En las profundidades de las cuevas europeas que una vez habitaron nuestros antepasados, entre figuras de bisontes, caballos y ciervos, se repiten una y otra vez una serie de signos abstractos. Se trata de puntos, líneas, triángulos, espirales y cruces, cuya función y significado siguen siendo objeto de debate entre los estudiosos. La paleoantropóloga canadiense Genevieve von Petzinger ha propuesto una lectura mucho más ambiciosa. Según la estudiosa, estos motivos podrían representar un sistema de comunicación simbólica estructurada, un antecedente remoto de la escritura.
Su investigación, recogida en el libro The First Signs (2016), sostiene que, hace unos 40.000 años, los humanos ya compartían un repertorio de símbolos comunes desde los Pirineos hasta los Balcanes. El uso de tal repertorio común implicaría un nivel de pensamiento abstracto y de capacidad de transmisión cultural comparable al lenguaje escrito.

Los orígenes del pensamiento simbólico
Von Petzinger inicia su relato mucho antes de las pinturas rupestres, remontándose a los primeros indicios de comportamiento simbólico en África y Eurasia. El pensamiento simbólico, entendido como la capacidad de representar ideas mediante signos o imágenes, constituye la base de la cultura humana y, en última instancia, de la escritura. Según la autora, sus rastros más antiguos se encontrarían en objetos aparentemente modestos, como cuentas perforadas, pigmentos de ocre y piedras grabadas.
En yacimientos como Blombos Cave (Sudáfrica) o Twin Rivers (Zambia), los arqueólogos hallaron fragmentos de ocre tallados con motivos geométricos , así como depósitos de minerales rojos cuidadosamente seleccionados hace más de 100.000 años. Aunque parte de la comunidad científica interpreta estos materiales en clave utilitaria, von Petzinger subraya que la preferencia por ciertos colores y formas revelaría una conciencia estética y simbólica incipiente.
Así, la estudiosa conecta estos hallazgos con la evolución de la mente humana. La capacidad para planificar, imaginar y asignar un significado abstracto a los objetos anunciaría el salto cognitivo que culminaría en el arte y el lenguaje.

La expansión de la mente moderna
Von Petzinger insiste en que la modernidad biológica del ser humano no coincidió de inmediato con la modernidad mental. Aunque los primeros Homo sapiens se asemejaban físicamente a los humanos del presente, aún no pensaban como nosotros. Fue en un periodo hace entre 100.000 y 70.000 años cuando, se hipotetiza, aparecieron las pruebas de un comportamiento que denota una imaginación compleja. Esta capacidad se haría visible a través de los adornos personales, los enterramientos rituales, el uso sistemático del color y los trazos abstractos.
En ese proceso gradual, se forjaría la mente capaz de pensar a través de símbolos. La autora, pues, rechaza la idea de una explosión creativa repentina hace 40.000 años, una hipótesis dominante durante buena parte del siglo XX. Por el contrario, propone una evolución más lenta y acumulativa, iniciada mucho antes en África. Si los signos rupestres europeos muestran una madurez simbólica temprana, esto solo podría explicarse, según la autora, porque sus raíces cognitivas son mucho más antiguas.

Los signos de las cavernas: ¿un lenguaje anterior a la escritura?
Cuando von Petzinger comenzó a catalogar los signos presentes en las cuevas paleolíticas de Europa, esperaba encontrar variaciones locales y una evolución progresiva en la forma de los símbolos. Los datos que obtuvo, sin embargo, la sorprendieron. Dos tercios de los motivos abstractos estaban ya en uso en los yacimientos más antiguos, de hace unos 40.000 años y, además, se repetían en lugares muy distantes entre sí.
En cuevas como El Castillo (España), Roc-de-Vézac (Francia) o La Pasiega (Cantabria) se observan series de puntos, líneas, claviformes, cuadrículas y figuras con forma de peine que también aparecen en Italia, Francia, Portugal y los Balcanes. Esa sorprendente uniformidad sugiere que no fueron creaciones independientes, sino parte de una tradición simbólica compartida. Para von Petzinger, la distribución de estos signos demuestra la existencia de una red cultural de comunicación en el Paleolítico superior, con un código gráfico comprendido por distintas comunidades humanas.
Si estos signos expresaban ideas, ¿podría considerárselos una forma primitiva de escritura? La autora es prudente, pero plantea una hipótesis provocadora. Desde su punto de vista, los humanos del Paleolítico podrían haber desarrollado un sistema gráfico funcional miles de años antes de la invención de la escritura cuneiforme o la jeroglífica. Se trataría, pues, de un protolenguaje visual, destinado a transmitir información, expresar la pertenencia identitaria o preservar la memoria colectiva.
Simbolismo, memoria y comunicación
Los signos estudiados por von Petzinger suelen aparecer en lugares estratégicos dentro de las cuevas, a menudo cerca de representaciones animales o en zonas de difícil acceso. Esa ubicación sugiere que su significado iba más allá de lo estético. En algunos casos, los signos parecen asociarse a secuencias, repeticiones o combinaciones que evocan patrones estructurados. Su recurrencia invita a pensar en un código de transmisión cultural estable, mantenido durante generaciones. De hecho, la autora observa que ciertos motivos, como las líneas paralelas o los triángulos, podrían representar conceptos básicos ligados al territorio, el tiempo, la fertilidad o el movimiento. En este sentido, el sistema simbólico paleolítico anticipa una de las funciones esenciales de la escritura: la capacidad de conservar y comunicar información en el tiempo y el espacio.

De los signos a las palabras: la mente que escribe
Von Petzinger vincula la aparición de estos símbolos con una transformación cognitiva crucial: el surgimiento de la mente moderna, capaz de cultivar la abstracción, la memoria simbólica y el pensamiento secuencial. De acuerdo con la estudiosa, esa misma mente que inventó herramientas complejas y organizó rituales funerarios fue la que trazó líneas sobre la roca con una intención comunicativa. Para la autora, la creación de símbolos gráficos fue una extensión natural del lenguaje hablado, un modo de fijar lo efímero en soportes duraderos.
Con todo, la propuesta de Genevieve von Petzinger debe entenderse como una hipótesis arqueológica en construcción y no como una demostración concluyente. Aunque la repetición sistemática de signos y su amplia distribución geográfica ofrezcan indicios de una comunicación estructurada, no existen pruebas directas de que estos símbolos funcionaran como un sistema de escritura en sentido estricto. Su interpretación, pues, continúa siendo objeto de debate entre especialistas en arte paleolítico, semiótica y cognición prehistórica.

Una herencia de 40.000 años
La hipótesis de von Petzinger pretende revelar la supuesta continuidad entre la comunicación simbólica prehistórica y la escritura histórica. Según esta reconstrucción, si los signos de hace 40.000 años formaban parte de un sistema codificado, el origen de la escritura en Mesopotamia y Egipto debería entenderse el resultado de una larga genealogía de pensamiento visual y simbólico. En última instancia, Von Petzinger ve en estos signos y marcas la prueba de que la humanidad desarrolló la capacidad de pensar a través de símbolos mucho antes de tener ciudades, templos o reyes.
Referencias
- Von Petzinger, Genevieve. 2016. The First Signs: Unlocking the Mysteries of the World’s Oldest Symbols. Nueva York: Atria Books.
 
	
			 
						 
	
	 
	
	 
	
	