Encuentran un barco "fantasma" hundido en 1886 en el lago Michigan: estaba intacto a 140 metros de profundidad y lo hallaron en solo dos horas

Durante más de un siglo, su paradero fue un misterio envuelto en leyendas. Hoy, el F.J. King vuelve a la historia gracias a una mezcla de intuición, tecnología y memoria local.
El FJ King hundido tras ser encontrado
El timón del F.J. King descansa a más de 40 metros de profundidad bajo las aguas del lago Michigan. La goleta de tres mástiles se hundió durante una violenta tormenta frente a la península de Door, en Wisconsin. Fotos: Wisconsin Historical Society/Wisconsin Underwater Archeology Association/Wikimedia/Christian Pérez

En las aguas frías y turbias del lago Michigan, entre historias de naufragios, tormentas y fantasmas del pasado, yacía olvidado uno de los barcos más buscados de la región de los Grandes Lagos: el F.J. King. Esta goleta de tres mástiles, construida en 1867 en Ohio, desapareció en una tormentosa noche de septiembre de 1886. Desde entonces, su nombre circuló entre marineros, arqueólogos y aventureros como una leyenda casi mítica: el del barco fantasma que nadie lograba encontrar. Hasta ahora.

Un grupo de investigadores y ciudadanos voluntarios, liderados por expertos en arqueología subacuática, logró lo que durante décadas pareció imposible: hallar los restos intactos del F.J. King a casi 140 años de su hundimiento. Lo hicieron no solo con equipos modernos, sino con una dosis crucial de paciencia histórica y la decisión de confiar en una fuente olvidada; el informe de un viejo farero.

Una tormenta que selló su destino

El F.J. King zarpó en septiembre de 1886 desde Escanaba, en la península superior de Míchigan, con un cargamento de hierro rumbo a Chicago. No era un viaje excepcional. De hecho, la goleta llevaba casi dos décadas surcando esas aguas con regularidad, transportando cereales y metales entre puertos del medio oeste. Pero aquella travesía fue distinta.

Frente a la península de Door, en Wisconsin, el barco encontró condiciones extremas: olas de más de tres metros y vientos huracanados. El agua comenzó a filtrarse por las costuras de la embarcación y, pese a los esfuerzos de la tripulación por mantenerla a flote, el capitán ordenó abandonar el navío. Los marineros lograron salvarse al ser recogidos por otro buque, La Petite, pero la goleta se hundió rápidamente, desapareciendo en las aguas profundas del lago.

Durante los días posteriores, testigos aseguraron haber visto restos flotando. Incluso se dijo que los mástiles sobresalían brevemente del agua antes de desaparecer para siempre. A partir de ahí, comenzó una búsqueda que se prolongaría por generaciones. Sin embargo, el lugar exacto del naufragio se convirtió en un enigma.

El F.J. King (a la derecha) en su diseño original
El F.J. King (a la derecha) en su diseño original. Foto: Wikimedia

Medio siglo de búsquedas fallidas

La historia del F.J. King fascinó a cazadores de naufragios durante décadas. Desde los años 70, se intentó localizar sus restos usando desde mapas antiguos hasta modernas tecnologías de rastreo subacuático. Nada parecía dar resultado. Las coordenadas eran vagas, los testimonios contradictorios y las condiciones del lago, impredecibles.

Durante años, incluso circularon rumores de pescadores que habrían recogido fragmentos del barco en sus redes, aunque nunca se confirmó su procedencia. En cierto momento, se ofrecieron recompensas para quien lograra localizar el naufragio, sin éxito alguno.

El F.J. King se convirtió en sinónimo de barco fantasma, no solo por su trágico destino, sino por la forma en que parecía desvanecerse incluso de los registros históricos.

El farero olvidado que sabía más que el capitán

El giro inesperado vino cuando el equipo de investigadores actuales decidió reexaminar todos los informes de la época, incluyendo uno que había sido subestimado durante mucho tiempo: el testimonio del farero William Sanderson, del faro de Cana Island. Pocos días después del hundimiento, Sanderson había informado que los mástiles del F.J. King eran visibles desde su torre, y que había mandado una cuadrilla para retirarlos por el peligro que representaban en la ruta de navegación.

Frente a esto, los investigadores reflexionaron: ¿y si el capitán del barco, en medio de la noche, con la visibilidad reducida y el caos del naufragio, había calculado mal su posición? En cambio, un farero desde tierra, con una vista privilegiada y mayor calma, podría haber tenido una apreciación más exacta del lugar. Apostaron por seguir su orientación.

La decisión resultó clave. En una franja de apenas 5,2 kilómetros cuadrados, cerca de la ubicación sugerida por Sanderson, los sonares del equipo captaron una silueta claramente artificial. Bastaron dos pasadas con el equipo de escaneo y el uso de vehículos operados a distancia (ROVs) para confirmar lo increíble: habían encontrado al F.J. King.

Un buzo explora los restos del naufragio
Un buzo explora los restos del naufragio. Foto: Wisconsin Historical Society/Wisconsin Underwater Archeology Association

Una cápsula del tiempo bajo el agua

Contra todo pronóstico, el casco del barco estaba casi intacto, pese al peso de su carga de hierro y los efectos del tiempo. Sentado en el fondo del lago, a unos 140 metros de profundidad, el F.J. King parecía haber resistido el paso de los años mejor que muchos naufragios más recientes.

Las imágenes reveladas por el equipo muestran una embarcación prácticamente entera, con su estructura preservada y algunos elementos aún reconocibles, como la rueda de timón y las escotillas. La escena congelada bajo el agua es casi cinematográfica: una cápsula del tiempo sumergida que guarda los ecos de una época en la que el transporte marítimo era el corazón económico del medio oeste norteamericano.

Los expertos en arqueología marítima consideran este hallazgo uno de los más importantes en la historia reciente del lago Michigan. No solo por el estado de conservación del barco, sino por la historia que representa: la conexión entre comunidades portuarias, el auge de la navegación a vela en los Grandes Lagos y la fragilidad de aquellas travesías frente al poder de la naturaleza.

El F.J. King se hundió en 1886, y durante décadas su paradero permaneció desconocido pese a innumerables búsquedas… hasta hoy
El F.J. King se hundió en 1886, y durante décadas su paradero permaneció desconocido pese a innumerables búsquedas… hasta hoy. Foto: Wisconsin Historical Society/Wisconsin Underwater Archeology Association

Lo que viene ahora

La recuperación del F.J. King no implica que será sacado a la superficie. Al contrario, la prioridad es protegerlo en su entorno natural. Ya se trabaja en la creación de un modelo tridimensional del naufragio mediante fotogrametría, para que pueda ser estudiado y explorado de forma virtual sin dañarlo. Además, se están iniciando los trámites para incluirlo en el Registro Nacional de Lugares Históricos, garantizando su conservación y promoviendo el turismo cultural en la región.

Este descubrimiento también reabre el interés por otros barcos perdidos en los Grandes Lagos, una región que guarda cientos de naufragios documentados y muchos otros aún por descubrir. La historia del F.J. King demuestra que, a veces, la clave para resolver un misterio no está en las tecnologías más sofisticadas, sino en saber escuchar las voces del pasado que aún resuenan entre documentos olvidados, cartas amarillentas y testimonios desestimados.

En una era de avances tecnológicos vertiginosos, este hallazgo nos recuerda que la historia sigue viva bajo nuestros pies… o, en este caso, bajo las aguas.

Recomendamos en