La vida secreta de los dinosaurios: huellas, huevos y fósiles que revelan su comportamiento

Más allá de los huesos, las huellas, nidos y coprolitos revelan cómo caminaban, cazaban y cuidaban a sus crías los dinosaurios del pasado.
Reconstrucción escultórica de Tierra Magna en Dinópolis Teruel. En esta ocasión es de un Iguanodon galvensis adulto junto a sus crías. Fuente: Andrea Guarido Ramo.
Reconstrucción escultórica de Tierra Magna en Dinópolis Teruel. En esta ocasión es de un Iguanodon galvensis adulto junto a sus crías. Fuente: Andrea Guarido Ramo.

Cuando pensamos en los dinosaurios, lo primero que nos viene a la mente son los esqueletos de estos fantásticos animales. Sin embargo, sus huesos y dientes no es lo único que se ha preservado de ellos, ya que también podemos encontrar otros tipos de fósiles que nos hablan sobre sus actividades y modo de vida. Así, estos fósiles aportan información esencial sobre el comportamiento de los animales del pasado que, de otro modo, no se podría obtener únicamente con el estudio de sus huesos. Algunos de estos fósiles incluyen sus huellas, a través de las cuales podemos obtener información sobre el dinosaurio productor, su tamaño, a qué velocidad se desplazaba o si lo hacía solo o en grupo. Los coprolitos (heces fosilizadas) y gastrolitos (fragmentos de rocas que ingerían algunos dinosaurios y que les facilitaba el proceso digestivo) nos dan información sobre su dieta y su hábitat. Además, a través del estudio de los huevos fósiles y sus nidos podemos aprender sobre su biología reproductiva.

¿Cómo caminaban los dinosaurios?

El estudio de las huellas fosilizadas (icnitas) de dinosaurios aporta información muy valiosa a la hora de conocer mejor a estos animales. Para poder interpretar e identificar el dinosaurio que dejó una icnita, primero hay que comprender cómo están conservadas ya que son el resultado de la interacción entre la extremidad del animal y la superficie (sustrato) por la que se desplazaba. Las icnitas pueden encontrarse de forma aislada o generando rastros (sucesión de varias huellas de un mismo individuo), y a partir de su estudio podemos conocer la postura, la estructura del pie y/o mano, la velocidad a la que caminaba o incluso el comportamiento gregario (el hábito de convivir en grupos o manadas de individuos de la misma especie) de los dinosaurios productores.

Cuando se analiza una huella se observan diferentes características y parámetros, como la forma general, el número de dedos y su orientación, si muestran garras o uñas, su longitud o su anchura. El análisis de estos datos, entre otros, nos permite conocer el tipo de dinosaurio que dejó la huella, ya que cada uno de ellos presenta unas características generales distintivas.

Principales tipos de icnitas de los grupos de
dinosaurios más representativos. Fuente: Andrea Guarido Ramo.
Principales tipos de icnitas de los grupos de dinosaurios más representativos. Fuente: Andrea Guarido Ramo.

En rasgos generales, las icnitas de dinosaurio más comunes pertenecen a cuatro grandes grupos: terópodos (dinosaurios generalmente carnívoros), ornitópodos (dinosaurios herbívoros con pico córneo y sin «armadura»), saurópodos (dinosaurios herbívoros de cuello y cola largos) y tireóforos (dinosaurios herbívoros acorazados). La mayoría de las huellas de los dinosaurios terópodos y ornitópodos presentan tres dedos (tridáctilas). Sin embargo, las icnitas de terópodos suelen tener dedos más largos y esbeltos, con marcas de garras, mientras que las ornitópodas suelen ser aproximadamente igual de anchas que de largas y con dedos más robustos y redondeados (por la ausencia de garras).

Otro rasgo distintivo de las icnitas de ornitópodos es la presencia ocasional de huellas de la mano, indicativo de una locomoción cuadrúpeda del productor, al contrario de los terópodos, que tenían una locomoción exclusivamente bípeda. Los saurópodos y tireóforos eran dinosaurios cuadrúpedos, por lo que se encuentran fosilizadas tanto las huellas de sus pies como de sus manos. Las huellas de los pies en ambos grupos son ovaladas o subtriangulares y se diferencian principalmente por las marcas de uñas afiladas en los saurópodos y con dedos cortos y romos en los tireóforos (tres dedos en el caso de los estegosaurios y cuatro en los anquilosaurios). Las huellas de las manos de estos dos grupos son más pequeñas que las de los pies, y suelen tener una forma arriñonada o de media luna.

En ocasiones, la clasificación de las icnitas puede ser compleja ya que hay una gran variabilidad de formas, incluso cuando se trata del rastro de un mismo individuo. Esto se debe a diversos factores que influyen en su morfología, como las condiciones del sustrato en el momento de la pisada (según el tipo de sedimento, grado de humedad, y textura) o la velocidad de desplazamiento del productor, entre otros factores. Además, la morfología de la huella que produce un individuo puede variar durante su desarrollo (ontogenia), por lo que dinosaurios de una misma especie podrían producir huellas distintas dependiendo de si se trata de un individuo juvenil o adulto.

Gracias al estudio de los rastros se puede obtener otro tipo de información. La más evidente es el tipo de locomoción (bípeda o cuadrúpeda), pero también se pueden estimar las dimensiones del dinosaurio y la velocidad a la que se desplazaba. La altura hasta la cadera o longitud de la extremidad posterior se puede estimar en razón de varias veces la longitud de sus icnitas (los cálculos difieren en función de cada grupo taxonómico y de las fórmulas planteadas por distintos autores). Además, la velocidad a la que se desplazaba se puede calcular con una fórmula que relaciona dicha altura a la cadera con la constante de gravedad y la zancada (distancia entre dos huellas consecutivas del mismo lado del rastro).

Otro aspecto que se puede determinar a partir del estudio de las icnitas es cómo los dinosaurios movían sus extremidades cuando estas penetraban en el sustrato, ya que algunas icnitas se conservan como rellenos de la pisada conservados en la parte inferior de los estratos. En algunos casos, estos rellenos presentan estrías con impresiones de la piel que cubría los pies o manos de los dinosaurios productores. Estas estrías no solo indican la trayectoria (de entrada y de salida) de las extremidades, sino también el grado de movilidad de las mismas dentro del sedimento. Es por ello, que este tipo de icnitas son conocidas como «huellas cuatridimensionales» o huellas 4D.

Evidencias de comportamiento gregario

En el registro fósil se han encontrado evidencias de gregarismo entre dinosaurios, siendo más abundantes entre herbívoros (saurópodos y ornitópodos) y más limitadas en carnívoros (terópodos). Así, los yacimientos de icnitas son una de las principales fuentes de información sobre desplazamientos de manadas de dinosaurios, pero para inferir este comportamiento se tienen que cumplir varios criterios. De esta forma, en una misma superficie del yacimiento debe haber varios rastros de un mismo tipo de dinosaurio, pero correspondientes a diferentes individuos. Además, es importante encontrar evidencias de rastros paralelos que indiquen una dirección preferente de desplazamiento, y que el análisis de los rastros muestre que los productores caminaban a una velocidad similar.

Sin embargo, la presencia de varios rastros paralelos de un mismo tipo en un yacimiento no siempre es prueba suficiente de gregarismo, ya que estos podrían pertenecer a individuos solitarios que pasaron por la zona en momentos diferentes. Además, se ha constatado que las direcciones de desplazamiento pueden estar condicionadas por la existencia de barreras geográficas, como una orilla de un lago o de un río, forzando a los animales a seguir una misma trayectoria en su desplazamiento adaptándose a estos accidentes.

En la fotografía de arriba podemos ver el rastro de un dinosaurio terópodo del Cretácico Superior en el yacimiento Más de Pérez en Mosqueruela (Teruel).
En la fotografía de arriba podemos ver el rastro de un dinosaurio terópodo del Cretácico Superior en el yacimiento Más de Pérez en Mosqueruela (Teruel). Fuente: Andrea Guarido Ramo.

¿Cómo cazaban los dinosaurios?

La identificación de conductas de caza de los dinosaurios carnívoros es un tipo de comportamiento que resulta realmente complicado de inferir a partir del estudio del registro fósil. Generalmente, se asume que los terópodos cazarían de manera similar a los animales actuales, por lo que se ha sugerido que los carnívoros evitarían cazar individuos adultos de gran tamaño y centrarían sus esfuerzos en los individuos juveniles, siendo esta una de las posibles razones por las que los individuos de estas edades son escasos en el registro fósil.

Existen algunos ejemplos que nos informan sobre el comportamiento de alimentación en los dinosaurios carnívoros, como fragmentos de huesos formando parte del contenido estomacal conservado en el interior de algunas carcasas. Uno de los casos más conocidos fue el hallazgo de un esqueleto parcial del dinosaurio terópodo Baryonyx, dentro del cual se hallaron fragmentos de huesos de un dinosaurio ornitópodo y de peces. Sin embargo, la presencia de este tipo de fósiles excepcionales no es indicativo o exclusivo de un comportamiento de caza, sino que también puede indicar una conducta carroñera. Por otro lado, otro tipo de información sobre estos hábitos carnívoros registrados en los fósiles de dinosaurios serían las marcas de mordidas en los huesos así como los coprolitos que puedan albergan un alto contenido en fragmentos óseos.

En relación a los yacimientos de icnitas, en unos pocos casos, se han documentado huellas de dinosaurios carnívoros que discurren paralelamente y en el mismo sentido de la marcha que los rastros de dinosaurios herbívoros, por lo que se ha interpretado que los primeros podrían estar acechándolos.

Reproducción y cuidado parental

La información de la que disponemos hoy en día sobre la reproducción en dinosaurios proviene del estudio de los fósiles de huevos (algunos incluso con embriones en su interior), sus cáscaras y nidos, que han aparecido en diversas partes del mundo. En el registro fósil, los huevos completos son poco frecuentes, pero los fragmentos de cáscaras son relativamente habituales en algunas unidades geológicas, y los primeros restos de este tipo se encontraron ya en el siglo xix. En España, existen yacimientos excepcionales con huevos y nidos de dinosaurios saurópodos del Cretácico Superior, en yacimientos de las provincias de Huesca, Lérida y Guadalajara.

En diversas partes del mundo se han encontrado nidos de dinosaurios, en donde la disposición de los huevos (generalmente circular o alineada), su forma y/o textura varían dependiendo del grupo al que pertenece su productor. En general, las cáscaras de los huevos de dinosaurios se caracterizan por una abundante ornamentación, presentando nódulos y crestas relacionadas con la estructura de las unidades cristalinas que constituyen la cáscara. La forma de los huevos varía desde subesférica (en ornitópodos y saurópodos) a elipsoidal (en terópodos).

La flecha negra marca el afloramiento principal del yacimiento Río Alcalá en Alcalá de la Selva, en Teruel, que constituye uno de los mejores ejemplos con icnitas 4D del mundo. Nótese que las huellas están conservadas como rellenos de la pisada que dejó el dinosaurio.
La flecha negra marca el afloramiento principal del yacimiento Río Alcalá en Alcalá de la Selva, en Teruel, que constituye uno de los mejores ejemplos con icnitas 4D del mundo. Nótese que las huellas están conservadas como rellenos de la pisada que dejó el dinosaurio. Fuente: Andrea Guarido Ramo.

En la actualidad, numerosas especies animales presentan comportamientos de cuidado parental, es decir, cuidan de sus huevos y de sus crías para aumentar las posibilidades de supervivencia. En el caso de los dinosaurios, las condiciones de fosilización hacen muy difícil que evidencias de este tipo de comportamiento puedan llegar hasta nuestros días.

Sin embargo, existen algunos casos excepcionales que indicarían que algunos de estos animales cuidaban de sus crías. Uno de los ejemplos más conocidos se encuentra en un yacimiento del Cretácico Superior en Montana (Estados Unidos), denominado como «Montaña de los Huevos». En este yacimiento se han encontrado decenas de nidos junto con restos óseos muy completos, tanto de crías como de individuos juveniles y adultos, correspondientes a dinosaurios hadrosáuridos (comúnmente denominados como dinosaurios de «pico de pato») asignados al género Maiasaura (literalmente «lagarto buena madre»). Las investigaciones indican que este tipo de dinosaurio cuidaba de sus nidos e incluso se cree que las crías permanecían cierto tiempo en el nido donde eran alimentadas por los adultos.

Otro caso conocido es el de Oviraptor («ladrón de huevos»), un dinosaurio terópodo del Cretácico Superior de Mongolia, del cual se encontraron fósiles de un esqueleto próximo a un nido. Inicialmente se pensó que los huevos pertenecían a otra especie y que por tanto el terópodo los estaba depredando cuando murió (de ahí su nombre). Hallazgos posteriores, en donde ejemplares completos de este dinosaurio estaban situados sobre los nidos con huevos, en una posición que recuerda a la de las aves actuales cuando incuban o protegen sus huevos, indicaron que en realidad los nidos eran de Oviraptor y que por tanto esta especie cuidaba sus huevos en lugar de «robarlos».

Otro ejemplo de cuidado parental en dinosaurios es el que se descubrió en la localidad de Galve (Teruel, España), en donde se hallaron huesos articulados de numerosos ejemplares de diversas edades, incluyendo individuos muy jóvenes (de aproximadamente un año de edad), pertenecientes a la especie Iguanodon galvensis. Esta asociación indicaría que las crías posiblemente se encontraban cerca de la zona de nidificación bajo la protección de los adultos, constituyendo de este modo una «guardería» de dinosaurios.

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