cerrando sus templos por todo el país. Desterró a todos los dioses.

A partir de ese momento, el único dios que debe regir la religiosidad de Egipto será Atón, por encima de los demás dioses. Esta divinidad era una de las numerosas formas del dios Ra, el dios sol, en concreto el disco solar. Se le representa mediante un disco solar cuyos rayos terminan en manos que acarician exclusivamente a la familia real, al rey y a la reina, a los que otorga vida y prosperidad. Se trataba de una religión monoteísta, dejando al resto del panteón egipcio fuera de todo culto. El propio faraón pasaría a ser el único intermediario con el dios, apartando y dejando fuera de juego a los sacerdotes.

Fundó una nueva capital, Akhetatón (la actual Tell el-Amarna), diseñada para seguir el recorrido diario del Sol.
Akhenatón fundó una nueva capital, Akhetatón (la actual Tell el-Amarna), diseñada para seguir el recorrido diario del Sol. Fuente: Wikimedia Commons.

La ciudad del dios Sol

A partir de ese momento el rey cambió su nombre, Amenhotep, que significaba «Amón está satisfecho» o «hágase la voluntad de Amón» por el de Akhenatón cuyo significado reflejaba su nueva ideología: «agradable a Atón», «útil a Atón» o «resplandor de Atón».

Pero la nueva religión monoteísta requería de nuevos centros de culto, templos dedicados al sol, y esta gran reforma no solo abarcaría el ámbito de las creencias, todo debía cambiar.

Akhenatón decidió cambiar la capital y trasladar la corte a un nuevo emplazamiento, fundando una nueva urbe en tierra virgen. Para ello el mismo faraón fue el encargado de buscar el nuevo emplazamiento; a medio camino entre la antigua Menfis y Tebas, se localizó un valle junto al río Nilo de grandes dimensiones (unos 162 km2) donde poder albergar unas 50 000 personas. A la nueva capital se la llamó Akhetatón, «el horizonte de Atón». Hoy en día a ese emplazamiento se lo conoce, de forma errónea, como Amarna.

La nueva capital seguía el modelo urbano del antiguo palacio de su padre, pero esta vez todo fue mucho más ambicioso y grandioso. Estaba situada en una llanura árida y rodeada por montañas que reproducían el ideograma utilizado para la palabra «Horizonte» (Akhet). Cada día, al amanecer, se podía observar de forma central el sol surgir de entre las montañas principales, relacionando de esta manera la concepción de renacimiento diario con el nuevo dios Atón. Todo el territorio quedaba delimitado por catorce estelas visibles para todo aquel que se acercase a la capital desde cualquier dirección. La ciudad se construyó rápidamente bajo la atenta dirección de Akhenatón y su esposa Nefertiti. En primer lugar se construyó el Gran Templo de Atón y el Gran Palacio Real, la Casa del Rey y el Pequeño Templo de Atón.

Sin duda alguna el Gran Templo de Atón tuvo que ser una obra espectacular, nunca antes imaginada, de la cual hoy en día tan solo quedan en pie los cimientos y una columna reconstruida. La configuración del templo, aunque inacabado, era completamente novedosa. Al contrario que los templos clásicos egipcios, espacios cerrados y oscuros, a los cuales solo los sacerdotes podían acceder a realizar los cultos; el templo del dios solar Atón buscaba que los rayos del sol bañasen todos los rincones. Alrededor se dispusieron centenares de altares al aire libre en donde todo el mundo podía dedicar ofrendas al único dios de Egipto. El templo estaba orientado intencionadamente en un eje este-oeste, de tal manera que se siguiera siempre el ciclo del sol en el firmamento, también como escenario de la actividad ceremonial y política. Toda la ciudad estaba diseñada para funcionar como un microcosmos dentro de la cual los movimientos del monarca eran el reflejo del recorrido del sol.

El complejo de palacios, templos, barrios, almacenes, villas de dignatarios, talleres, cocinas, etc., estaban rodeados de increíbles jardines, pozos y calles ricamente decoradas. Los arqueólogos que han excavado en Amarna han hallado que la gran ciudad no estaba dividida socialmente; se documentan casas muy humildes junto a edificios más solemnes. Todas las viviendas disponían de acceso al abastecimiento de agua a través de una cuidada y meditada red de pozos. Akhenatón también produjo nuevos conceptos artísticos que vemos en las representaciones que se han conservado de la familia real: cabezas alargadas, ojos rasgados, labios perfilados, extremidades delgadas, grandes vientres y glúteos; un nuevo estilismo totalmente ajeno a los cánones que marcaba la tradición.

Poco queda hoy de la increíble Akhetatón, fue saqueada por sus sucesores, los templos y edificios más emblemáticos se desmontaron y sus piedras fueron reutilizadas.

Nefertiti, gran esposa real de Akenatón, compartió con el faraón la audaz reforma que sustituyó el antiguo panteón egipcio por el culto único al dios solar Atón.
Nefertiti, gran esposa real de Akhenatón, compartió con el faraón la audaz reforma que sustituyó el antiguo panteón egipcio por el culto único al dios solar Atón. Fuente: Wikimedia Commons.

La destitución del dios Atón y el regreso del orden

Akhenatón murió por causas desconocidas en el año 1347 a. C., doce meses después de haber enviudado de la reina Nefertiti. Con toda seguridad la muerte del monarca debió nuevamente convulsionar al Imperio, los sacerdotes apartados durante décadas de nuevo vieron oportunidades para adquirir el poder arrebatado. Se ha llegado incluso a apuntar que su muerte estuvo relacionado con un gran complot, pero no tenemos pruebas de ello. Sobre su sucesión se ha especulado mucho, y aún siguen siendo un gran misterio los años siguientes a la muerte del faraón. Sabemos que el rey no llegó a tener hijos con Nefertiti, por tanto, los hijos conocidos debieron de ser de otras esposas secundarias como Kiya. Tras la muerte de la bella Nefertiti, Akhenatón se habría casado con su hija mayor Meritatón, la cual se convirtió en esposa real.

Tras la muerte del faraón, su nueva esposa real llegó a protagonizar un nuevo episodio histórico e inédito que ha llegado hasta nuestros días gracias a la correspondencia por carta que mantuvo la reina con el rey hitita Suppiluliuma. Poco después, en el año 1334 a. C., el joven Tutankhatón subió al trono, contaba con apenas 9 años y era hijo de Akhenatón y posiblemente de su segunda esposa real Kiya.

Al poco tiempo, el joven monarca junto a su hermana y esposa cambiaron todo lo que su padre habría construido. Lo primero fue cambiar su nombre por el de Tutankhamón, la «viva imagen de Amón», restituyendo de esta manera nuevamente las creencias en todo el valle del Nilo. Abandonó Amarna regresando con toda la corte y la administración del Estado a la antigua Menfis y además hizo construir su morada eterna en el Valle de los Reyes, junto a su abuelo Amenhotep III, consolidando los antiguos mitos. Restauró los cultos de todos los dioses egipcios, privilegiando al dios desterrado Amón, esculpiendo incluso estatuas del dios en el templo de Karnak con la cara del faraón. De nuevo los cánones reales que habían organizado el universo durante milenios regresaron, incluso el estilo artístico del arte amarniano desapareció. Se daba por finalizado el periodo monoteísta durante el reinado de su padre y el efímero reinado del joven Tutankhamón se caracterizará por la reconstrucción del orden anterior.

Hoy en día, las grandes religiones que dominan el mundo son todas monoteístas. El faraón hereje o rebelde en definitiva fue todo un gran visionario, ya que fue capaz de romper, de la noche a la mañana, con una larga tradición milenaria religiosa e imponer la primera religión monoteísta de la historia.

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