Reescriben la historia: un modelo matemático revela que los neandertales no se extinguieron, fueron absorbidos por nuestra especie en 30.000 años de mestizaje continuo

Una nueva investigación desmonta la teoría clásica de la extinción neandertal y demuestra que su desaparición fue en realidad una larga fusión genética con los Homo sapiens.
Los neandertales no se extinguieron por completo, fueron asimilados genéticamente por los Homo sapiens
Los neandertales no se extinguieron por completo, fueron asimilados genéticamente por los Homo sapiens. Foto: Istock/Christian Pérez

Durante décadas, la desaparición de los neandertales fue narrada como una extinción en toda regla. Una historia de enfrentamiento, supervivencia y derrota. Pero un reciente estudio publicado en Scientific Reports plantea una visión mucho más compleja y, sobre todo, mucho más humana: ¿y si los neandertales no se extinguieron... sino que se diluyeron en nosotros?

Con el respaldo de un modelo matemático cuidadosamente desarrollado, tres investigadores —Andrea Amadei, Giulia Lin y Simone Fattorini— han desafiado las explicaciones más dramáticas sobre el destino de los neandertales. En lugar de guerras prehistóricas o catástrofes climáticas, su hipótesis propone una desaparición pausada, casi imperceptible, provocada por algo mucho más cotidiano: el mestizaje. Y no uno puntual, sino una cadena continua de encuentros y reproducciones entre Homo sapiens y Homo neanderthalensis, a lo largo de miles de años.

El final que no fue

La imagen popular de los neandertales como una especie condenada al fracaso está profundamente arraigada. Las teorías que dominaban hasta ahora iban desde enfrentamientos violentos con los sapiens hasta su incapacidad de adaptarse a los cambios del clima del Pleistoceno. Otras sugerían que enfermedades traídas por los humanos modernos los diezmaron sin remedio. Sin embargo, los autores del nuevo estudio proponen una visión menos espectacular, pero quizá más realista: los neandertales desaparecieron genéticamente, no físicamente, absorbidos por un flujo constante de genes sapiens que se integraron en sus comunidades a lo largo de miles de años.

Lejos de requerir un cataclismo, su modelo se basa en una mecánica sencilla, inspirada en fenómenos biológicos bien documentados: si una población pequeña entra en contacto continuo con otra más grande y ambas pueden reproducirse entre sí, con el tiempo, los rasgos genéticos de la primera acaban desapareciendo. Y eso es, precisamente, lo que sugiere que ocurrió entre los neandertales y los humanos modernos.

La desaparición de los neandertales hace unos 40.000 años ha dado lugar a múltiples teorías que intentan explicar su destino
La desaparición de los neandertales hace unos 40.000 años ha dado lugar a múltiples teorías que intentan explicar su destino. Foto: Istock

Un modelo matemático con rostro humano

La clave del estudio radica en el uso de un modelo analítico inspirado en el llamado “modelo isla-continente” de la biología, una herramienta teórica que describe cómo la genética de una pequeña población cambia cuando recibe individuos de una población mucho mayor. En este caso, los “isleños” serían los neandertales, y el “continente” sería la población mucho más numerosa de Homo sapiens que, desde África, se expandía por Europa y Asia.

Según el modelo, bastarían pequeñas oleadas de inmigración sapiens —de apenas un 7% de nueva población cada cierta cantidad de años— para provocar que en apenas 10.000 a 30.000 años, los genes neandertales quedaran diluidos casi por completo. Es decir, no haría falta una invasión masiva ni una guerra, sino simplemente un contacto prolongado, sostenido, y lo más humano de todo: la mezcla.

En cada oleada, los sapiens se integrarían en comunidades neandertales, tendrían descendencia fértil, y esos hijos, a su vez, continuarían la cadena. Con cada generación, los genes sapiens aumentarían, y los neandertales disminuirían, hasta convertirse en apenas una huella genética vestigial.

ADN que no miente

La teoría encaja sorprendentemente bien con lo que sabemos gracias a la genética moderna. Hoy en día, se estima que entre el 1% y el 2% del ADN de las poblaciones no africanas procede de los neandertales. Esa “firma genética” no es uniforme: algunos genes influyen en el sistema inmunológico, otros en la piel, e incluso hay estudios que los relacionan con la depresión o la susceptibilidad a ciertas enfermedades cardiovasculares.

Esto indica que los encuentros sexuales entre neandertales y sapiens no fueron ni anecdóticos ni excepcionales. No hablamos de un cruce puntual en una cueva remota, sino de una historia de interacción continua, de comunidades que convivieron, colaboraron, y se unieron mucho más de lo que habíamos creído.

Además, algunos análisis genómicos revelan que hubo flujos de genes en ambas direcciones, es decir, que no solo los sapiens dejaron huella en los neandertales, sino que también ocurrió lo contrario, confirmando que el contacto fue profundo y duradero.

Una desaparición silenciosa… y compartida

En este contexto, la “extinción” de los neandertales pierde fuerza como concepto. No desaparecieron de golpe. Ni siquiera fueron completamente reemplazados. En cierto modo, siguen aquí. Su herencia genética forma parte de nosotros, sus descendientes diluidos en la maraña del tiempo. Lo que el modelo matemático muestra es una evolución pausada: cada nuevo ciclo de contacto fue diluyendo la identidad genética neandertal, hasta que, al cabo de milenios, ya no había tribus puramente neandertales, sino seres humanos modernos con trazas de ambos mundos.

La extinción de los neandertales sigue siendo uno de los grandes enigmas de la evolución humana
La extinción de los neandertales sigue siendo uno de los grandes enigmas de la evolución humana. Fuente: Tom Bjorklund

Este tipo de absorción genética no es única. Ha ocurrido en otras especies a lo largo de la historia evolutiva. Pero en nuestro caso, lo fascinante es que el relato cambia por completo: los neandertales no fueron un rival vencido ni un experimento fallido. Fueron, en parte, nosotros. Y su historia, lejos de terminar abruptamente, continúa viva, dispersa en millones de personas por todo el planeta.

El estudio plantea una cuestión profundamente filosófica: si sus genes viven en nosotros, ¿están realmente extintos? ¿Puede considerarse desaparecida una especie si su legado sigue funcionando en los cuerpos de sus parientes lejanos?

La historia de los neandertales, tal y como la entendíamos, es reemplazada por una narrativa más sutil. En vez de una muerte repentina, hubo una transformación silenciosa. Como el barco de Teseo, que reemplaza una tabla tras otra hasta no parecer el mismo, nosotros podríamos ser ese barco reconstruido; humanos modernos que portamos fragmentos de muchas historias pasadas.

Reescribiendo el pasado

Esta nueva perspectiva no contradice otras teorías sobre la desaparición de los neandertales. Factores como el cambio climático, la competencia por recursos o la baja densidad de sus poblaciones sin duda influyeron. Pero el modelo genético ofrece una explicación parsimoniosa y congruente con la evidencia arqueológica y genómica: los neandertales no fueron simplemente vencidos o eliminados, sino que, poco a poco, dejaron de ser una especie separada.

Para la ciencia, esto es una llamada a repensar nuestras categorías. Para la historia, una oportunidad de reescribir un capítulo que durante años se entendió como un final trágico. Y para nosotros, una invitación a mirar nuestro pasado con ojos distintos: no como una línea recta, sino como una red compleja de encuentros, mezclas y transformaciones.

El estudio ha sido publicado en Scientific Reports.

Recomendamos en