Un hallazgo revolucionario: descubren que los humanos modernos del Paleolítico europeo no copiaron su tecnología del Levante, la inventaron ellos mismos

Un estudio arqueológico revela que los humanos modernos del Paleolítico desarrollaron sus herramientas por su cuenta, tanto en Europa como en el Levante, y al mismo tiempo.
Un nuevo hallazgo revela que los humanos del Paleolítico en Europa desarrollaron sus herramientas por su cuenta, sin copiar modelos del Levante
Un nuevo hallazgo revela que los humanos del Paleolítico en Europa desarrollaron sus herramientas por su cuenta, sin copiar modelos del Levante. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

Un estudio reciente desmonta una de las teorías más arraigadas de la arqueología: la idea de que las primeras innovaciones tecnológicas en Europa llegaron desde el Próximo Oriente. Nuevas evidencias muestran que los humanos modernos que habitaron el sur de Europa hace unos 42.000 años no importaron sus métodos desde la región del Levante, como se pensaba, sino que desarrollaron sus herramientas de manera independiente, respondiendo a desafíos comunes pero con soluciones propias.

El hallazgo, publicado en la revista Journal of Human Evolution por Armando Falcucci (Universidad de Tübingen) y Steven Kuhn (Universidad de Arizona), podría cambiar para siempre la forma en que entendemos la expansión humana por Eurasia durante la Edad de Piedra. A través de una comparación minuciosa y cuantitativa —la primera de su tipo— entre herramientas del Paleolítico temprano en Europa y Oriente Próximo, los investigadores han revelado que la aparente similitud entre culturas como la Protoauriñaciense y la Ahmariense es, en realidad, producto de caminos paralelos, no de una herencia común.

¿Copias o coincidencias?

Durante décadas, los arqueólogos han sostenido que el Protoauriñaciense, una cultura identificada en yacimientos del sur de Europa (como Grotta di Fumane, Riparo Bombrini y Castelcivita, en Italia), era una adaptación occidental del Ahmariense, presente en el Levante (principalmente en Ksar Akil, Líbano). Ambas se caracterizan por la producción de herramientas pequeñas —hojas y laminitas— pensadas para ser ensambladas en armas más complejas, como lanzas o proyectiles.

La lógica era sencilla: si se parecen tanto, debieron compartir origen. La región del Levante, paso obligado de las migraciones humanas desde África hacia Europa, parecía el candidato perfecto. Pero la investigación liderada por Falcucci y Kuhn rompe con ese razonamiento. Usando análisis estadísticos sobre miles de artefactos líticos, los autores demuestran que, aunque el resultado final de las herramientas era similar, el proceso para fabricarlas era radicalmente distinto.

Ejemplos de herramientas de piedra pertenecientes a la cultura ahmariense halladas en el yacimiento de Ksar Akil
Ejemplos de herramientas de piedra pertenecientes a la cultura ahmariense halladas en el yacimiento de Ksar Akil. Fuente: Armando Falcucci

Técnicas diferentes, ideas similares

En Oriente Próximo, los artesanos ahmarienses utilizaban técnicas bidireccionales para tallar sus núcleos de piedra: trabajaban el material desde dos direcciones para extraer hojas de tamaño uniforme. En cambio, los grupos protoaurignacienses de Europa se valían de técnicas unidireccionales, más simples en apariencia, pero muy eficientes para producir pequeñas laminitas desde una sola plataforma.

Las diferencias se hacen aún más evidentes cuando se estudian las capas superiores del yacimiento de Ksar Akil, correspondientes al llamado “post-Ahmariense”. Allí aparecen herramientas aún más sofisticadas, como las laminitas torsionadas extraídas de núcleos tipo buril o carenados, algo que apenas se encuentra en Europa.

A pesar de que en ambos casos se aprecia una tendencia clara hacia la miniaturización —probablemente motivada por la creciente movilidad y la necesidad de proyectiles más precisos y transportables—, los caminos para llegar a esa meta fueron completamente distintos. Es decir, no hubo una transferencia directa de conocimientos desde el Levante hacia Europa: cada grupo resolvió de forma independiente el mismo problema tecnológico.

La convergencia como motor de la Historia

La idea de “convergencia cultural” no es nueva, pero en arqueología siempre ha sido una explicación menos atractiva que la difusión o la migración. Este estudio le da un respaldo sólido: dos culturas distintas, separadas geográficamente, desarrollaron tecnologías similares sin necesidad de contacto directo. Lo hicieron porque compartían condiciones similares; es decir, eran grupos de cazadores-recolectores modernos enfrentándose a climas fríos, alta movilidad y la necesidad de cazar a distancia.

Este tipo de convergencias no solo reconfigura cómo interpretamos el pasado tecnológico, sino también cómo entendemos la expansión de Homo sapiens en Eurasia. Hasta hace poco, se asumía que toda innovación significativa era producto de una ola migratoria o de una “chispa” externa. Pero esta investigación nos recuerda que la innovación también puede nacer de la experiencia local, del ensayo y error, de la creatividad de cada grupo humano.

¿Y qué pasa con los neandertales?

Otro aspecto que el estudio toca de forma indirecta es el papel de las otras especies humanas en este proceso. Durante el periodo en que se desarrollaron estas tecnologías, los Homo sapiens convivían —y en muchos casos se cruzaban genéticamente— con los neandertales en Europa y Asia. Lejos de ser un continente vacío, Europa era un espacio ya habitado, con sus propias culturas, como el Châtelperroniense o el Musteriense.

Por eso, reducir la aparición del Protoauriñaciense a una simple “colonización” desde Oriente resulta problemático. La nueva evidencia apunta más bien a un proceso de innovación autónoma, posiblemente influida por el contacto entre especies humanas, pero no subordinada a un origen externo.

Mapa del Mediterráneo que muestra la ubicación geográfica de los yacimientos analizados y el nivel del mar reconstruido tal como se encontraba hace unos 42.000 años
Mapa del Mediterráneo que muestra la ubicación geográfica de los yacimientos analizados y el nivel del mar reconstruido tal como se encontraba hace unos 42.000 años. Fuente: Armando Falcucci

Este trabajo se suma a una serie de investigaciones recientes que están desmontando la visión lineal y jerárquica del progreso humano durante la prehistoria. La idea de que Europa solo recibió tecnología desde fuera y que sus habitantes fueron meros receptores pasivos ya no se sostiene. En su lugar, emerge un panorama más dinámico, donde las ideas brotan, evolucionan y se transforman en múltiples puntos al mismo tiempo.

El valor de este estudio no solo está en los datos, sino en el enfoque. Al tratar las industrias líticas no como estilos decorativos sino como verdaderos sistemas tecnológicos —con fases, procesos y decisiones técnicas complejas—, los autores nos invitan a mirar con otros ojos el registro arqueológico.

Y lo que encuentran es revelador: los humanos modernos que poblaron Europa no fueron simples herederos del saber oriental. También fueron innovadores, exploradores tecnológicos, capaces de transformar un nódulo de sílex en una herramienta de caza sofisticada usando métodos propios.

Más allá de las herramientas

Las piedras talladas son más que herramientas: son huellas de comportamiento, vestigios de cultura. Nos hablan del pensamiento abstracto, de la transmisión de conocimientos, del tiempo y esfuerzo invertido en crear algo útil. Este estudio nos recuerda que la historia humana es más rica y plural de lo que los modelos simplistas nos han hecho creer.

La Protoaurignaciense europea no fue una copia de la Ahmariense levantina. Fue una respuesta propia a los retos del mundo paleolítico. Un testimonio de que la humanidad, incluso en sus etapas más tempranas, ya era profundamente creativa, diversa y adaptativa.

Recomendamos en

Encuentra por casualidad un cráneo humano de 4.270 años en EE.UU.

Encuentra por casualidad un cráneo humano de 4.270 años en la orilla de un río de Indiana y el hallazgo deja perplejas a las autoridades, que no saben de quién es

En el silencio de un río del medio oeste estadounidense, el hallazgo de un fragmento de cráneo humano ha sacudido los cimientos de la historia conocida del continente. Se trata de un descubrimiento extraordinario: los restos pertenecen a un individuo que vivió hace más de 4.200 años, mucho antes de la llegada de los colonizadores […]
  • Christian Pérez