Así nació internet con un fallo histórico: el primer mensaje entre computadoras, enviado el 29 de octubre de 1969, cambió el mundo para siempre

En 1969, un simple intento fallido de escribir "LOGIN" entre dos ordenadores fue, sin saberlo, el inicio de una de las revoluciones más grandes de la historia de la humanidad.
Los mensajes enviados entre dos computadoras separadas por más de 600 kilómetros sentaron las bases de lo que más tarde se convertiría en internet
Los mensajes enviados entre dos computadoras separadas por más de 600 kilómetros sentaron las bases de lo que más tarde se convertiría en internet. Foto: Wikimedia

El 29 de octubre de 1969 no había multitudes esperando frente a pantallas, ni titulares de prensa celebrando una nueva era. Era una noche como cualquier otra, salvo para dos jóvenes ingenieros que estaban a punto de poner en marcha una red experimental financiada por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Lo que estaban a punto de hacer no era solo un ensayo técnico, era el primer paso hacia un mundo hiperconectado, aunque nadie pudiera imaginarlo aún.

En Los Ángeles, en una sala del campus de la Universidad de California (UCLA), un estudiante se sentó frente a una máquina del tamaño de un refrigerador. A cientos de kilómetros, en Menlo Park, otro técnico esperaba junto a una instalación similar. Su misión era simple: probar si podían enviar un mensaje de un ordenador a otro. Tecleó “L”, luego “O”… y el sistema colapsó. Solo dos letras fueron transmitidas antes de que el receptor se bloqueara. Lo que debía ser "LOGIN" (iniciar sesión) quedó en un escueto "LO".

Así, con un fallo, nació internet.

Una idea militar con consecuencias civiles incalculables

Detrás de aquel experimento estaba la red ARPANET, diseñada por encargo de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (ARPA) del Pentágono. En plena Guerra Fría, el objetivo era claro: crear un sistema de comunicación que pudiera sobrevivir a un ataque nuclear. En un mundo donde las centrales telefónicas eran puntos vulnerables, la idea era desarrollar una red descentralizada, en la que la información no dependiera de un solo nodo.

La solución fue tan radical como elegante: dividir los mensajes en pequeños paquetes de datos que pudieran viajar por distintas rutas y recomponerse al llegar a destino. Así nació el concepto de “conmutación por paquetes”, base del funcionamiento de todas las redes modernas. Aquella tecnología era tan novedosa que en las primeras pruebas, los propios ordenadores colapsaban ante la velocidad del nuevo sistema. Estaban acostumbrados a recibir datos a 10 caracteres por segundo; ARPANET podía enviar hasta 5.000. Como conectar una manguera a presión a un vaso de cristal.

Pero más allá de la ingeniería, lo verdaderamente revolucionario fue el concepto: por primera vez, dos máquinas separadas geográficamente podían “hablarse”. La humanidad acababa de plantar la semilla de una red global, aunque entonces solo se tratara de conectar cuatro centros de investigación: UCLA, Stanford, UC Santa Barbara y la Universidad de Utah.

Un esquema de conexiones y puntos de enlace de la red original de ARPANET
Un esquema de conexiones y puntos de enlace de la red original de ARPANET. Fuente: Wikimedia

Un experimento universitario que se volvió omnipresente

En sus inicios, ARPANET estaba limitada a fines académicos y militares. Sin embargo, aquellos primeros investigadores comprendieron de inmediato que estaban ante algo que iba más allá de la mera transmisión de datos. Lo que se estaba creando no era solo un canal técnico, sino una infraestructura para compartir conocimiento, colaborar en tiempo real y, eventualmente, transformar la manera en la que las personas se relacionaban entre sí.

Ya en los años 70, algunos científicos empezaron a imaginar usos domésticos y comerciales para las redes informáticas. Aunque parezca increíble, algunas predicciones vislumbraban que en el futuro sería posible comprar desde casa o comunicarse con amigos a través de pantallas. Eran ideas que rozaban la ciencia ficción, pero que estaban profundamente enraizadas en la experiencia de ver cómo funcionaba la red primitiva.

El punto de inflexión llegó en 1983, cuando ARPANET adoptó los protocolos TCP/IP. Con esta decisión, nació oficialmente Internet como un conjunto de redes interconectadas, capaces de funcionar bajo un mismo idioma digital. A partir de ahí, el crecimiento fue explosivo. Lo que en 1969 era un sistema con apenas cuatro nodos, hoy conecta a más de 5.000 millones de personas, y sigue creciendo.

De los pasillos universitarios al bolsillo del mundo

Las dimensiones del cambio que trajo aquella fallida transmisión de "LOGIN" son difíciles de abarcar. Desde cómo trabajamos hasta cómo nos relacionamos, compramos o aprendemos, casi ningún aspecto de la vida contemporánea se entiende sin internet. Sin embargo, sus raíces siguen siendo sorprendentemente humildes: un proyecto académico con un propósito técnico, convertido en la red de redes por la persistencia de cientos de investigadores y visionarios.

Curiosamente, muchas de las tecnologías que hoy consideramos esenciales nacieron en paralelo dentro de esos mismos laboratorios. El correo electrónico, por ejemplo, surgió como una necesidad práctica entre los investigadores para enviarse notas. El concepto de un "navegador web" llegaría décadas después, revolucionando la experiencia de usuario. Pero todo comenzó con aquella arquitectura descentralizada y robusta, nacida de la urgencia de garantizar comunicaciones militares durante un conflicto que, por fortuna, nunca ocurrió.

Hoy, esa sala de UCLA desde donde se escribió el primer "LO" se ha convertido en un lugar de peregrinación tecnológica. Es un espacio sencillo, sin grandes alardes, pero cargado de historia. Porque fue allí donde comenzó una transformación tan radical que ha sido comparada con la invención de la imprenta o la electricidad.

El profesor de informática Leonard Kleinrock aparece junto al primer procesador de mensajes de interfaz, un dispositivo pionero que con el tiempo daría lugar a los enrutadores modernos que hacen posible internet
El profesor de informática Leonard Kleinrock aparece junto al primer procesador de mensajes de interfaz, un dispositivo pionero que con el tiempo daría lugar a los enrutadores modernos que hacen posible internet. Foto: Wikimedia

Las sombras del futuro: entre la utopía digital y la distopía

A pesar del entusiasmo original, quienes participaron en el nacimiento de internet también han expresado, con los años, cierta preocupación. Nadie podía prever que aquella red diseñada para compartir información entre científicos terminaría controlada por grandes corporaciones, saturada de desinformación, espionaje masivo y manipulación social a escala global.

Los pioneros hablaron de "interconexión para la inteligencia colectiva", pero lo que surgió también tiene su cara oscura. La misma infraestructura que permite el acceso libre a la información también facilita la propagación de noticias falsas, el ciberacoso, la vigilancia masiva y la pérdida de privacidad. Algunos incluso advierten que el internet actual se aleja del espíritu colaborativo de sus inicios y se adentra en terrenos peligrosos, especialmente con la llegada de tecnologías como la inteligencia artificial y la automatización total.

Lo que es incuestionable es que, aquel fallido mensaje de dos letras, transmitido entre dos laboratorios, marcó el comienzo de una nueva era. Un punto de partida tan silencioso como trascendental, en el que el mundo, sin saberlo, empezó a girar de otra manera.

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