Recientes análisis de las muestras del asteroide Bennu, traídas a la Tierra por la misión OSIRIS-REx de la NASA, revelan la presencia de compuestos orgánicos sorprendentes: azúcares esenciales para la vida y una misteriosa sustancia similar a una goma que nunca antes se había identificado en rocas espaciales. Estos hallazgos refuerzan la idea de que los ingredientes básicos para la vida estaban distribuidos por el sistema solar primitivo y podrían haber llegado a la Tierra a bordo de asteroides y cometas. Además, las muestras de Bennu presentan un alto contenido de carbono y evidencias de agua, características que podrían indicar cómo se originaron las moléculas precursoras de la vida en nuestro planeta.
Azúcares extraterrestres esenciales para la vida
Uno de los descubrimientos más notables en las muestras de Bennu es la detección de ribosa y glucosa, dos azúcares fundamentales para los seres vivos. La ribosa es un componente clave del ARN (ácido ribonucleico), la molécula que transporta información genética y cataliza reacciones en las primeras formas de vida, mientras que la glucosa es uno de los “combustibles” básicos de la vida tal como la conocemos, usada por los organismos como fuente de energía. Encontrar ribosa (un azúcar de cinco carbonos) y glucosa (seis carbonos) en un material extraterrestre prístino es histórico, puesto que es la primera vez que se identifica glucosa en muestras no contaminadas fuera de la Tierra. Dado que estas muestras se recolectaron en el espacio y se mantuvieron selladas hasta su estudio, se descarta la posible contaminación terrestre que en el pasado generaba dudas cuando se hallaban compuestos orgánicos en meteoritos.
El significado de este hallazgo radica en que todos los componentes básicos de las biomoléculas se han encontrado ya en Bennu. Previamente, el análisis inicial de estas muestras reveló la presencia de aminoácidos (14 de los 20 que usa la vida terrestre para formar proteínas) y las cinco nucleobases del ADN/ARN, junto con otros compuestos orgánicos como ácidos carboxílicos. Con la adición de los azúcares, Bennu parece traer un “kit completo” de ingredientes de la vida: aminoácidos para las proteínas, bases nitrogenadas para el material genético, y ahora azúcares que aportan estructura al ARN y energía para el metabolismo. De hecho, la detección de ribosa (y la notable ausencia de desoxirribosa, el azúcar del ADN) en Bennu refuerza la hipótesis del “mundo de ARN”, según la cual las primeras formas de vida en la Tierra pudieron haberse basado únicamente en ARN antes de evolucionar el ADN. En otras palabras, Bennu nos muestra que moléculas clave para la biología ya existían en el sistema solar antes de que surgiera la vida en nuestro planeta.
Una “goma” espacial nunca antes vista
Otro descubrimiento inesperado en las muestras es la presencia de una sustancia orgánica inusual, descrita por los investigadores como una especie de “goma espacial” o “chicle” extraterrestre por su textura. Se trata de un material polimérico flexible, rico en nitrógeno y oxígeno, que no corresponde a ningún mineral típico observado en meteoritos conocidos. Según los científicos, esta sustancia pudo formarse en los comienzos del sistema solar, cuando el asteroide progenitor de Bennu se calentó ligeramente y provocó reacciones químicas entre compuestos como el amoníaco y el dióxido de carbono. El resultado habría sido un polímero orgánico complejo que inicialmente era blando y pegajoso (similar a una goma de borrar o un plástico blando) pero que con el tiempo se endureció. De hecho, durante el análisis microscópico, los investigadores observaron que este “chicle espacial” era flexible y se deformaba al aplicarle presión, recordando a un plástico que con la radiación se vuelve quebradizo.
Bennu parece traer un “kit completo” de ingredientes de la vida
Lo más relevante es que la composición de esta goma cósmica sugiere que podría haber facilitado reacciones químicas prebiológicas. Al ser tan rica en grupos químicos reactivos, pudo servir como un medio o precursor para formar moléculas orgánicas más complejas a partir de compuestos simples. Nunca antes se había observado algo así en muestras astromateriales, por lo que su descubrimiento en Bennu indica que en los asteroides se podían cocinar macromoléculas orgánicas de forma abiótica. Este “plástico natural” extraterrestre amplía nuestra perspectiva sobre la química orgánica que ocurría en el sistema solar primitivo y cómo pudo sentar las bases para la aparición de la vida. Los científicos planean seguir estudiando este material misterioso para comprender mejor su origen y sus posibles roles en la química prebiótica.

Carbono, agua y otros ingredientes cósmicos
Desde que la cápsula de OSIRIS-REx aterrizó en septiembre de 2023, los laboratorios de la NASA han estado examinando el polvo y rocas de Bennu con enorme expectación. Los primeros análisis revelaron que se trata de un material rico en carbono y que contiene agua en forma de minerales hidratados. De hecho, se encontraron arcillas y sales que indican que el asteroide tuvo contacto con agua líquida en el pasado remoto. Los científicos identificaron en la muestra rastros de 11 minerales evaporíticos (como calcita, halita, silvita e incluso trona) que se forman al evaporarse lentamente agua salada, dejando depósitos cristalinos. Esto sugiere que el cuerpo padre de Bennu albergó algún tipo de salmueras (agua salada) que se evaporaron con el tiempo, creando un “caldo” químico en el que pudieron interactuar los compuestos orgánicos primitivos.
En las muestras se han detectado moléculas consideradas ingredientes de la vida —como ya se mencionó: aminoácidos, azúcares, bases nitrogenadas— junto con agua, sales, carbonatos y otros componentes. Esta combinación refuerza la noción de que, aunque la vida se originó en la Tierra, los ingredientes quizás vinieron de fuera. Asteroides ricos en carbono como Bennu pudieron haber sido “repartidores cósmicos”, bombardeando la Tierra primitiva con agua y compuestos orgánicos durante eones. En otras palabras, Bennu ofrece una ventana a las condiciones químicas del sistema solar temprano, mostrando que los bloques constructores de la vida ya estaban presentes mucho antes de que surgiera el primer organismo.
La misión OSIRIS-REx: un logro histórico y lo que viene
La misión OSIRIS-REx (por sus siglas en inglés de Orígenes, Interpretación Espectral, Identificación de Recursos y Seguridad – Explorador de Regolito) fue concebida con el objetivo principal de traer a la Tierra muestras prístinas de un asteroide cercano para estudiarlas. Lanzada en 2016, la sonda llegó al asteroide Bennu en 2018 tras un viaje interplanetario con asistencia gravitatoria de la Tierra. Bennu, de aproximadamente 500 metros de diámetro, es un asteroide carbonáceo que orbita cerca de nuestro planeta y se cree que proviene de la fragmentación de un objeto mayor rico en carbono. Debido a la gran antigüedad de sus materiales (se formaron hace más de 4.500 millones de años), Bennu actúa como una cápsula del tiempo que preserva la química del sistema solar primitivo, incluyendo moléculas orgánicas similares a las que dieron inicio a la vida en la Tierra.
Para recolectar la muestra, OSIRIS-REx realizó en octubre de 2020 una arriesgada maniobra de toque y retroceso (Touch-And-Go). La nave descendió lentamente hasta apenas posar su brazo robótico sobre la superficie llena de escombros de Bennu, en un sitio bautizado “Nightingale”. En el instante del contacto, su mecanismo TAGSAM liberó una ráfaga de gas nitrógeno que levantó polvo y pequeños fragmentos del regolito hacia el cabezal recolector. La sonda permaneció unos segundos tocando el suelo –suficiente para atrapar material– antes de encender sus propulsores y alejarse con seguridad. Esta ingeniosa técnica funcionó mejor de lo esperado: se recogió mucho más de los 60 gramos previstos como mínimo. De hecho, el contenedor de muestra quedó tan lleno que algunas partículas impedían su sellado hermético, lo que llevó a almacenar la muestra rápidamente para evitar pérdidas. Finalmente, OSIRIS-REx almacenó la muestra en una cápsula protectora que fue liberada sobre el desierto de Utah el 24 de septiembre de 2023para su recuperación en Tierra. Fue un momento histórico, pues se convirtió en la primera misión de EE.UU. en traer material de un asteroide, y la mayor cantidad de muestra asteroidial jamás entregada a nuestro planeta (unos 250 gramos, aproximadamente cuatro veces lo que trajo la misión japonesa Hayabusa2).

Con la entrega exitosa del “tesoro” de Bennu, la misión OSIRIS-REx cumplió plenamente sus objetivos científicos y tecnológicos. Sus muestras están siendo cuidadosamente analizadas por un consorcio internacional de más de 200 científicos, y una porción significativa (alrededor del 70%) se conservará para estudios futuros, aprovechando avances en técnicas de análisis que aún están por desarrollarse. Pero la aventura de la nave no terminó allí: tras soltar la cápsula, la sonda encendió de nuevo sus motores y se encaminó hacia un nuevo destino. La misión fue rebautizada como OSIRIS-APEX (Explorador de Apofis) y tiene como meta rendezvous con el asteroide Apofis en 2029. Apofis es un asteroide de tipo rocoso que pasará excepcionalmente cerca de la Tierra en abril de 2029, lo que brindará una oportunidad única para observar cómo la fuerza de gravedad de nuestro planeta podría alterar su órbita y su superficie. OSIRIS-APEX llegará a Apofis pocos meses después de ese sobrevuelo cercano y estudiará in situ los cambios físicos que haya sufrido el asteroide. Incluso se planea que la sonda se acerque lo suficiente como para impulsar chorros con sus propulsores y levantar polvo de Apofis, exponiendo materiales del subsuelo para su análisis remoto.
En resumen, la misión OSIRIS-REx no solo nos ha proporcionado una muestra inestimable del pasado del sistema solar, llena de pistas sobre el origen de la vida en la Tierra, sino que continúa expandiendo las fronteras del conocimiento. Cada grano de Bennu analizado en los laboratorios nos cuenta parte de la historia de cómo la química cósmica se convirtió, eventualmente, en biología. Y con la llegada de OSIRIS-APEX a Apofis en el horizonte, seguiremos aprendiendo más sobre estos mensajeros celestes y cómo moldean tanto nuestro entendimiento científico como nuestro propio destino en el cosmos.