Cuando se piensa en una excavación paleontológica con dinosaurios, en el imaginario popular aparece la figura del paleontólogo o la paleontóloga trabajando con un pincel y un pequeño martillo entre las manos. Estas herramientas sencillas también se usan pero después de haber acometido otros trabajos, algunos de los cuales son más complejos y bastante más tediosos, pero todos son igualmente necesarios.
Para iniciar cualquier actuación paleontológica, en este caso una excavación de dinosaurios, es necesario tener todos los aspectos burocráticos en regla. De este modo, se deben solicitar permisos, tanto a los propietarios de los terrenos como a la administración correspondiente. Estos trámites se suelen demorar en el tiempo, por lo que es importante gestionarlos con suficiente antelación para evitar retrasos en el inicio de la campaña.
Como es lógico, antes de empezar la excavación es imprescindible hacer una buena planificación sobre cuestiones importantes: las fechas y la cantidad de días a excavar, el equipo con el que se cuenta (preferiblemente multidisciplinar e integrado por profesionales en paleontología, geología, restauración, etc.), la maquinaria a utilizar, los productos necesarios, consultar la meteorología, etc.
En las primeras etapas de la excavación se pretende conseguir una superficie completamente liberada de «obstáculos» que nos permita un buen acceso hasta el estrato que contiene los fósiles, por lo que se debe retirar la capa de sedimentos o rocas estériles (carentes de fósiles) que hay por encima del nivel con los restos fosilizados. Para ello, muchas veces se precisa de una retroexcavadora o de algún tipo de maquinaria pesada. Este trabajo debe estar siempre supervisado por los especialistas en paleontología.

En cuanto aparece cualquier resto fosilizado, por pequeño que sea, este se delimita y perfila con sumo cuidado para tratar de reconocer su morfología y sus dimensiones. Es en ese momento cuando se usan el pincel y las herramientas más delicadas. Todos los fósiles se marcan con una sigla (un número de catálogo indicativo del lugar de procedencia con numeración correlativa) y se dibujan a mano en papel milimetrado, tomando como referencia una cuadrícula que se ha establecido previamente por toda la superficie del yacimiento. Esta cuadrícula nos ayudará a situar todos los fósiles y a confeccionar un mapa de excavación del yacimiento.
La excavación paleontológica no solo consiste en extraer los fósiles, sino que también es necesaria una recogida sistemática y ordenada de gran cantidad de datos de todo tipo, la gran mayoría tomados antes de extraer los restos, como las medidas de la orientación tanto de los fósiles como de los estratos donde estos se encuentran. Los fósiles se ubican espacialmente a través del sistema de coordenadas y por medio de la toma de datos con aparatos topográficos, como estación total y GPS. Con las nuevas tecnologías también se pueden obtener modelos en 3D, que permiten registrar cómo ha avanzado la excavación y posteriormente realizar un mapa virtual del yacimiento con estos datos.
A veces, a través del lavado del sedimento recogido se puede recabar información sobre los microfósiles presentes en este (dientes de pequeños vertebrados, invertebrados, polen y esporas, etc.) y, paralelamente, también se realizan estudios estratigráficos y sedimentológicos de los estratos que contienen los fósiles. El análisis y la investigación de todos estos datos aportan una información fundamental para determinar la edad geológica de los estratos con fósiles, así como del ambiente en el que se depositaron los restos hace millones de años.
La extracción de los fósiles es también un proceso delicado, ya que hay que conseguir que todos los elementos recuperados lleguen al laboratorio con las máximas garantías. Para ello, en el yacimiento, los fósiles y parte del sedimento que los engloba se cubren con diferentes materiales, como celulosa, papel de aluminio, cinta adhesiva, cartón, etc., para realizar una carcasa protectora. Cuando se trata de fósiles grandes de dinosaurios y de cierta complejidad volumétrica también se suele usar escayola y esparto, por la facilidad de uso y su reducido coste. No obstante, a veces se utiliza espuma de poliuretano para aligerar el peso de la carcasa en su totalidad. Cuando los fósiles de dinosaurio son grandes conviene también añadir varillas de hierro como refuerzo del bloque que engloba los restos.
Tras estos pasos, el sedimento que hay debajo de la carcasa se elimina conformando una especie de «seta» y se continúa aplicando escayola por debajo para evitar el colapso de los materiales y así poder dar la vuelta a la estructura. Finalmente, se voltea la carcasa y, una vez extraída de forma segura, esta se sella completamente realizando el «envoltorio » completo del conjunto. De este modo, el fósil queda protegido y preparado para transportarlo al laboratorio paleontológico del museo o institución científica en la que va a estar depositado.
Preparación de fósiles de dinosaurio en el laboratorio paleontológico
Durante las primeras acciones llevadas a cabo en el yacimiento se realizan ciertos tratamientos y actuaciones de preparación sobre los fósiles, como consolidaciones o engasados, que están enfocadas a conservar y extraer los restos fósiles de la forma más segura posible.
Posteriormente, y ya en el laboratorio de paleontología, se realizan otros trabajos de preparación destinados a consolidar y conservar los fósiles. Por lo tanto, estos trabajos desarrollados en el paso de los fósiles por el laboratorio paleontológico son indispensables para la investigación posterior.
Cada fósil precisa un tratamiento concreto y específico adaptado a sus características particulares, como son su estado de conservación o finalidad de la propia actuación (exposición, investigación, replicado, etc.), entre otras. Sin embargo, hay una serie de tratamientos básicos que se suelen aplicar en la mayoría de los fósiles de dinosaurios. Por ejemplo, en los restos óseos se suelen llevar a cabo tratamientos de limpieza, consolidación, reintegración, protección, rotulado de sigla y embalaje.

El primer paso consiste en liberar el fósil de la roca. Esta acción puede parecer sencilla, pero supone una de las etapas más delicadas por ser un proceso completamente irreversible. Si la matriz es muy dura se pueden utilizar herramientas neumáticas de precisión, como percutores, y otras como sierras radiales. Después se eliminan las impurezas, los residuos y las costras de la superficie de los huesos con disolventes variados y con otra herramienta manual. A este respecto, durante esta etapa es importante evitar el uso de los tratamientos y productos químicos que pudieran alterar los resultados de las técnicas analíticas necesarias para la investigación.
Durante todo el proceso, y siempre que el fósil lo precise, se debe realizar la consolidación del resto. Este proceso consiste en aplicar un adhesivo diluido en disolventes orgánicos, como la acetona, que penetra hasta el interior del fósil, rellena y tapiza todas las microfisuras, y devuelve al resto (normalmente aplicado a huesos fósiles) la cohesión perdida durante su extracción de la roca que lo alberga. A continuación, y si el fósil está fracturado, se procede a la unión de las partes del mismo. Para ello, se pueden utilizar diferentes tipos de adhesivos en función de las características de la propia fractura y de la envergadura de los fragmentos y, si es necesario, realizar reintegraciones volumétricas. Estas consisten en tapizar con masilla, o bien con los propios adhesivos, las grietas y agujeros existentes en dichas zonas de unión. Las principales finalidades de estas actuaciones son el refuerzo estructural y mejorar la observación de la morfología completa del hueso.
Finalmente, se rotula una sigla sobre la superficie del fósil que nos servirá para su catalogación definitiva. Esta sigla, se encuentra asociada a un fichero informatizado del conservador del museo en donde se custodiará el fósil y recoge la información completa del resto, el lugar de procedencia, tratamientos que ha recibido en el laboratorio y ubicación actual. Además, se realiza un embalaje adecuado para su protección, que dependerá de las características del propio fósil y del lugar de almacenaje, entre otros aspectos.
Cada uno de los tratamientos aplicados se documenta minuciosamente, a través de abundante material gráfico, para registrar el proceso completo que se ha seguido (desde el estado inicial hasta las últimas fases de preparación). Todos los tratamientos se fundamentan en un máximo respeto al bien, es decir al fósil, realizando la mínima intervención posible sobre el mismo.
Elaboración de moldes y réplicas
Una de las principales utilidades de las réplicas es la protección y conservación de los fósiles originales. De esta manera, las manipulaciones se realizan con la propia réplica, mientras que el resto original permanece bien custodiado. También son muy prácticas en el ámbito de la investigación ya que permiten el acceso a un mismo fósil, a través de varias réplicas, a especialistas de distintas instituciones científicas. Y además suelen ser mucho más ligeras y manejables. Del mismo modo, facilitan enormemente los montajes de esqueletos de dinosaurios a escala real y son muy utilizadas en museografía.
Una réplica bien realizada debe plasmar todos los detalles del fósil, por sutiles que estos sean, de modo que se puede llegar incluso a «mimetizar» características como el color, el peso y la textura.

Trabajos de conservación de fósiles de dinosaurios al aire libre
Hay ocasiones en las que los fósiles se encuentran permanentemente a la intemperie, expuestos a las condiciones meteorológicas. Esto sucede, por ejemplo, en los yacimientos de huellas de dinosaurios o en los que los huesos fosilizados permanecen in situ para su exhibición. En estos casos hay que realizar los trabajos de conservación y consolidación definitivos en el propio yacimiento para, de esta manera, evitar el deterioro de los restos.
Las actuaciones de conservación en este tipo de yacimientos tratan de paliar, o reducir considerablemente, los efectos erosivos que las condiciones ambientales (humedad, variaciones extremas de temperatura, insolación excesiva, lluvias, acción de la fauna silvestre, etc.) provocan en los fósiles. De forma paralela a la valoración de los trabajos de conservación del yacimiento, es fundamental plantear la conveniencia de construir elementos para el desvío de las aguas torrenciales o de escorrentía y la habilitación de desagües.
En los yacimientos de icnitas de dinosaurios, los trabajos se inician con la eliminación de la vegetación que afecta al yacimiento y a su entorno.
Posteriormente, se realiza una limpieza y eliminación de todos los elementos ajenos al yacimiento y se vacían de sedimento las grietas existentes. Estas se rellenan con morteros de arena, cal y/o cemento específicamente elaborados con productos compatibles con la composición de las rocas del yacimiento. De esta manera, se sella y se consolida por completo la superficie del estrato que contiene las huellas de dinosaurio. Así, se pretende evitar la proliferación de vegetación y el establecimiento de colonias de insectos o pequeños vertebrados en su interior.
Para mantener los yacimientos de icnitas de dinosaurio en un estado de conservación adecuado, es fundamental programar actuaciones paleontológicas periódicas para su mantenimiento. Asimismo, se ha comprobado que los yacimientos protegidos por una cubierta sufren con menor intensidad los efectos de la alteración. Por eso, es habitual encontrar yacimientos de icnitas protegidos por una techumbre (sobre todo en aquellos que están habilitados para la visita turística).
Otra cuestión muy importante para favorecer la conservación de un yacimiento es organizar acciones divulgativas para dar a conocer su importancia científica. Estas actividades deben dirigirse tanto a la gente del territorio en el que se encuentra el yacimiento como al público general, todo ello bajo la premisa de que, según se recoge en el Plan Nacional de Educación y Patrimonio 2015, «solo se protege y conserva lo que se conoce y valora».