A veces, lo que parece un simple error de imprenta puede convertirse en una pieza clave en la historia de las ideas. En 1525, una Biblia editada en Zúrich incluía por primera vez un mapa impreso del territorio bíblico. Su creador, el artista alemán Lucas Cranach el Viejo, colocó el mar Mediterráneo al este de Palestina, cuando debería estar al oeste. El mapa, impreso al revés, pasó inadvertido para los lectores de la época, pero su efecto fue duradero.
Hoy, medio milenio después, un estudio del profesor Nathan MacDonald, de la Universidad de Cambridge, revela que ese mapa no solo transformó la manera de ilustrar las Escrituras. También ayudó a consolidar una nueva forma de concebir el espacio: con fronteras precisas, territorios delimitados y una conexión directa entre geografía y poder político. En otras palabras, un error gráfico en una Biblia suiza contribuyó a moldear la noción moderna del Estado-nación.
Un mapa impreso al revés… y su inesperado legado
La Biblia de 1525 fue publicada por el impresor Christoph Froschauer y formaba parte del impulso reformista suizo, centrado en el retorno a una lectura más literal de las Escrituras. Entre sus novedades estaba un mapa de la Tierra Prometida, obra de Lucas Cranach, que representaba las zonas atribuidas a las doce tribus de Israel. El mapa tenía una peculiaridad notable: estaba invertido en su orientación, con el este y el oeste cambiados.
Pese a ese error, su impacto fue considerable. En palabras del propio MacDonald, “imprimieron el mapa al revés, de modo que el Mediterráneo aparece al este de Palestina”. El motivo del fallo pudo deberse al escaso conocimiento geográfico en los talleres europeos de la época. Aun así, ese mapa estableció un precedente visual: la inclusión de divisiones tribales, líneas claras y una interpretación espacial del relato bíblico que iba más allá de lo simbólico.

La Biblia como herramienta cartográfica
Según el artículo académico de MacDonald, este fue un punto de inflexión en la forma de representar el territorio sagrado. Aunque las divisiones tribales ya aparecían en mapas medievales, fue en la Edad Moderna cuando se consolidó una forma más sistemática y visualmente precisa de ilustrar esos límites. El mapa de Cranach marcó una transición: la Biblia dejaba de ser solo un texto espiritual y se convertía también en un objeto geográfico, con implicaciones políticas.
Tal como recoge el estudio, “la representación del mundo bíblico debe reconocerse como un agente significativo en el cambio de percepción sobre la relación entre el espacio y la autoridad política”. Esta afirmación tiene un peso profundo, ya que los mapas no reflejaban simplemente una visión teológica, sino que estaban configurando la manera en que las personas entendían el poder, la posesión de la tierra y la identidad colectiva.
Del símbolo espiritual a la frontera política
Durante siglos, las fronteras tribales del Antiguo Testamento se entendían en clave espiritual. Eran una forma de expresar la herencia prometida a los cristianos, más que una división política real. Sin embargo, en el contexto del Renacimiento y la Reforma, esas líneas comenzaron a adoptar un nuevo significado. Los mapas bíblicos impresos en Bibles protestantes ayudaron a asentar la idea de que cada grupo humano debía ocupar un territorio definido, anticipando así la lógica del Estado moderno.
Esta transformación fue sutil pero persistente. Como explica MacDonald, “una línea en un mapa empezó a simbolizar los límites de las soberanías políticas, en lugar de las promesas divinas sin límites”. El cambio de lectura del texto bíblico fue paralelo al auge de nuevas formas de pensamiento político. La Biblia, por tanto, no solo fue influida por estos cambios, sino que también los inspiró.

La tabla de naciones y el mito del orden divino
Uno de los ejemplos más reveladores que analiza el estudio es la llamada “tabla de naciones” del capítulo 10 del Génesis. En este pasaje se describe la dispersión de los descendientes de Noé tras el diluvio. En la Edad Media, el relato se entendía como una narración simbólica del origen de los pueblos. Pero en la Inglaterra moderna temprana, comenzó a interpretarse como una descripción literal de una división territorial ordenada por Dios.
El jurista John Selden, en su obra Mare Clausum (1635), afirmó que “por Jafet y sus hijos fueron divididas las islas de los gentiles, cada uno según su lengua, sus familias y sus naciones”. Esta afirmación le servía para justificar la soberanía británica sobre los mares, partiendo de la idea de que Dios había asignado regiones específicas a cada linaje humano, como si la Biblia ofreciera un plano geopolítico del mundo.
De mapas medievales a propaganda moderna
La influencia de estos mapas no terminó en la Reforma. MacDonald sostiene que su legado sigue presente en la manera en que muchas personas actuales interpretan la relación entre religión, territorio y nación. En un ejemplo reciente, señala cómo un vídeo de reclutamiento de la Patrulla Fronteriza de EE. UU. citaba el versículo de Isaías 6:8 —“¿A quién enviaré?”— mientras mostraba imágenes aéreas de la frontera con México.
Para MacDonald, este uso de la Biblia como justificación territorial es preocupante. Advierte que “deberíamos preocuparnos cuando cualquier grupo afirme que su forma de organizar la sociedad tiene un fundamento divino o religioso”, ya que eso suele implicar una lectura simplificada y errónea de los textos antiguos. El mapa impreso al revés en 1525 se convirtió así en el inicio de una larga cadena de reinterpretaciones, en la que la espiritualidad cedía terreno a la ideología.
Lecturas cruzadas: la Biblia como causa y consecuencia
Una de las ideas más potentes del trabajo de MacDonald es que la Biblia fue simultáneamente agente y objeto del cambio. Los mapas influyeron en la forma en que se leía el texto bíblico, pero esa lectura también se vio afectada por el contexto político emergente. Lo que antes se consideraba simbólico empezó a leerse como literal. El terreno prometido se transformó en un espacio que podía dividirse, poseerse y defenderse.
Esta evolución fue acompañada por avances técnicos en la impresión, la popularización de los atlas y el auge de la cartografía como ciencia. Pero la raíz visual, la forma de imaginar el espacio sagrado, ya había sido sembrada por las ediciones tempranas de la Biblia protestante, que incluían mapas no solo por devoción, sino también como forma de afirmar control, identidad y pertenencia.
Referencias
- Nathan MacDonald, Ancient Israel and the Modern Bounded State, The Journal of Theological Studies, Oxford University Press, publicado el 29 de noviembre de 2025. https://doi.org/10.1093/jts/flaf090.