La Luna también tiembla: científicos descubren sismos antiguos bajo el valle del Apolo 17 que podrían afectar futuras bases humanas

Un nuevo estudio revela que el terreno lunar cerca del Apolo 17 cambió por sismos internos y no por impactos, una señal clave para planificar futuras bases humanas. La Luna también tiembla, aunque no lo parezca.
Sismos poco profundos sacudieron el valle del Apolo 17 durante millones de años, según un nuevo estudio científico. Fuente: iStock / Science Advances.
Sismos poco profundos sacudieron el valle del Apolo 17 durante millones de años, según un nuevo estudio científico. Fuente: iStock / Science Advances.

Durante décadas se creyó que la superficie lunar solo cambiaba por golpes del espacio, pero las huellas dejadas en el valle Taurus-Littrow cuentan otra historia. La evidencia apunta a terremotos lunares poco profundos que alteraron el paisaje durante millones de años. Ese valle, donde caminaron los últimos astronautas del programa Apolo, se ha convertido ahora en una pieza central para entender los riesgos de habitar la Luna a largo plazo.

El punto de partida del estudio es un lugar bien conocido: el sitio de aterrizaje del Apolo 17 en 1972. Allí, los astronautas observaron grandes rocas caídas y extensos deslizamientos de polvo lunar, señales que durante años se atribuyeron a impactos de meteoritos. El nuevo análisis indica que esas marcas encajan mejor con sacudidas sísmicas internas.

Los investigadores revisaron rocas y depósitos que fueron muestreados directamente por los astronautas, lo que permite saber cuánto tiempo llevan expuestos en la superficie. Esas “edades de exposición” funcionan como un reloj natural del terreno lunar. Gracias a ellas, se pudo reconstruir una secuencia de eventos que se extiende hasta unos 90 millones de años atrás.

El patrón temporal es claro: no se trata de un solo evento aislado, sino de varios episodios de movimiento del suelo. El valle fue sacudido repetidas veces por sismos moderados a lo largo de millones de años. Esa repetición es clave para entender cómo se formó y creció una falla geológica que atraviesa la zona.

Rocas analizadas en el valle Taurus-Littrow, muestreadas por los astronautas del Apolo 17, cuya posición y caída ayudaron a reconstruir antiguos sismos lunares. Crédito: Science Advances.
Rocas analizadas en el valle Taurus-Littrow, muestreadas por los astronautas del Apolo 17, cuya posición y caída ayudaron a reconstruir antiguos sismos lunares. Crédito: Science Advances.

La falla que no está dormida

El estudio identifica a la falla Lee-Lincoln como la principal responsable de los sismos antiguos del valle. Se trata de una fractura joven, visible en la superficie, que corta el suelo lunar como una cicatriz. Esta falla se habría activado en varios episodios, no en uno solo.

A partir del tamaño de las rocas caídas y de la pendiente desde la que rodaron, los científicos estimaron cuánta sacudida fue necesaria para moverlas. Las cuentas llevan a sismos de magnitud cercana a 3, pequeños en la Tierra pero relevantes en la Luna. Al ocurrir muy cerca de la superficie, su efecto local puede ser notable.

Lo importante no es solo la magnitud, sino la repetición. La falla Lee-Lincoln habría producido varios sismos similares a lo largo del tiempo. Esto sugiere que la Luna, aunque geológicamente más tranquila que la Tierra, no es un cuerpo completamente inactivo.

Cómo se mide un terremoto sin sismógrafos

La Luna no cuenta hoy con una red moderna de sismógrafos como la terrestre, así que el equipo recurrió a pistas visibles. Las rocas caídas y los deslizamientos funcionan como indicadores naturales de sacudidas pasadas. Si una roca grande se movió, el suelo tuvo que vibrar lo suficiente.

Los autores calcularon la aceleración mínima del terreno necesaria para que esas rocas perdieran el equilibrio. En varios casos, la sacudida requerida fue comparable a una fracción importante de la gravedad lunar. Eso descarta movimientos leves y apunta a eventos sísmicos bien definidos. Luego, los científicos simularon cómo se propagan las ondas sísmicas en la corteza lunar, que es muy fracturada. Los modelos muestran que un sismo moderado en la falla explicaría las huellas observadas. No hace falta invocar un gran impacto cercano para justificar el paisaje actual.

Comparación entre simulaciones de sacudidas sísmicas en la falla Lee-Lincoln y registros reales de las misiones Apolo, que muestran cómo se propagan los sismos lunares. Crédito: Science Advances.
Comparación entre simulaciones de sacudidas sísmicas en la falla Lee-Lincoln y registros reales de las misiones Apolo, que muestran cómo se propagan los sismos lunares. Crédito: Science Advances.

¿Fue peligroso para los astronautas?

Una de las preguntas inevitables es qué habría pasado si uno de esos sismos hubiera ocurrido durante la misión Apolo 17. Los investigadores abordaron esta cuestión con números, no con suposiciones. La probabilidad de que un evento capaz de causar daños ocurriera durante los pocos días que duró la misión era extremadamente baja.

Según sus estimaciones, la posibilidad de un sismo potencialmente peligroso en cualquier día concreto es tan pequeña que, estadísticamente, los astronautas no estuvieron expuestos a un riesgo significativo.

Para ponerlo en perspectiva, los autores calcularon la aceleración del suelo que habría sido necesaria para afectar la estabilidad del módulo lunar. Solo una sacudida fuerte y muy cercana a la falla habría generado un movimiento capaz de poner en aprietos a la nave. En ese escenario extremo, el riesgo no habría provenido del colapso del terreno, sino de la dificultad de mantener el equilibrio de una estructura relativamente alta apoyada sobre una superficie granular como el regolito lunar.

El análisis también deja claro por qué este tema adquiere otro peso cuando se habla de presencia humana prolongada. El riesgo no aumenta porque los sismos sean más frecuentes, sino porque el tiempo de exposición se multiplica. Una misión de días, como las del programa Apolo, podía confiar en la estadística; una base habitada durante años ya no puede hacerlo con la misma ligereza.

No se trata de una amenaza constante ni inminente, pero sí de un factor real que debe incorporarse a la planificación, del mismo modo que se evalúan la radiación, las temperaturas extremas o el desgaste de los materiales en la superficie lunar.

Vista del valle Taurus-Littrow y las zonas de origen de grandes rocas estudiadas, clave para reconstruir antiguos sismos lunares. Crédito: Science Advances.
Vista del valle Taurus-Littrow y las zonas de origen de grandes rocas estudiadas, clave para reconstruir antiguos sismos lunares. Crédito: Science Advances.

Lo que cambia para volver a la Luna

El estudio introduce un matiz clave en la planificación del regreso humano a la Luna: el suelo importa tanto como el destino. Ubicar infraestructuras cerca de fallas geológicamente jóvenes supone asumir un riesgo evitable. Los autores señalan que, aunque la probabilidad de un sismo fuerte sea baja, la sacudida del terreno disminuye rápidamente con la distancia, por lo que elegir zonas alejadas de escarpes recientes puede marcar una diferencia significativa en términos de seguridad.

La investigación también obliga a mirar con más detalle el diseño de los sistemas de aterrizaje y de los futuros hábitats. Las estructuras altas y estrechas son más vulnerables a aceleraciones moderadas del suelo, incluso si el terreno no se fractura. Esto implica que la estabilidad no depende solo de la intensidad del sismo, sino de cómo la nave o la base distribuye su peso y absorbe las vibraciones en una superficie cubierta de regolito suelto.

Más allá del diseño y la ubicación, el trabajo refuerza una necesidad largamente asumida pero aún pendiente: medir mejor lo que ocurre bajo la superficie lunar. Una red moderna de sismómetros permitiría identificar zonas activas y evaluar riesgos con mayor precisión.

A diferencia de la era Apolo, las próximas misiones contarán con tecnología capaz de registrar incluso sacudidas muy débiles, lo que ayudará a construir un mapa sísmico más fiable y a convertir la exploración lunar en una actividad cada vez más predecible y segura.

Referencias

  • Watters, T. R., & Schmerr, N. C. (2025). Paleoseismic activity in the moon’s Taurus-Littrow valley inferred from boulder falls and landslides. Science Advances11(31), eadu3201. doi: 10.1126/sciadv.adu3201

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