Descubren en el Primer Templo de Jerusalén una advertencia asiria de 2.700 años: exigía al rey de Judá pagar tributo antes de una fecha límite o enfrentarse a represalias

Una pieza de apenas 2,5 centímetros, hallada cerca del Muro de las Lamentaciones, ha abierto una ventana inesperada a las tensiones diplomáticas entre Jerusalén y el Imperio Asirio hace 2.700 años.
Un diminuto fragmento de arcilla hallado en Jerusalén revela por primera vez cómo Asiria exigía tributos a los reyes de Judá hace 2.700 años
Un diminuto fragmento de arcilla hallado en Jerusalén revela por primera vez cómo Asiria exigía tributos a los reyes de Judá hace 2.700 años. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez/Autoridad de Antigüedades de Israel

Durante siglos, la historia antigua ha tenido más preguntas que respuestas. Cada hallazgo arqueológico permite iluminar fragmentos de un pasado lejano, pero pocas veces una pieza tan minúscula consigue provocar tanto revuelo en la comunidad científica como la que acaba de emerger en Jerusalén. Se trata de una pequeña inscripción cuneiforme en lengua acadia, grabada sobre un fragmento de sellado de arcilla, que habría formado parte de una carta oficial enviada por el mismísimo Imperio Asirio al Reino de Judá. El contenido: una advertencia por el retraso en el pago de tributos. ¿El contexto? Un periodo de tensión, rebelión e inestabilidad en la región, justo en los años previos al enfrentamiento entre el rey Ezequías y el temido emperador Senaquerib.

Este hallazgo no solo representa la primera inscripción asiria descubierta en Jerusalén perteneciente a la época del Primer Templo, sino que también aporta evidencia directa —y hasta ahora inédita— de la comunicación oficial entre Asiria y el gobierno de Judá. No es solo un fragmento de historia; es una línea perdida de un capítulo bíblico.

Una carta imperial en miniatura

La inscripción, escrita en cuneiforme sobre arcilla importada del norte de Mesopotamia, fue descubierta durante un proceso de cribado de tierra procedente de las excavaciones arqueológicas en el área del Parque Arqueológico de Davidson, junto al Monte del Templo. A pesar de su diminuto tamaño, el fragmento conserva referencias clave: una fecha (el primer día del mes de Av), una mención a un oficial del gobierno asirio (el “portador de las riendas”) y, sobre todo, una palabra que ha hecho saltar todas las alarmas históricas: “retraso”.

Esto sugiere que el documento original al que pertenecía esta inscripción era una carta o comunicado oficial que notificaba una demora en la entrega del tributo debido por Judá. Si bien no se ha conservado el destinatario, el contexto histórico señala claramente a uno de los reyes vasallos de Jerusalén, muy probablemente Ezequías o su hijo Manasés, ambos contemporáneos del apogeo del Imperio Asirio.

En una época en la que las palabras tenían tanto peso como las espadas, recibir un mensaje así desde Nínive o Ashur no era simplemente una queja administrativa: era una amenaza implícita. El retraso en el pago podía interpretarse como rebeldía, y la historia nos muestra que tales actos, reales o percibidos, solían pagarse caro.

La arqueóloga Ayala Zilberstein, directora de la excavación, sostiene la inscripción hallada
La arqueóloga Ayala Zilberstein, directora de la excavación, sostiene la inscripción hallada. Foto: Emil Aladjem / Autoridad de Antigüedades de Israel

Jerusalén bajo presión imperial

A finales del siglo VIII a.C., el Reino de Israel al norte ya había caído bajo el avance implacable de Asiria. Su capital, Samaria, fue arrasada, y sus habitantes deportados. Al sur, Judá sobrevivía en una delgada línea diplomática entre sumisión y resistencia. La Biblia describe cómo el rey Ezequías, al ascender al trono, decidió rebelarse y dejar de pagar tributo, provocando la violenta respuesta del rey Senaquerib, quien sitió Jerusalén en una de las campañas militares más documentadas del mundo antiguo.

Hasta ahora, sin embargo, la mayor parte de lo que sabíamos sobre esas tensiones venía de los relatos bíblicos y de los archivos imperiales asirios hallados en Nínive. Lo que faltaba era una pieza que mostrara la perspectiva local, una prueba de que estas interacciones se materializaban en Jerusalén y no solo se escribían en tierras lejanas.

Este fragmento, al haber sido encontrado en la capital judía, llena ese vacío. Y lo hace con contundencia.

Un fragmento de cerámica con escritura cuneiforme, datado en unos 2.700 años de antigüedad, fue descubierto durante excavaciones realizadas cerca del Monte del Templo en Jerusalén
Un fragmento de cerámica con escritura cuneiforme, datado en unos 2.700 años de antigüedad, fue descubierto durante excavaciones realizadas cerca del Monte del Templo en Jerusalén. Foto: Emil Aladjem / Autoridad de Antigüedades de Israel

Un mensajero real y una amenaza velada

La inscripción menciona al “que porta las riendas”, un título que en el sistema burocrático asirio designaba a oficiales de alto rango encargados de transmitir mensajes del palacio real. Este tipo de figuras no viajaban por asuntos menores: su presencia implicaba que la misiva era de suma importancia. Además, la forma curva del sellado y su estilo coinciden con los que se usaban para cerrar documentos oficiales enviados a otras ciudades del imperio.

La naturaleza del mensaje sugiere que Judá estaba incumpliendo plazos. Pero, ¿fue un descuido técnico o una maniobra política? El hecho de que se establezca una fecha límite —el primer día de Av— apunta a una advertencia precisa. La amenaza quizás no estaba escrita, pero era evidente. Quien no obedecía a Asiria, se arriesgaba a ser eliminado del mapa.

Aunque no se puede confirmar con exactitud si este fragmento está vinculado directamente a la rebelión de Ezequías, sí permite entender el clima de presión constante bajo el que gobernaban los monarcas de Judá.

Más allá de la Biblia: arqueología y geopolítica

Este hallazgo no solo pone en valor los relatos bíblicos, sino que también permite a los historiadores establecer puentes entre la narrativa religiosa y la evidencia arqueológica. Lo verdaderamente asombroso es cómo una simple pieza de arcilla puede dar soporte físico a episodios que durante mucho tiempo se consideraron exclusivamente parte de la tradición religiosa.

La tablilla conocida como Jerusalén 2, un fragmento de escritura cuneiforme cananea datado hacia el siglo XIII a. C., fue hallada durante las excavaciones dirigidas por Mazar en el Ofel en 2013
La tablilla conocida como Jerusalén 2, un fragmento de escritura cuneiforme cananea datado hacia el siglo XIII a. C., fue hallada durante las excavaciones dirigidas por Mazar en el Ofel en 2013. Foto: Ouria Tadmor / Ilustración: Takayoshi Oshima

Pero la importancia no se limita al contenido. El análisis petrográfico de la arcilla utilizada ha confirmado que su origen no es local. La composición mineral corresponde con la geología del valle del Tigris, lo que implica que la pieza fue elaborada en el corazón del Imperio Asirio —probablemente en Nínive, Ashur o Nimrud— y transportada hasta Jerusalén. Esto refuerza la hipótesis de que se trataba de un envío oficial, parte del aparato diplomático y administrativo del imperio más poderoso del mundo en ese momento.

El fragmento fue hallado en escombros asociados a un edificio monumental de la época del Primer Templo, ubicado al oeste del Monte del Templo. Aunque gran parte de la estructura aún no se ha excavado, los arqueólogos creen que servía como centro administrativo. Otros objetos hallados en la misma área —algunos aún no publicados— apuntan a una intensa actividad burocrática, probablemente conectada con el gobierno real.

Esto abre un nuevo capítulo en nuestra comprensión de Jerusalén durante el siglo VIII a.C.: no era solo un centro religioso, sino también un núcleo político activo, en diálogo constante con las potencias del momento.

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