Un hallazgo inesperado está dando de qué hablar en el equipo de la misión Mars 2020. En una zona cercana al cráter Jezero, el rover Perseverance detectó una roca de aspecto inusual que no se parece a nada de lo que había visto en su recorrido por Marte. La pieza, bautizada como Phippsaksla, tiene una composición que no coincide con la del terreno donde apareció, y eso ha despertado preguntas que van más allá de la simple curiosidad geológica. La NASA sospecha que podría ser un meteorito metálico, algo que, aunque se ha visto en otras misiones, aún no se había identificado en esta parte del planeta.
El hallazgo ocurrió mientras el rover estudiaba un área conocida como Vernodden, donde el paisaje está dominado por rocas bajas, planas y muy erosionadas. En medio de ese entorno apareció un bloque que sobresalía claramente del resto, como si hubiera sido colocado allí a propósito. Los científicos seleccionaron el objetivo para examinarlo con detenimiento, sorprendidos por su forma tallada y su altura inusual para la zona. Desde el primer vistazo, Phippsaksla se convirtió en un sospechoso de “no ser de aquí”.
Las primeras imágenes tomadas por las cámaras Mastcam-Z mostraron una textura llena de agujeros y cavidades, cubierta en parte por arena oscura. Esa superficie tan diferente reforzó la idea de que algo no encajaba. Perseverance no tardó en emplear sus instrumentos para analizar la composición de la roca, buscando pistas que permitieran comprender su origen. Lo que encontró abrió una línea de investigación que todavía continúa.

Una roca que no encaja en el paisaje
Cuando el equipo vio por primera vez a Phippsaksla, quedó claro que no se parecía a ninguna de las rocas habituales del lugar. Tenía una forma elevada, casi sobresaliente, en una zona donde domina el material fragmentado y las superficies planas. Su simple presencia ya sugería que no pertenecía al mismo proceso geológico que moldeó el resto del entorno, y por eso se convirtió en un objetivo prioritario para el análisis. Este contraste visual fue el primer indicio de que el hallazgo podía ser relevante.
Las cámaras de Perseverance captaron la roca desde distintas distancias, revelando detalles llamativos: múltiples perforaciones, bordes irregulares y una textura que parecía haber sido moldeada por largos periodos de erosión.
La coloración, entre tonos anaranjados y arenas oscuras, reforzaba esa apariencia peculiar. Era una pieza distinta, con una anatomía difícil de atribuir a los procesos habituales de la región.
El aspecto por sí solo no permite determinar el origen de una roca en Marte, pero sí orienta hacia qué vale la pena investigar. El contraste entre Phippsaksla y las rocas circundantes fue lo que llevó a los científicos a examinarla con detalle, conscientes de que en Marte un bloque fuera de lugar puede esconder pistas sobre impactos, procesos antiguos o incluso eventos ocurridos más allá del planeta.
El análisis que despertó sospechas
Una vez seleccionada, Perseverance utilizó su instrumento SuperCam para estudiar la química del objeto. Este sistema combina láser, cámara y espectrómetros capaces de detectar los elementos presentes en la superficie de una roca a partir de la luz que emite al ser golpeada por el láser.
El resultado mostró una alta concentración de hierro y níquel, una señal inmediata de que la roca no se formó como el resto del terreno donde fue hallada. Esa composición es típica de los meteoritos metálicos que proceden del interior de grandes asteroides.
Este tipo de meteoritos se forma cuando minerales pesados se concentran en el núcleo de cuerpos rocosos en las primeras etapas del sistema solar. Con el tiempo, fragmentos de esos núcleos pueden separarse tras colisiones y viajar hasta planetas como Marte. Por eso, cuando el equipo vio esa combinación de elementos, la sospecha de un origen externo se volvió mucho más fuerte. El hallazgo dejaba de ser una rareza visual para convertirse en un posible visitante interplanetario.
SuperCam no solo confirmó que la composición era inusual, sino que la proporción de hierro y níquel coincidía con la de otros meteoritos ya identificados por rovers anteriores. El hallazgo, sin embargo, aún requiere análisis adicionales para confirmar oficialmente que se trata de un meteorito, ya que los científicos buscan descartar cualquier proceso local que pudiera haber producido algo similar. Esa verificación es clave antes de catalogarlo como una pieza llegada desde otro punto del espacio.

El peso de los precedentes
No sería la primera vez que un rover encuentra meteoritos metálicos en Marte. Misiones anteriores, como Curiosity en el cráter Gale o los históricos Opportunity y Spirit, descubrieron fragmentos similares durante sus recorridos. Entre ellos se encuentran objetos tan llamativos como el meteorito Lebanon, de aproximadamente un metro de ancho, hallado en 2014, o el meteorito Cacao, identificado en 2023. Estos antecedentes muestran que Marte no es ajeno a recibir visitantes rocosos del espacio, y que este tipo de meteoritos no son exclusivos de una región concreta.
A pesar de esa lista de hallazgos previos, resultaba sorprendente que Perseverance no hubiera detectado ninguno en Jezero hasta ahora. El cráter tiene una edad y unas condiciones comparables a las de Gale, donde sí aparecieron estos objetos.
Además, la presencia de múltiples cráteres pequeños en la zona sugiere que el impacto de meteoritos ha sido constante a lo largo del tiempo. La ausencia de meteoritos metálicos identificados levantó dudas durante años en el equipo científico.
La detección de Phippsaksla rompe esa racha y abre nuevas preguntas sobre la distribución de este tipo de rocas en Marte. El hallazgo podría ayudar a reconstruir cómo se han repartido estos meteoritos en el planeta, si existen diferencias entre regiones y qué factores determinan su supervivencia en la superficie marciana. Es un descubrimiento pequeño en tamaño, pero grande en lo que puede aportar a la historia geológica del planeta.
Por qué este hallazgo importa
Más allá de la curiosidad natural que despierta cualquier roca extraña, identificar un meteorito metálico en Marte tiene un valor científico importante. Estos objetos conservan información sobre las primeras etapas del sistema solar, cuando los asteroides se estaban formando y diferenciando.
Encontrar uno bien preservado en Marte ofrece una cápsula del tiempo de procesos que ocurrieron hace miles de millones de años, en un entorno que no está tan alterado como la Tierra. Esto permite estudiar materiales muy antiguos sin que la erosión terrestre los haya modificado.
Además, estudiar cómo estos meteoritos interactúan con la superficie marciana ayuda a entender la historia ambiental del planeta. Su estado de conservación, la forma en que se erosionan y el tipo de sedimentos que se acumulan en sus cavidades pueden revelar información sobre el viento, la arena y la humedad pasada. Cada detalle cuenta para reconstruir el clima antiguo de Marte y para comprender mejor los cambios que ha experimentado.
La posible confirmación de Phippsaksla como meteorito también fortalece la misión de Perseverance, cuyo objetivo es estudiar la habitabilidad pasada del planeta y preparar el camino para la futura devolución de muestras a la Tierra. Cada nuevo hallazgo amplía el mapa geológico que el rover está construyendo, permitiendo comparar materiales muy distintos entre sí y comprender mejor cómo se formaron los distintos ambientes marcianos.

Lo que viene ahora
Aunque los resultados iniciales son prometedores, todavía falta el paso más importante: confirmar oficialmente si Phippsaksla es un meteorito. Para eso, el equipo continuará estudiando la roca y comparará sus características con las de otros meteoritos identificados en Marte.
Esa verificación es esencial para incluirla en la lista de hallazgos confirmados por un rover, una lista que ha ido creciendo a lo largo de dos décadas de exploración robótica. Solo entonces podremos afirmar con total seguridad que este objeto llegó desde lejos.
Si se confirma, el equipo evaluará si vale la pena tomar muestras del objeto en el futuro. Perseverance ya cuenta con un sistema de recolección de muestras que permite guardar fragmentos para su posible envío a la Tierra mediante una misión posterior. Aunque el rover no puede transportarlas por sí mismo, deja preparados contenedores para que una futura nave los recupere. Este proceso forma parte de uno de los proyectos científicos más ambiciosos de las próximas décadas.
Mientras tanto, el hallazgo se suma al largo recorrido de Perseverance, que ya ha investigado antiguos cauces de ríos, buscado señales químicas asociadas a vida pasada y batido récords de distancia recorrida por un vehículo en otro planeta. La aparición de una roca que podría no ser marciana confirma que la misión aún tiene mucho por descubrir, y que incluso después de años en Marte, el planeta sigue guardando sorpresas que desafían lo que creíamos conocer.
Referencias
- Bedford, C. (2025, November 13). A Stranger in Our Midst? — Perseverance encounters a possible meteorite. NASA Science. https://science.nasa.gov/blog/a-stranger-in-our-midst/