¿Pudo Darwin descubrir la herencia al estudiar la evolución?

Todo parece indicar que Darwin no llegó a leer el trabajo Mendel; sin embargo, pudo haber estado a las puertas del descubrimiento de las leyes de la herencia.
Boca de dragón polinizada por un abejorro

La historia de la ciencia está repleta de figuras cuyas ideas revolucionaron nuestra comprensión del mundo natural. Una de ellas, Charles Darwin, destaca por su monumental contribución a la biología con su teoría de la evolución por selección natural. La génesis de este descubrimiento, que establece que las especies evolucionan a lo largo del tiempo debido a cambios hereditarios que favorecen su supervivencia, se encuentra en un viaje a bordo del HMS Beagle, lleno de curiosidad, observación meticulosa y una inquebrantable dedicación a la ciencia.

Darwin también experimentó ampliamente con plantas y animales domésticos, observando cómo la intervención humana en la selección de rasgos deseables podría alterar dramáticamente una especie. Estas observaciones serían fundamentales en el desarrollo de su teoría, proporcionando un paralelismo claro entre la selección artificial y la selección natural. Y realizó además otras observaciones que, de haberlas comprendido correctamente, seguramente le hubieran llevado al descubrimiento de los mecanismos de la herencia.

Busto de Charles Darwin — Andrew Martin / Pixabay

Con la cabeza metida en la boca del dragón

En sus estudios con plantas, en un intento por desentrañar los mecanismos que mueven a la evolución y cómo la presión selectiva causa que se fijen cambios patentes en las poblaciones de seres vivos, Charles Darwin centró su atención en una especie muy popular en jardinería: la boca de dragón (Antirrhinum majus).

Darwin era un hombre muy meticuloso y riguroso en su trabajo, y la boca de dragón le daba una oportunidad perfecta para mantener una sistematización en el estudio. Sus flores permanecen cerradas, hasta que un insecto de tamaño y fuerza suficiente como para abrirla entra a succionar su preciado néctar y, en el proceso, polinizar. Darwin aprovechó esta peculiaridad de la planta para controlar qué flores polinizar con cuáles, evitando a los polinizadores en su invernadero y sustituyéndolos por un pequeño pincel.

Gracias a la experimentación, pudo observar detenidamente cómo ciertas características de estas plantas se transmitían de generación en generación, y de qué forma se transmitían.

Boca de dragón polinizada por un abejorro — Thanasis Papazacharias / Pixabay

La prepotencia de caracteres, una herencia al margen de Mendel

Darwin se percató de un hecho fascinante: no todos los descendientes de su experimento heredaban todos los rasgos de los padres, sino que algunos rasgos dominaban sobre otros. Es más, en ocasiones, los descendientes parecían conservar los rasgos silenciados de sus padres, pero sin expresarlos, para aportarlos después a su descendencia, que sí los mostraba. Por ejemplo, al cruzar una flor roja con una blanca, toda la descendencia presentaba coloración roja, pero al cruzar a dos de estas plantas resultantes entre sí, aparecía una minoría que recuperaba el color blanco.

Darwin llamó a este fenómeno la prepotencia de caracteres, y su descripción era una versión incipiente de lo que Mendel definiría como la separación de los alelos dominantes y recesivos. Darwin hipotetizó que este mecanismo de herencia era un componente fundamental en el motor de la evolución, que permite que ciertos rasgos se propaguen a través de las generaciones con más éxito que otros. Sin embargo, carecía del marco conceptual y metodológico para desentrañar por completo los mecanismos subyacentes. Por otro lado, Darwin se mostraba reacio a abandonar la idea de la pangénesis, legado lamarckista presente en su obra, e incompatible con la herencia genética.

Plantas de boca de dragón con flores de distintos colores — Pixabay

El contexto temporal es relevante, porque aunque no hay constancia de cuándo realizó Darwin estos experimentos, es muy probable que fuera antes de la primera publicación de El origen de las Especies, en 1859. Sin embargo, en esta obra destacó que «las leyes que rigen la herencia son bastante desconocidas», sentencia que alteró levemente en su quinta edición, en 1869, por «las leyes que rigen la herencia son, en su mayor parte, desconocidas». Este cambio coincide temporalmente con la presentación del concepto de prepotencia, expresado en la primera edición de La variación de animales y plantas bajo domesticación en 1868.

Por su parte, Gregor Mendel, agustino austriaco, sí fue capaz de desentrañar los misterios de la herencia genética. Presentó sus resultados en la Sociedad de Historia Natural de Brno en 1865, y fueron publicados un año más tarde.

Representación de la primera y segunda leyes de Mendel en flores de guisante; similar a la prepotencia descubierta por Darwin con las flores de boca de dragón — (CC) Sciencia58 / Wikimedia

El legado de Darwin en la genética

A pesar de que Charles Darwin no descifró por completo los misterios de la herencia genética durante su vida, su incansable investigación y su enfoque empírico sentaron las bases sobre las cuales se construyó la genética moderna. El trabajo de Darwin influenció a un gran número de científicos contemporáneos y posteriores, incluido Mendel.

Es sabido que Gregor Mendel contaba con una copia en alemán de El origen de las especies, y si bien se piensa que el padre de la genética pudo haber intentado comunicarse con Darwin, es lamentable que este último no conociera los resultados de Mendel, que habrían podido complementar y fortalecer su teoría de la evolución.

Busto de Gregor Mendel — (CC) Michal Mañas / Wikimedia

Las leyes de Mendel no fueron tomadas en cuenta por la comunidad científica hasta el año 1900, fecha de su redescubrimiento, prácticamente simultáneo, por tres botánicos: el holandés Hugo de Vries, el austriaco Eric Von Tschermak y el alemán Carl Erich Correns. Todos ellos por separado y desconocedores del trabajo de Mendel. Fue Correns quien, en una revisión de la bibliografía posterior a sus publicaciones, encontró los trabajos del fraile agustino y le dio su merecido reconocimiento. En esta fecha, tanto Mendel (1822-1884) como Darwin (1809-1882) ya habían fallecido.

En las primeras décadas del siglo XX, se produjo la integración de las leyes de la herencia mendeliana con la teoría de la evolución de Darwin, dando lugar a la síntesis evolutiva moderna. Una teoría que transformó nuestra comprensión de la biología. Este marco teórico demostró que las mutaciones en los genes conducen a la variación en los rasgos sobre los que la selección natural puede actuar, proporcionando un mecanismo detallado para la evolución. Una de las teorías científicas más sólidas y mejor comprobadas.

Así, aunque Darwin no descubriera las leyes de la herencia, si estuvo a las puertas del hallazgo, y su trabajo continúa inspirando a científicos de todo el mundo en la búsqueda de los secretos de la vida.

Referencias:

  • Darwin, C. R. 1893. The variation of animals and plants under domestication. J. Murray.
  • Fairbanks, D. J. et al. 2016. Darwin’s Influence on Mendel: Evidence from a New Translation of Mendel’s Paper. Genetics, 204(2), 401-405. DOI: 10.1534/genetics.116.194613
  • Liu, Y. 2018. Chapter One - Darwin and Mendel: The Historical Connection. En D. Kumar (Ed.), Advances in Genetics (Vol. 102, pp. 1-25). Academic Press. DOI: 10.1016/bs.adgen.2018.05.006
  • Noguera-Solano, R. et al. 2009. Darwin and Inheritance: The Influence of Prosper Lucas. Journal of the History of Biology, 42(4), 685-714. DOI: 10.1007/s10739-008-9175-7
  • Solano, R. N. et al. 2006. La tinta invisible: Darwin y la fuerza de la herencia. Arbor, 182(718), 207-217. DOI: 10.3989/arbor.2006.i718.23

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