Descubren en Transilvania unos diarios del siglo XVI que revelan cómo el clima extremo transformó la tierra de Drácula en un infierno de hambre, peste y desesperación

Un estudio interdisciplinar revela cómo las sequías, inundaciones y olas de calor moldearon la vida y la muerte en la región de Drácula durante uno de los periodos más inestables de la historia climática europea.
Unos antiguos diarios hallados en Transilvania revelan cómo la Pequeña Edad de Hielo puso a prueba la supervivencia de toda una sociedad
Unos antiguos diarios hallados en Transilvania revelan cómo la Pequeña Edad de Hielo puso a prueba la supervivencia de toda una sociedad. Ilustración: Wikimedia/Gaceu et al./Christian Pérez

En el corazón de los Cárpatos, entre castillos góticos y leyendas de vampiros, se esconde una historia mucho más real y estremecedora: la de una sociedad que, hace más de 500 años, vivió a merced del clima. Transilvania, conocida hoy por su folclore oscuro, fue testigo en el siglo XVI de una sucesión de desastres naturales que condicionaron su desarrollo político, económico y social en plena transición hacia la Pequeña Edad de Hielo.

Un reciente estudio publicado en Frontiers in Climate y elaborado por un equipo de investigadores rumanos, encabezado por Ovidiu Răzvan Gaceu y Tudor Caciora, ha reconstruido los eventos climáticos extremos de la región durante aquel siglo convulso. Lo han hecho utilizando una fuente inusual pero poderosa: los escritos de la propia gente de la época. Crónicas, diarios, registros eclesiásticos y cartas forman parte del llamado “archivo de la sociedad”, una mina de información donde, entre plegarias por la lluvia y relatos de pestes implacables, emergen las huellas del clima sobre las vidas de miles de personas.

Sequías implacables y veranos abrasadores

Aunque la Pequeña Edad de Hielo es conocida por sus inviernos largos y fríos, el estudio revela que en Transilvania el siglo XVI comenzó bajo un calor sofocante. Durante las primeras décadas, los veranos fueron marcadamente secos, con ríos convertidos en hilos de agua y cosechas arruinadas por la falta de lluvia. Algunos textos describen cómo los campesinos se reunían en procesiones desesperadas para implorar al cielo un alivio que no llegaba.

Esta sequía persistente no solo afectó a la agricultura. La pérdida de cultivos generó escasez alimentaria, subida de precios y oleadas de hambrunas que, en ocasiones, duraban años enteros. En este escenario de precariedad, las enfermedades encontraron un terreno fértil. La peste, que ya había visitado Europa con virulencia, resurgía cada vez que el hambre debilitaba los cuerpos.

Uno de los episodios más duros se vivió en la década de 1540. Ese verano, según varios testimonios, las fuentes se secaron por completo y los animales morían bajo el sol, incapaces de soportar la sed. A lo largo de casi veinte años, los registros documentan cosechas fallidas, invasiones de langostas y comunidades enteras golpeadas por una cadena de desastres encadenados: primero el calor, después la hambruna, y luego la enfermedad.

El triunfo de la Muerte (De Triomf van de Dood), de Pieter Brueghel el Viejo (1560-1562)
El triunfo de la Muerte (De Triomf van de Dood), de Pieter Brueghel el Viejo (1560-1562). Fuente: Wikimedia

Inundaciones bíblicas y una naturaleza desatada

Pero el castigo climático no llegó solo en forma de sequía. A partir de la segunda mitad del siglo, el péndulo osciló hacia el extremo opuesto: lluvias torrenciales, inundaciones y veranos especialmente lluviosos se convirtieron en la norma. El cambio fue abrupto. Donde antes se rezaba por agua, ahora se luchaba por contenerla.

En los años 1590, por ejemplo, la región fue testigo de lluvias tan intensas que los muros de algunas fortalezas colapsaron. Las crónicas narran escenas casi apocalípticas: calles convertidas en ríos, cosechas anegadas y campos arrasados por la corriente. Este exceso de agua también favoreció nuevos brotes de enfermedades, especialmente cuando las infraestructuras, ya deterioradas, no podían gestionar la acumulación de residuos y aguas estancadas.

El estudio señala que estos fenómenos no eran aislados, sino parte de un patrón climático que se repetía cíclicamente. La alternancia entre años secos y años de lluvias extremas generó un clima de incertidumbre permanente, donde la planificación agrícola se volvió imposible y la población vivía a la espera de la próxima catástrofe.

Entre las fuentes empleadas se encuentran antiguos diarios, cuadernos de viaje y registros parroquiales o monásticos, junto con otros documentos escritos de la época
Entre las fuentes empleadas se encuentran antiguos diarios, cuadernos de viaje y registros parroquiales o monásticos, junto con otros documentos escritos de la época. Foto: Gaceu et al., 2024

Un laboratorio humano del cambio climático

Lo más fascinante del estudio no es solo la meteorología del pasado, sino cómo las personas reaccionaron ante ella. En una época sin estaciones meteorológicas ni previsiones, el clima era interpretado como castigo divino, augurio de guerra o señal del fin de los tiempos. Sin embargo, detrás de esa visión simbólica también se gestaban respuestas prácticas.

Algunas ciudades comenzaron a construir canales y sistemas rudimentarios para redirigir el agua. Otras comunidades se trasladaron a zonas menos expuestas a las crecidas. En determinados lugares, se documentan mejoras en las técnicas de almacenamiento de grano, como medida para resistir las malas cosechas. Incluso las estructuras sociales cambiaron: el control del agua y de los recursos alimentarios se convirtió en una fuente de poder y de conflicto.

Este estudio convierte a Transilvania en un caso de estudio excepcional sobre cómo el clima puede alterar no solo la economía, sino también la cultura, las creencias y la estructura de una sociedad. Los autores del trabajo, además, subrayan un detalle revelador: mientras otras regiones de Europa ya vivían inviernos crudos a mediados del XVI, en Transilvania el frío no llegó con fuerza hasta más tarde. La Pequeña Edad de Hielo no afectó a todos por igual, ni al mismo tiempo.

El llamado archivo de la sociedad reúne los testimonios y observaciones que las personas de siglos pasados dejaron sobre el clima y sus efectos en sus comunidades
El llamado archivo de la sociedad reúne los testimonios y observaciones que las personas de siglos pasados dejaron sobre el clima y sus efectos en sus comunidades. Fuente: Gaceu et al., 2024

Clima, historia y humanidad

El trabajo publicado en Frontiers in Climate demuestra cómo, a través de documentos escritos hace cinco siglos, es posible reconstruir con sorprendente precisión los vaivenes climáticos de una región y sus efectos humanos. Más de 40 veranos calurosos, casi 30 años de sequía, 25 episodios de inundación y decenas de calamidades asociadas —como plagas, incendios o tormentas— componen un retrato inquietante de un siglo sacudido por la naturaleza.

Pero más allá de los datos, lo que emerge de estas páginas antiguas es una narrativa profundamente humana. Las crónicas hablan del miedo, del ingenio, de la resiliencia y de la fe. No eran científicos quienes escribían, sino monjes, campesinos, comerciantes o viajeros que, en medio de un mundo en crisis, dejaron constancia de lo vivido.

Hoy, mientras el planeta enfrenta nuevas transformaciones climáticas, este eco del pasado ofrece una lección de humildad. El clima, cuando cambia de forma extrema, no distingue entre siglos. Pero sí deja marcas —en los paisajes, en las ciudades y en las personas— que siglos después aún podemos leer, si sabemos dónde buscar.

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