Detectan que el mar entre Asia y África se sigue abriendo: el Golfo de Suez se expande 0,5 mm al año, desafiando 5 millones de años de aparente inactividad tectónica

Durante décadas, el Golfo de Suez fue considerado una herida geológica cerrada. Un rift "fallido". Un intento frustrado de la Tierra por dividir continentes y crear un nuevo océano, detenido hace millones de años. Pero un reciente estudio publicado en Geophysical Research Letters está sacudiendo ese relato con pruebas contundentes: la fractura que separa África […]
El Golfo de Suez continúa ensanchándose poco a poco, separándose a un ritmo aproximado de 0,5 milímetros por año
El Golfo de Suez continúa ensanchándose poco a poco, separándose a un ritmo aproximado de 0,5 milímetros por año. Foto: Istock/Christian Pérez

Durante décadas, el Golfo de Suez fue considerado una herida geológica cerrada. Un rift "fallido". Un intento frustrado de la Tierra por dividir continentes y crear un nuevo océano, detenido hace millones de años. Pero un reciente estudio publicado en Geophysical Research Letters está sacudiendo ese relato con pruebas contundentes: la fractura que separa África y Asia no está muerta. Sigue viva, aunque se mueva lentamente, separando ambos continentes a razón de medio milímetro por año.

Podría parecer insignificante —lo que una uña humana crece en un par de días—, pero en escalas geológicas es suficiente para reescribir la historia de la tectónica africana. Porque si el Golfo de Suez sigue ensanchándose, aunque a un ritmo reducido, entonces no estamos ante un rift fracasado. Estamos, quizás, frente a una nueva categoría: rifts en hibernación activa.

Un rift que se resiste al "olvido"

El Golfo de Suez, ubicado entre Egipto continental y la península del Sinaí, forma parte de un sistema tectónico mayor que incluye el Mar Rojo y el Rift del Mar Muerto. Durante el Oligoceno y Mioceno temprano, hace unos 25-28 millones de años, esta región comenzó a abrirse al separarse las placas tectónicas de Arabia y África. Pero hacia hace unos 5 millones de años, los geólogos creían que la actividad se había desplazado hacia el sur, dejando al Suez como una cicatriz inerte en la corteza terrestre.

Sin embargo, el equipo liderado por David Fernández-Blanco ha demostrado que esa cicatriz todavía sangra. Utilizando análisis topográficos de alta resolución, estudios de terrazas de arrecifes fósiles y el comportamiento de ríos deformados por fallas, los investigadores encontraron señales inequívocas de que la corteza sigue estirándose.

Las marcas son sutiles, pero persistentes: fallas normales activas, desplazamientos de terreno, escarpes elevados que indican levantamientos recientes y antiguos arrecifes de coral ahora muy por encima del nivel del mar. Todo esto sugiere que el rift aún acumula y libera tensión.

Las placas tectónicas de Arabia y África no lograron separarse por completo en el Golfo de Suez hace 28 millones de años, pero la región no ha dejado de fracturarse desde entonces
Las placas tectónicas de Arabia y África no lograron separarse por completo en el Golfo de Suez hace 28 millones de años, pero la región no ha dejado de fracturarse desde entonces. Foto: NASA

Coral, montañas y ríos que revelan el secreto

El estudio se apoyó en tres pilares clave. El primero, las terrazas marinas de corales fósiles, algunas datadas en más de 400.000 años, que hoy se encuentran elevadas hasta 18 metros sobre el nivel del mar. Estas elevaciones solo pueden explicarse por movimientos tectónicos que levantaron lentamente las costas.

El segundo, el análisis de perfiles fluviales. Varios ríos que fluyen hacia el Golfo de Suez presentan rupturas, desniveles abruptos o “escalones” que no se corresponden con la erosión natural. Estas anomalías coinciden con la ubicación de fallas geológicas activas, lo que refuerza la idea de un terreno en movimiento.

Y el tercero, los perfiles topográficos transversales a lo largo de más de 300 kilómetros del rift, que muestran una asimetría clara en el relieve: bordes montañosos empinados del lado del mar y laderas suaves hacia el interior. Este patrón es típico de regiones donde las fallas siguen modelando el paisaje.

Medio milímetro al año que lo cambia todo

Las tasas de extensión actuales —entre 0,26 y 0,55 mm por año— son considerablemente más bajas que las del periodo de rifting activo hace millones de años. Pero estas cifras son comparables a las de otras regiones del mundo donde el estiramiento continental aún ocurre, como el sistema Basin and Range en Estados Unidos.

Eso es lo verdaderamente llamativo: que una supuesta zona inactiva se comporte de forma muy parecida a otras regiones activas, pero con el volumen bajado. Ya no es una máquina geológica en plena ebullición, pero tampoco está apagada.

Este escenario intermedio podría tener implicaciones mucho más amplias. Si el de Suez no ha “fracasado” realmente, entonces tal vez otros rifts considerados muertos estén, en realidad, en una fase de actividad lenta. Esto obligaría a revisar los modelos actuales de evolución tectónica continental.

Una de las implicaciones más inquietantes del estudio es el riesgo geológico para la región. Aunque las velocidades son lentas, la acumulación constante de tensión podría desencadenar terremotos moderados o incluso fuertes con el tiempo.

Ya se han registrado sismos a profundidades superiores a los 20 km en áreas donde el estudio identifica actividad tectónica reciente. Además, la reactivación de fallas antiguas —algunas activas desde el Mioceno— podría generar deformaciones inesperadas en infraestructuras o en los fondos marinos del Golfo de Suez.

Este riesgo sísmico, hasta ahora minimizado por considerarse la zona como tectónicamente inactiva, debería ser reevaluado.

Marco tectónico, elementos estructurales y unidades estratigráficas del Rift de Suez
Marco tectónico, elementos estructurales y unidades estratigráficas del Rift de Suez. Fuente: Geophysical Research Letters (2025)

Un planeta más dinámico de lo que creíamos

El hallazgo del equipo de Fernández-Blanco no solo reescribe la historia geológica del noreste de África. También lanza una advertencia metodológica a la geología global: no hay que dar por muerta una zona solo porque “parezca” dormida.

La tectónica, como la biología o la historia, está llena de zonas grises. Y este caso es ejemplar. El Golfo de Suez se convierte así en el paradigma de los rifts zombis: no están del todo vivos, pero tampoco muertos.

Quizás la tectónica de placas, uno de los grandes motores del cambio geológico en la Tierra, tenga más matices de lo que pensamos. No se trata solo de placas que colisionan o se separan con violencia. También hay movimientos discretos, casi imperceptibles, que actúan como relojes geológicos de largo aliento.

Y aunque estos procesos tarden millones de años en provocar transformaciones visibles, el hecho de que sigan activos nos recuerda una lección fundamental: el planeta nunca está quieto. Ni siquiera en sus grietas más antiguas.

El estudio publicado en Geophysical Research Letters.

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