En la tranquila garganta del Ardèche, en el sur de Francia, un fragmento de hueso hallado en un antiguo abrigo rocoso está haciendo temblar nuestras ideas sobre los neandertales. No es una joya ni una escultura. Es un simple trozo de fémur de reno. Pero este hueso, tallado por el uso repetido, ha servido para revelar que nuestros primos evolutivos no solo eran cazadores eficientes, sino también expertos en el arte de procesar pieles y planificar sus herramientas con una sofisticación que hasta ahora se les había negado.
Este hallazgo, publicado recientemente en la revista Scientific Reports por un equipo internacional encabezado por Luc Doyon, no es solo otro ejemplo de tecnología prehistórica. Es una ventana a la mente de los neandertales: una especie que, durante miles de años, vivió, cazó y fabricó objetos con una habilidad y previsión que muchos aún subestiman. Y lo más llamativo es que este pequeño utensilio no fue usado para raspar pieles, como se pensaba hasta ahora, sino para despellejar animales sin perforar la piel. Una diferencia crucial con implicaciones sorprendentes.
Un campamento de verano con herramientas reutilizadas
El fragmento fue encontrado en el yacimiento de Abri du Maras, una cavidad natural utilizada por grupos neandertales hace entre 132.000 y 105.000 años, durante un período interglaciar conocido como Estadio Isotópico Marino 5. En ese enclave, protegido por la roca y cerca de fuentes de agua y rutas migratorias de animales, los neandertales establecieron lo que los arqueólogos consideran un campamento estacional.
Allí cazaban renos, caballos salvajes y otros grandes herbívoros. Llevaban las partes más nutritivas al refugio para procesarlas: rompían los huesos para extraer el tuétano, cocinaban la carne, y, como ahora sabemos, se esmeraban en extraer las pieles con sumo cuidado. El hueso hallado, con marcas de desgaste en su extremo y bordes suavizados, fue sometido a una combinación de análisis microscópicos y modelado estadístico tridimensional para determinar su uso. Y los resultados fueron claros: el desgaste coincidía con las marcas que se generan al separar piel de carne, no con las propias del raspado o el contacto con materiales abrasivos.

El arte de despellejar sin dañar la piel
¿Por qué es esto importante? Porque flayar —el acto de separar la piel del cuerpo sin cortarla ni romperla— requiere precisión y cuidado. No basta con arrancar la piel. Hay que introducir una herramienta entre el cuero y el músculo y moverla con destreza. Para ello, los pueblos indígenas actuales, como algunas comunidades algonquinas de Norteamérica, todavía prefieren usar fragmentos de hueso sin filo cortante: flexibles, suaves, pero firmes.
Que los neandertales ya conocieran esta técnica hace más de 100.000 años implica que no solo sabían despellejar animales, sino que probablemente lo hacían con un objetivo concreto: conservar la piel entera para fabricar ropa, mantas, mochilas o recipientes impermeables. En lugar de usar cuchillos de piedra que pudieran cortar o dañar la piel, preferían herramientas que respetaran el material. Y eso nos habla de una conciencia sobre los recursos, sobre su utilidad a largo plazo y sobre la importancia de no desperdiciar lo que la caza ofrecía.
El análisis del desgaste del hueso también muestra que el utensilio fue usado durante un largo período. No fue una herramienta improvisada y descartada. Era, probablemente, parte del equipo que un neandertal transportaba consigo durante sus desplazamientos estacionales. Ligero, resistente, fácil de usar. Un compañero de caza silencioso que servía para preparar el botín del día sin comprometer el valioso recurso de las pieles.
Este detalle, aparentemente menor, revela algo fundamental: los neandertales no vivían improvisando. Sabían qué herramientas necesitaban, seleccionaban los materiales adecuados y los conservaban en buen estado. Su cultura material era más compleja de lo que la arqueología había aceptado durante décadas.
Además, en ese mismo yacimiento, en capas algo más recientes, también se ha encontrado un hilo trenzado hecho con tendones y fibras vegetales. Esto refuerza la hipótesis de que los neandertales no solo despellejaban animales para usar su piel, sino que también sabían coser, unir piezas y fabricar objetos textiles o prendas. En otras palabras: vestían, se protegían del frío y usaban bolsas o correas, mucho antes de lo que se pensaba posible.

Ropa de cuero para el Pleistoceno
¿Es arriesgado imaginar a un grupo de neandertales vestidos con ropa impermeable de reno, bien ajustada, con costuras reforzadas por tendones? Quizás no tanto. Las bajas temperaturas de la Europa interglaciar obligaban a contar con una vestimenta resistente al agua y al viento. Y si los neandertales dominaban el arte del flayado sin dañar la piel, y sabían fabricar hilo, lo más probable es que también dominaran la confección básica de prendas adaptadas a su entorno.
Este tipo de vestimenta habría ofrecido una ventaja adaptativa significativa: movilidad, resistencia, protección frente a la humedad y el frío. Nada de pieles crudas colgadas al hombro. Estamos hablando de ropa hecha con intención y técnica. Una forma más de adaptación inteligente al medio.
Durante años, la imagen popular de los neandertales fue la de seres brutos, menos inteligentes que los Homo sapiens, con un pensamiento limitado y tecnologías simples. Pero hallazgos como el del Abri du Maras obligan a replantear esta visión. No eran inferiores. Eran diferentes. Y en muchos aspectos, igual de innovadores.
Con cada fragmento de hueso, con cada análisis de desgaste microscópico, descubrimos que estos homínidos eran hábiles, creativos y capaces de desarrollar soluciones complejas a los problemas de su entorno. Que seleccionaran un fragmento de fémur por su forma, lo usaran repetidamente y lo conservaran como parte de su equipo de caza, demuestra una capacidad de planificación, una noción de utilidad y una forma de vida que nos resulta familiar.
Los neandertales no eran simples supervivientes. Eran especialistas en su mundo.
Referencias
- Doyon, L., Hernando, J.M., Moncel, MH. et al. A bone tool used by neanderthal for flaying carcasses at the Abri du Maras (France). Sci Rep (2025). DOI: 10.1038/s41598-025-30264-2