En el suelo húmedo, donde la vida se mide en micrómetros, unos gusanos casi imperceptibles han desarrollado una estrategia de caza que parece salida de un laboratorio de física. Se trata de los nematodos entomopatógenos, parásitos que atacan a insectos y que ahora se sabe que utilizan la electricidad estática para alcanzar a sus víctimas voladoras. Estos minúsculos organismos, de apenas 0,4 milímetros de largo, son capaces de lanzarse al aire y ser “atraídos” hacia sus presas por fuerzas eléctricas naturales. Lo que para nosotros es el mismo fenómeno que hace que el cabello se erice al frotar un globo, para ellos es la diferencia entre la vida y la muerte.
Investigadores de la Universidad de Emory, la Universidad de California en Berkeley y otras instituciones descubrieron que estos gusanos saltadores logran adherirse a insectos cargados eléctricamente, como las moscas de la fruta, aumentando de forma drástica sus posibilidades de éxito. Con cámaras que graban a 10.000 cuadros por segundo, observaron que los gusanos no solo saltan: sus trayectorias se curvan en el aire, giran y cambian de dirección para engancharse al insecto cargado, como si una fuerza invisible los guiara.
Sin electricidad, el salto casi siempre termina en fracaso. En los experimentos, solo uno de cada 19 gusanos lograba tocar al insecto cuando no había carga eléctrica. Pero cuando las moscas estaban cargadas con un voltaje similar al que generan al volar (entre 100 y 700 voltios), los 19 gusanos lo lograban. La electricidad estática convierte un salto a ciegas en un ataque certero, transformando una jugada desesperada en una estrategia de supervivencia altamente efectiva.

El secreto está en la carga
Los científicos comprobaron que las moscas y muchos otros insectos acumulan electricidad estática de forma natural al volar o rozar superficies. Esa carga positiva crea un pequeño campo eléctrico a su alrededor.
Cuando un gusano parásito salta desde una superficie húmeda del suelo, su cuerpo actúa como un conductor: la electricidad del insecto induce una carga negativa en el gusano, y en el instante en que se separa del suelo, ambos comienzan a atraerse mutuamente.
Esta atracción no es una metáfora, es pura física. A medida que el gusano se eleva, la fuerza eléctrica aumenta, tirando de él con más intensidad conforme se acerca al insecto. Así, incluso si el salto no fue perfectamente dirigido, las leyes de la electrostática corrigen el error.
Los investigadores calcularon que los gusanos acumulan una carga aproximada de 0,1 picoculombios, una cantidad diminuta pero suficiente para generar una atracción real a esa escala microscópica. En el mundo de los organismos diminutos, la electricidad pesa más que la gravedad.
El equipo usó modelos informáticos para confirmar lo que las cámaras mostraban. Simulaciones basadas en los principios de la física predijeron que a 100 voltios el gusano tendría un 10 % de probabilidades de alcanzar al insecto, mientras que a 700 voltios esa cifra subía por encima del 60 %. La conclusión fue clara: la electricidad no solo ayuda, es el factor que transforma un salto imposible en un ataque confiable.
Cuando el viento ayuda al cazador
La historia no termina en el laboratorio. En la naturaleza, los gusanos no viven en cámaras de ensayo, sino en suelos expuestos al viento y la humedad. Por eso, los científicos quisieron probar qué pasaba si añadían una brisa ligera al experimento. Para ello construyeron un pequeño túnel de viento y observaron cómo los nematodos saltaban en una corriente de aire de apenas 0,2 metros por segundo. El resultado fue sorprendente: el viento no los alejaba, los ayudaba.
Esa brisa suave levantaba a los gusanos por encima de la capa de aire más densa y lenta, permitiéndoles deslizarse a mayor velocidad mientras la carga eléctrica del insecto seguía atrayéndolos.
Gracias a esa combinación, las probabilidades de engancharse al huésped aumentaban aún más, llegando a superar el 70 % en los modelos computacionales. Es decir, una leve corriente de aire puede extender el alcance del parásito, permitiéndole “corregir” su salto incluso a mayor distancia.
Cuando el viento es demasiado fuerte, el efecto se pierde: el gusano es arrastrado antes de que la electricidad pueda atraerlo. Pero en velocidades intermedias, la combinación de viento y campo eléctrico se convierte en un aliado inesperado. La naturaleza parece haber ajustado su propio equilibrio entre aire y electricidad para beneficiar a estos diminutos cazadores.

De parásitos agrícolas a maestros de la física natural
Estos nematodos, conocidos como Steinernema carpocapsae, no son simples curiosidades científicas. Se usan como biopesticidas naturales en la agricultura para controlar plagas de insectos. Su ciclo de vida depende por completo de encontrar y colonizar a un insecto hospedador: una vez dentro, liberan bacterias simbióticas que matan a la víctima y les proporcionan alimento. Sin un salto exitoso, mueren de hambre o son devorados por otros organismos del suelo.
Por eso, este hallazgo no solo explica una proeza física, sino una ventaja evolutiva clave. La electricidad estática, una fuerza omnipresente en la atmósfera, se convierte en una herramienta de supervivencia.
La investigación muestra cómo las fuerzas invisibles que damos por sentadas moldean interacciones biológicas en escalas tan pequeñas que apenas las percibimos. En otras palabras, la física cotidiana que experimentamos sin notarlo es, para estos gusanos, un sistema de navegación vital.
Los científicos también observaron que no todos los gusanos se cargan igual. Aquellos con menos carga tienden a saltar más rápido, compensando con impulso lo que les falta en atracción eléctrica. Esa variabilidad sugiere que las especies podrían estar afinando su técnica de caza según las condiciones del entorno. La evolución, en este caso, no inventó un nuevo órgano, sino que aprovechó una ley física universal.

Un mundo gobernado por fuerzas invisibles
La investigación, publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, abre una ventana fascinante a cómo las fuerzas eléctricas naturales afectan la vida a pequeña escala. Otros organismos también aprovechan estas fuerzas: las abejas y colibríes atraen polen gracias a su carga positiva; las telarañas se deforman para atrapar insectos cargados; y ciertos parásitos detectan el campo eléctrico de sus hospedadores para acercarse a ellos.
Los autores plantean que este fenómeno podría explicar incluso cómo algunos microorganismos y nematodos se dispersan a largas distancias. En tormentas o vientos húmedos, podrían quedar atrapados en gotitas cargadas y viajar kilómetros antes de volver al suelo. Es posible que este mismo principio contribuya a su distribución global, convirtiendo a la atmósfera en un medio de transporte biológico.
El hallazgo también abre un nuevo campo de investigación: entender cómo las cargas eléctricas, el viento y la humedad influyen en la supervivencia de seres diminutos. En definitiva, el estudio demuestra que el mundo microscópico no solo obedece a las leyes de la biología, sino que depende profundamente de las fuerzas físicas que gobiernan el entorno.
Referencias
- Ran, R., Burton, J. C., Kumar, S., Bhamla, S., Dillman, A. R., & Ortega-Jimenez, V. M. (2025). Electrostatics facilitate midair host attachment in parasitic jumping nematodes. Proceedings of the National Academy of Sciences, 122(42), e2503555122. doi: 10.1073/pnas.2503555122