Durante décadas, los estudios con gemelos idénticos criados en distintos hogares fueron la prueba favorita para quienes defendían que la inteligencia era, sobre todo, una cuestión genética. Si dos personas con el mismo ADN obtenían resultados parecidos en pruebas de coeficiente intelectual, la conclusión parecía obvia: la genética manda. Pero un nuevo análisis publicado en la revista Acta Psychologica cuestiona esa certeza. Los gemelos idénticos pueden tener diferencias de CI tan grandes como dos desconocidos si su educación es muy distinta.
El trabajo fue realizado por el neurocientífico cognitivo Jared Horvath y la investigadora en desarrollo Katie Fabricant. Ambos recopilaron todos los casos disponibles de gemelos monocigóticos criados por separado —87 pares en total— y revisaron un detalle que la mayoría de los estudios anteriores había pasado por alto: la escolaridad. Hasta ahora, la mayor parte de las comparaciones se hacía con promedios globales, sin tener en cuenta si uno de los gemelos había estudiado más años, asistido a otro tipo de escuela o recibido una enseñanza distinta.
El nuevo análisis muestra que ese descuido podía haber distorsionado décadas de conclusiones. Cuando la educación de los gemelos era parecida, sus resultados de inteligencia también lo eran; cuando sus experiencias escolares se alejaban, sus diferencias crecían de forma notable.

Qué descubrieron exactamente los investigadores
Los autores clasificaron a las parejas de gemelos según su grado de similitud educativa: desde quienes cursaron estudios casi idénticos hasta los que tuvieron trayectorias completamente distintas. Luego compararon sus diferencias de CI.
Las parejas con educación similar diferían apenas seis puntos en promedio, una brecha muy pequeña. En cambio, las que estudiaron en sistemas o países distintos podían llegar a separarse hasta quince puntos.
En términos sencillos, eso significa que un gemelo que asistió a un colegio exigente y completó más años de estudio tendía a obtener un CI significativamente más alto que su hermano, incluso teniendo exactamente los mismos genes. La educación no solo influye: redefine la manera en que la genética se expresa en el rendimiento cognitivo.
El patrón se repite al observar la correlación entre los CI de los gemelos, una medida que suele usarse para estimar el peso de la herencia. Cuando la educación era parecida, esa correlación se mantenía alta, casi igual a la de gemelos criados juntos. Pero a medida que las diferencias escolares crecían, esa relación se debilitaba hasta niveles comparables con la de hermanos no gemelos o incluso con personas sin parentesco.
Por qué este hallazgo es tan importante
El estudio no solo ofrece un nuevo dato estadístico, sino que cuestiona el modo en que se ha interpretado el papel de la genética durante más de un siglo. La educación puede alterar los mismos indicadores que se usaban como prueba del origen genético de la inteligencia.
Si la correlación entre gemelos idénticos depende del entorno educativo, entonces las conclusiones clásicas sobre “cuánto pesa la herencia” necesitan revisarse.
Esto no significa que la genética no influya en la inteligencia, sino que su efecto no es fijo ni absoluto. Las experiencias escolares pueden potenciar o limitar ese potencial genético. En palabras de los investigadores, los factores que moldean el CI “trascienden a maestros o compañeros específicos” y parecen vincularse con aspectos generales del sistema educativo, como la duración de los estudios o la calidad de la enseñanza.
El trabajo también expone una debilidad metodológica del campo: la mayoría de los estudios previos publicaban solo datos agregados, lo que ocultaba las diferencias individuales. Horvath y Fabricant sostienen que es hora de cambiar de enfoque y analizar cada caso por separado, compartiendo los datos completos para permitir nuevas revisiones.

Lo que aún falta por entender
El estudio no pretende tener la última palabra. De hecho, sus propios autores advierten que la muestra con diferencias educativas muy amplias es pequeña y que aún faltan datos de muchas regiones del mundo. Pero la tendencia observada es lo suficientemente fuerte como para replantear viejas certezas.
Otros factores, como la nutrición, la salud o el nivel socioeconómico, también pueden influir en el desarrollo cognitivo, y muchos de ellos están relacionados de una u otra forma con la educación. Por eso, los investigadores creen que entender el papel del aprendizaje formal es clave para interpretar correctamente las diferencias de inteligencia.
En paralelo, los avances en epigenética aportan una nueva capa de explicación: los gemelos comparten los mismos genes, pero no necesariamente las mismas “instrucciones” de activación. Las experiencias de vida —entre ellas la escuela— pueden modificar cómo se expresan esos genes, creando diferencias biológicas reales a partir de entornos distintos.

Un nuevo punto de partida para la ciencia del CI
El trabajo de Horvath y Fabricant invita a repensar la vieja disputa entre “naturaleza” y “crianza”. No se trata de elegir entre una u otra, sino de entender cómo interactúan. La inteligencia, tal como la medimos, parece ser menos un destino biológico y más un resultado de la educación y las oportunidades.
Los autores llaman a abandonar los grandes estudios agregados y concentrarse en historias individuales, donde los detalles de la vida cotidiana —la escuela, los profesores, el entorno familiar— revelen su verdadero impacto. También piden que las bases de datos históricas se abran a la comunidad científica para que otros puedan verificar y ampliar los hallazgos.
Referencias
- Horvath, J. C., & Fabricant, K. (2025). IQ differences of identical twins reared apart are significantly influenced by educational differences. Acta Psychologica, 257, 105072. doi: 10.1016/j.actpsy.2025.105072