Cuando se habla de éxito, suele repetirse la idea de que la clave es aguantar, insistir y no soltar jamás una meta, por difícil que sea. Sin embargo, una investigación reciente publicada en Nature Human Behaviour pone en duda ese mandato cultural. El estudio analizó más de 200 investigaciones previas y llegó a una conclusión sencilla de entender pero difícil de aceptar: soltar una meta imposible puede ser exactamente lo que una persona necesita para estar mejor. Esta obra de síntesis, liderada por investigadores de Curtin University y otras instituciones, muestra que dejar ir objetivos inalcanzables reduce el estrés, la ansiedad y la depresión, mientras que reorientarse hacia nuevas metas devuelve un sentido de propósito, satisfacción y calma emocional.
Lo innovador del trabajo no es solo su amplitud, sino su enfoque integrador. Los autores combinaron resultados de más de 1.400 hallazgos extraídos de estudios de psicología, salud y ciencias sociales para entender qué lleva a las personas a ajustar sus metas y qué les ocurre después de hacerlo. Los investigadores descubrieron que soltar, reengancharse y ser flexibles son procesos distintos, con efectos diferentes pero complementarios, y que juntos forman un mecanismo menos valorado de lo que debería. El hallazgo ofrece un mensaje claro: la clave no es persistir a cualquier precio, sino ajustar el rumbo de manera inteligente.
Este trabajo masivo propone un modelo que ordena todos los factores que influyen en cómo las personas cambian de dirección cuando algo no funciona. Según el análisis, desde la personalidad hasta la historia de vida, pasando por el estado emocional y el contexto social, todo influye. La investigación muestra que la flexibilidad es más valiosa de lo que solemos admitir, y que se trata de una habilidad que conviene fortalecer a lo largo de la vida.

Por qué soltar una meta no es un fracaso
Hay metas que pueden impulsar el desarrollo personal, pero otras pueden convertirse en una fuente constante de tensión cuando resultan inalcanzables. El metaanálisis encontró que aferrarse a una meta imposible aumenta el estrés, la ansiedad y la sensación de fracaso, incluso cuando la persona sigue poniendo esfuerzo.
Esa insistencia, lejos de generar avances, suele profundizar el malestar y reducir la capacidad para tomar buenas decisiones. La presión interna por cumplir con un objetivo que ya no encaja con la realidad termina desgastando la salud mental y emocional.
A diferencia de la idea tradicional que celebra la perseverancia sin límites, los investigadores muestran que soltar una meta no es una conducta impulsiva, sino un proceso que emerge cuando la persona reconoce que las condiciones han cambiado.
El estudio indica que muchas personas sienten alivio emocional al dejar ir metas que ya no pueden cumplir, lo que favorece una recuperación del equilibrio psicológico. Este alivio aparece incluso en situaciones donde la meta estuvo presente durante años, lo que demuestra que la renuncia puede tener efectos inesperadamente positivos.
El análisis señala también que no todas las personas sueltan las metas del mismo modo. Rasgos de carácter, experiencias previas y el entorno social influyen en esa decisión. La investigación muestra que el “desenganche” no es idéntico para todo el mundo, y que algunos requieren más señales internas o externas para aceptar que es momento de cambiar de dirección. Entender estas diferencias ayuda a evitar juicios simplistas sobre lo que significa abandonar una meta y a considerar el ajuste como un acto racional.
El poder de reorientarse hacia nuevos objetivos
Soltar una meta es solo la mitad de la historia. El metaanálisis revela que las personas que vuelven a comprometerse con una nueva meta tienden a recuperar bienestar, energía y sentido de propósito. El reenganche con nuevos objetivos está asociado con mayor satisfacción vital y mejor salud emocional, lo que confirma que no basta con renunciar: es necesario volver a encontrar un horizonte que motive. Esta transición favorece la estabilidad emocional y puede ayudar a reconstruir la confianza tras una etapa complicada.
El estudio destaca que el reenganche ocurre más fácilmente cuando una persona mantiene cierto optimismo, recibe apoyo social o se encuentra en un entorno que refuerza la autonomía. Los resultados muestran que el buen ánimo y el optimismo facilitan la adopción de nuevas metas, mientras que la falta de recursos emocionales o sociales puede retrasar el proceso.
Las personas que se sienten capaces de influir en su futuro tienen más probabilidades de volver a comprometerse con nuevas direcciones.
Otro dato relevante del trabajo es que no siempre es la misma meta la que se retoma. En muchos casos, el nuevo objetivo mantiene la esencia del anterior, pero se expresa de otra manera. El análisis señala que una meta puede transformarse sin desaparecer del todo, y que reengancharse no implica renunciar a los valores personales. Esta reinterpretación permite avanzar de forma realista sin perder el sentido original que motivó la meta inicial.

La flexibilidad como ventaja psicológica clave
El componente más poderoso que encontró el metaanálisis es la flexibilidad personal. Se trata de una disposición general a modificar metas, estrategias y expectativas sin bloquearse cuando las circunstancias cambian. El estudio muestra que la flexibilidad está asociada con mayor bienestar, mejor funcionamiento social y mejor calidad de vida, y que incluso se relaciona con una reducción clara de ansiedad y depresión. Esta flexibilidad funciona como una especie de estabilizador que ayuda a atravesar épocas difíciles.
La flexibilidad no depende únicamente de la personalidad, sino también del entorno y las experiencias a lo largo del tiempo. Según los investigadores, las personas que crecieron en contextos estimulantes o que han tenido oportunidades para aprender a adaptarse suelen mostrar mayor capacidad de ajustar metas.
El análisis indica que la flexibilidad se fortalece con la experiencia, y que no es un rasgo fijo determinado al nacer. Esto sugiere que puede entrenarse y desarrollarse a lo largo de la vida.
El estudio también descubrió que quienes presentan rasgos de personalidad más rígidos o altos niveles de malestar emocional tienden a tener más dificultades para este tipo de ajustes. La investigación observa que el afecto negativo limita la capacidad de ser flexible, lo que explica por qué algunas personas se sienten atrapadas en objetivos que ya no las benefician. Identificar este patrón es útil para comprender cuándo una persona necesita apoyo adicional para poder reorganizar su camino.
Qué factores influyen en el ajuste de metas
Los investigadores identificaron cinco grandes grupos de factores que influyen en cómo y cuándo las personas ajustan sus metas. Entre ellos, el nivel de control percibido, las emociones, la motivación, la personalidad y el contexto vital. El estudio muestra que estos factores actúan en conjunto, y no como causas aisladas. Por ejemplo, una persona con optimismo y buenos recursos emocionales tendrá más facilidad para reorientarse, mientras que alguien con altos niveles de estrés puede necesitar más tiempo para tomar decisiones.
La historia personal también juega un papel importante. Experiencias de apoyo —o de falta de él— marcan la facilidad con la que alguien modifica sus metas cuando es necesario. Los resultados sugieren que el contexto influye tanto como los rasgos individuales, porque vivir en entornos que permiten equivocarse o cambiar de rumbo reduce la presión de cumplir metas imposibles. En cambio, ambientes muy exigentes pueden fomentar la rigidez y el temor a soltar objetivos que ya no tienen sentido.
Un hallazgo interesante es que algunos factores actúan como barreras y otros como facilitadores, pero su combinación es la que finalmente impulsa el cambio.
El análisis señala que la suma de señales internas y externas es lo que lleva a la decisión de ajustar una meta, no un único acontecimiento aislado. Esto ayuda a explicar por qué algunas personas tardan más que otras en hacer ajustes, incluso si enfrentan dificultades similares.

Qué significa este estudio para la vida cotidiana
Aunque el estudio es amplio y riguroso, los autores reconocen que la mayoría de las investigaciones previas eran transversales, lo que limita la capacidad de establecer causalidad. Aun así, los patrones observados son consistentes y ofrecen un mensaje práctico: ajustar una meta puede ser una estrategia saludable y racional, no una señal de falta de carácter. Esto resulta relevante en un mundo que insiste en la perseverancia como virtud absoluta, incluso cuando ello implica ignorar señales claras de desgaste.
Los expertos proponen que aprender a ajustar metas debería considerarse una habilidad básica. Identificar cuándo insistir y cuándo cambiar el rumbo requiere autoconocimiento, apoyo emocional y comprensión del contexto.
El estudio plantea que saber cuándo cambiar de dirección es la próxima pieza del rompecabezas, porque aún queda por investigar el punto exacto en el que la perseverancia deja de ser útil. Entender este límite podría mejorar la forma en que personas, empresas y entornos educativos manejan las metas.
Para el día a día, la conclusión central es clara y accesible: soltar una meta imposible no significa renunciar a los sueños, sino reinterpretarlos y reconstruirlos. Los investigadores sostienen que el bienestar mejora cuando se deja espacio para nuevas metas, y que este proceso refuerza la resiliencia emocional. Aceptar esta idea puede aliviar la presión social que rodea el concepto de éxito y ayudar a construir una relación más sana y realista con los objetivos personales.
Referencias
- Riddell, H., Sedikides, C., Sivaramakrishnan, H. et al. A meta-analytic review and conceptual model of the antecedents and outcomes of goal adjustment in response to striving difficulties. Nat Hum Behav (2025). doi: 10.1038/s41562-025-02312-4