Durante siglos, la seda marina fue un material reservado a figuras de enorme poder, difícil de obtener y aún más difícil de estudiar. Hoy, un equipo de investigadores coreanos de POSTECH consiguió no solo reproducir este tejido legendario, sino también explicar, con detalle, por qué su color dorado puede mantenerse durante milenios sin perder intensidad. Esta combinación de recuperación histórica y claridad científica abre un capítulo inesperado en el mundo de los materiales sostenibles.
La clave está en un molusco abundante en Asia, en estructuras invisibles a simple vista y en una forma de color que no depende de tintes. El resultado es un avance que conecta tradición, biología y sostenibilidad.
La seda marina fue durante la Antigüedad un símbolo de poder y exclusividad, reconocida por su tono dorado y su ligereza extrema. El material original provenía del gran molusco mediterráneo Pinna nobilis, hoy protegido debido a la contaminación y al deterioro de su ecosistema. Durante años, la prohibición de recolectarlo convirtió a esta fibra en un tesoro prácticamente irrecuperable. Frente a esa ausencia, la comunidad científica solo podía observar las piezas históricas y preguntarse cómo era posible su resistencia y su color inalterable.

En las costas de Corea, otro integrante de la misma familia biológica ofrecía una pista inesperada: Atrina pectinata, un molusco cultivado para consumo y cuya presencia nunca llamó la atención fuera de la gastronomía local. Los investigadores vieron que sus hilos biso compartían características esenciales con los de la especie mediterránea, tanto en su función como en su estructura. Esa similitud abría la posibilidad de replicar, sin afectar ecosistemas sensibles, un material considerado irremplazable.
La investigación confirmó que estos hilos podían procesarse siguiendo técnicas tradicionales, de manera similar a la seda marina histórica. Este hallazgo permitió recrear una fibra con brillo dorado y ligereza comparables a los textiles utilizados hace más de dos mil años, sin recurrir a especies protegidas. Con ello, la seda marina dejó de ser un objeto inmóvil del pasado para convertirse en un material accesible para el presente.
El misterio del color que no se apaga
Uno de los aspectos más llamativos de la seda marina original era su capacidad para mantener un tono dorado profundo, incluso en piezas conservadas durante siglos. El estudio reveló que este color no proviene de ningún pigmento, sino de una estructura interna capaz de manipular la luz. Esta forma de coloración, llamada estructural, no se degrada porque no depende de sustancias químicas que puedan oxidarse o romperse.
Dentro del hilo, las proteínas forman pequeñas esferas que los investigadores denominaron photonin, acomodadas en capas microscópicas. La luz se refleja en esos niveles organizados, produciendo un dorado intenso que se mantiene sin importar el paso del tiempo, un fenómeno presente en algunos organismos como ciertos insectos o conchas con iridiscencia natural. La seda marina, sin saberse, ya utilizaba uno de los mecanismos más estables de coloración que existen.
El estudio también mostró que cuanto más precisa es la organización de estas capas, más vivo se vuelve el color. La estructura interna del hilo, reforzada por interacciones azúcar-lectina, ayuda a mantener ese orden que determina la tonalidad final, lo que explica por qué algunas piezas antiguas conservaban un brillo excepcional. Este comportamiento físico, y no un pigmento, es la razón detrás de su durabilidad.

Una arquitectura microscópica con impacto real
A escala invisible, el hilo de Atrina pectinata muestra una organización sorprendentemente compleja. Las proteínas se agrupan en múltiples niveles, formando una arquitectura jerárquica que sostiene tanto la resistencia como el brillo del material, algo que hasta ahora no se había descrito con claridad en la seda marina. Esa estructura permite que el hilo sea firme, flexible y visualmente estable.
Los investigadores encontraron que las interacciones entre proteínas y azúcares juegan un papel crucial en la estabilidad mecánica del hilo. Estas uniones supramoleculares actúan como refuerzos naturales, contribuyendo a su durabilidad y a que el material soporte tensiones sin perder su integridad. Esta combinación de funciones convierte al hilo en un recurso con aplicaciones más amplias que las meramente textiles.
La comprensión de esta arquitectura interna no solo resuelve preguntas históricas, sino que abre posibilidades para reproducir materiales con características similares. El estudio demuestra que es posible obtener fibras resistentes y con color duradero sin recurrir a procesos químicos intensivos, algo que encaja con las demandas actuales de sostenibilidad y bajo impacto ambiental.
Un recurso sostenible surgido de un residuo
El hallazgo tiene una dimensión ambiental importante: los hilos de Atrina pectinata suelen eliminarse como desecho de la industria alimentaria. Transformarlos en un material de alto valor crea un ejemplo claro de aprovechamiento circular, capaz de reducir la cantidad de residuos generados en las costas donde este molusco es parte del consumo cotidiano.
Esto convierte a la seda marina recreada en un producto tanto histórico como contemporáneo.
Los investigadores señalan que esta recuperación no exige intervenir en ecosistemas delicados, como ocurre con la especie mediterránea ahora protegida. El uso de una especie cultivada permite trabajar con un ciclo de obtención sostenible, sin provocar impacto negativo y aportando además una salida económica para sectores que generan estos restos como subproducto. La innovación, por tanto, no solo es científica, sino también social.
La investigación abre la puerta a desarrollar nuevos productos basados en fibras con color estructural, sin tintes ni metales. Esto podría impulsar materiales que resisten la degradación del color durante miles de años, un objetivo valioso para industrias que buscan alternativas duraderas y respetuosas con el medio ambiente. La seda marina, así, vuelve a tener un futuro posible.

Un avance que conecta historia, ciencia y diseño
Recrear la seda marina no es solo reproducir un tejido antiguo, sino comprender cómo funcionaba algo que la humanidad admiró durante siglos sin conocer su mecanismo. El estudio ofrece una explicación precisa de por qué este material era tan resistente y por qué su dorado no se apagaba nunca, cerrando un misterio que permanecía abierto desde la Antigüedad. Este conocimiento permite revisar piezas históricas desde una nueva perspectiva científica.
El trabajo del equipo coreano también demuestra la importancia de investigar especies locales y comunes, a menudo ignoradas pese a su potencial. Atrina pectinata se revela como una fuente valiosa de biomateriales, con una composición capaz de producir resultados comparables a recursos que ya no pueden obtenerse por conservación. Es un ejemplo práctico de cómo la ciencia puede generar soluciones respetuosas con el entorno sin renunciar a la calidad.
El estudio combina biología, física de la luz y técnicas tradicionales de procesado para recuperar un material considerado irremplazable. La posibilidad de producir fibras con color estable durante milenios ofrece un horizonte nuevo para textiles, pigmentos y diseño sostenible, conectando pasado y futuro en un mismo hilo. La seda marina renace con base científica y con un uso posible en el presente.
Referencias
- Choi, J., Im, J. H., Kim, Y. K., Shin, T. J., Flammang, P., Yi, G. R., ... & Hwang, D. S. (2025). Structurally Colored Sustainable Sea Silk from Atrina pectinata. Advanced Materials, 2502820. doi: 10.1002/adma.202502820