La Revolución Industrial, iniciada en Inglaterra a finales del siglo XVIII, transformó radicalmente la economía, la sociedad y la forma de vida de millones de personas. El paso de una economía agrícola y artesanal a otra dominada por las fábricas y la producción en masa marcó el inicio de la modernidad.
La máquina de vapor de James Watt, los telares mecánicos y el ferrocarril fueron símbolos de esta era. La producción se aceleró, las ciudades crecieron desmesuradamente y surgieron nuevas clases sociales, como la burguesía industrial y el proletariado urbano. Sin embargo, también trajo consigo desigualdades, explotación laboral y problemas medioambientales que siguen resonando en la actualidad.
La Revolución Industrial no se limitó a Inglaterra: pronto se extendió a Europa continental, Estados Unidos y Japón. Fue acompañada por innovaciones como la electricidad, el acero barato y el motor de combustión interna. Todo ello cambió el transporte, la comunicación y hasta la organización del trabajo.
Fue una época de luces y sombras, pero sin ella no entenderíamos el mundo moderno.
