Así eran las plantas, animales y paisajes que convivieron con los dinosaurios durante el Mesozoico

Durante más de 160 millones de años, los dinosaurios compartieron su mundo con helechos gigantes, coníferas, pterosaurios y reptiles marinos. Los fósiles de plantas, animales y sedimentos permiten reconstruir cómo eran aquellos ecosistemas y qué comían, cazaban o respiraban los gigantes del Mesozoico.
La tafonomía permite reconstruir cómo eran los ecosistemas donde vivieron los dinosaurios.
La tafonomía permite reconstruir cómo eran los ecosistemas donde vivieron los dinosaurios. Fuente: iStock.

Desde que algunos tipos de organismos marinos iniciaron la conquista de la tierra firme, hace unos 475 millones de años, las plantas han sido la base de todos los ecosistemas terrestres del planeta y a lo largo del tiempo han ido surgiendo y desarrollándose diversos grupos. En la actualidad, el mundo vegetal terrestre está dominado por las angiospermas o plantas con flores (que presentan semillas protegidas por varias capas de tejidos en el interior de estructuras reproductoras llamadas frutos). A estas, le siguen en abundancia las plantas que se reproducen por esporas como las briofitas (musgos y hepáticas sobre todo) y los helechos, ya sean estos arbustivos o arborescentes. Por último, presentan también gran importancia las gimnospermas (plantas con semillas desnudas alojadas en el interior de estructuras reproductoras llamadas conos, como son las piñas). En este grupo se encuentran, entre otros, las coníferas (como los cipreses, las secuoyas, las araucarias y los pinos), las cicadofitas (con morfologías similares a pequeñas palmeras de troncos cilíndricos o globosos, pero sin relación de parentesco con ellas) y los ginkgoales (en donde el Ginkgo biloba, conocido por sus propiedades cosméticas, farmacéuticas e incluso culinarias, es el único representante actual de este linaje).

Flora del mesozoico y su interacción con los dinosaurios. ¿qué comían los dinosaurios?

Los antepasados de estos grupos de plantas ya estaban presentes durante el mesozoico y algunos de ellos han llegado hasta nuestros días sin apenas variaciones morfológicas, con lo que están considerados como «fósiles vivientes». Sin embargo, al igual que las asociaciones faunísticas de dinosaurios fueron cambiando a lo largo de los tres periodos de la era Mesozoica, la representatividad de los diferentes grupos de plantas también experimentó diversos cambios a lo largo de esta era. ¿Cómo lo sabemos? Porque sus restos nos han llegado hasta nuestros días en forma de fósiles, encontrados tanto en los yacimientos en los que aparecen los restos de dinosaurios como en las rocas de formaciones geológicas contemporáneas, relacionadas con los ambientes en donde vivían estos animales.

Así, del estudio del registro fósil encontrado en las rocas sedimentarias, sabemos que durante el periodo Triásico los ambientes continentales en donde vivían los dinosaurios estuvieron dominados por coníferas primitivas, con importancia cada vez más creciente en el tiempo de otros tipos de plantas con semillas, así como por el grupo de las pteridofitas, fundamentalmente representado por los helechos y equisetales. Estas últimas, conocidas también como «colas de caballo», son plantas con forma de pluma, con tallos rectos estriados y hojas triangulares muy pequeñas dispuestas radialmente.

Sobre estas líneas, a la izquierda, vemos unas hojas del «fósil viviente» Ginkgo biloba actual y, a la derecha, otras fosilizadas de Ginkgo huttoni, que es un antepasado del mismo tipo de planta, procedente del Jurásico Medio de Escocia, que están expuestas en el Museo Nacional de Naturaleza y Ciencia de Tokio (Japón).
Sobre estas líneas, a la izquierda, vemos unas hojas del «fósil viviente» Ginkgo biloba actual y, a la derecha, otras fosilizadas de Ginkgo huttoni, que es un antepasado del mismo tipo de planta, procedente del Jurásico Medio de Escocia, que están expuestas en el Museo Nacional de Naturaleza y Ciencia de Tokio (Japón). Fuente: Luis Miguel Sender Palomar.

En el Jurásico, los helechos y las gimnospermas fueron las plantas dominantes y se diversificaron de manera extraordinaria, destacando entre ellas las coníferas, las ginkgoales y las cicadofitas, que a su vez incluyen a las cicadales y bennettitales. Estas últimas pertenecen a un grupo ya extinto que presentaba una morfología externa similar a la de las cicadales, pero con sus conos reproductores integrados estructuralmente en el tronco. Tanto ginkgoales como cicadofitas se extendieron profusamente por todo el planeta durante este periodo, alcanzando una diversidad mucho más amplia que en la actualidad.

Finalmente, el Cretácico marcó un punto de inflexión crucial en la composición y distribución de las floras a nivel mundial, ya que en él tuvo lugar la diversificación y expansión acelerada (y el posterior dominio) de las plantas con flores hacia mediados de este periodo, así como el declive progresivo en la diversidad de gimnospermas y helechos.

Diferentes estudios llevados a cabo sobre la forma de los dientes de los dinosaurios, así como sobre las características estructurales, de digestibilidad y los aportes calóricos de los tipos de plantas existentes durante el Mesozoico, apuntan a que los diferentes dinosaurios fitófagos se alimentarían de determinados tipos de plantas. De este modo, los grandes dinosaurios saurópodos podrían consumir las hojas de las ramas de coníferas a diferentes alturas de sus troncos así como los helechos arbustivos en el sotobosque, dependiendo de la movilidad y longitud de sus largos cuellos. Por otro lado, los dinosaurios ornitópodos, de cuellos cortos y cuerpos robustos, podrían alimentarse tanto de helechos como de equisetales y ginkgoales, y en menor medida de hojas de cicadofitas. Igualmente, podrían haber consumido las hojas de las angiospermas arbustivas a partir de mediados del periodo Cretácico, que es cuando se desarrollan ampliamente este tipo de plantas.

Además, pistas directas del alimento de los dinosaurios fitófagos pueden encontrarse, si las condiciones de fosilización son las adecuadas, en el interior de los coprolitos o heces fosilizadas de estos animales. En estos fósiles, lo que podemos estudiar es el relleno que dejó el excremento al degradarse dentro del sedimento en el que fue enterrado y que contiene los restos de plantas. Dichas evidencias suelen consistir en fragmentos de madera, tallos, hojas, semillas o granos de polen y esporas que no fueron digeridas completamente por los dinosaurios que las consumieron. En algunos casos, en el interior de estos coprolitos se han encontrado también restos microscópicos de la estructura del tallo de algunas plantas, como son los llamados fitolitos presentes en algunas angiospermas, que aportan evidencias de que este tipo de plantas constituyeron el alimento de algunos tipos de dinosaurios a finales del periodo Cretácico.

Otros vertebrados del mesozoico que convivieron con los dinosaurios

Los dinosaurios, aunque son los animales más conocidos y característicos de la era Mesozoica, también compartían ecosistemas con otros muchos organismos. Así, en tierra firme, convivían con diferentes tipos de animales pertenecientes tanto a algunos grupos que podemos contemplar en la actualidad como a otros incluidos en linajes ya extintos, los cuales fueron apareciendo y extinguiéndose durante el Triásico, el Jurásico y el Cretácico.

Muchos de estos animales nos resultarían extraños respecto a los animales que podemos ver hoy en día. Aunque había cocodrilos con formas y tamaños similares a los actuales, también había otros de tamaño enano y con dietas variadas como insectívoras y durófagas (comedores de invertebrados con caparazón externo duro), así como otros de tamaño descomunal como Sarcosuchus y Deinosuchus que habitaban los grandes ríos del Cretácico en el norte de África y Norteamérica, respectivamente.

También existían diferentes tipos de tortugas primitivas, algunas parecidas a las actuales y otras muy diferentes como Aragochersis, encontrada en depósitos del Cretácico Inferior de la provincia de Teruel, en España. Esta tortuga, de mediano tamaño, presentaba un caparazón formado por placas grandes y abultadas, así como otras placas a modo de escamas alargadas en sus extremidades que le proporcionaban el aspecto de una auténtica armadura. Y nuestros antepasados, los mamíferos primitivos, ya pululaban a la sombra de los dinosaurios. Durante el Jurásico, estos animales presentaban morfologías y tamaños similares al de las ratas, aunque otros ya alcanzaban tamaños apreciables (como el de un tejón actual) durante el Cretácico, pudiendo cazar algunos incluso a dinosaurios de talla pequeña.

En las dos fotografías de arriba podemos ver plantas fósiles del Cretácico Inferior procedentes de la provincia de Teruel. En concreto son unas ramas de conífera con piñas en conexión (izquierda) y una hoja trilobulada de angiosperma primitiva (derecha). Ambas están depositadas en el Museo Aragonés de Paleontología (Teruel).
En las dos fotografías de arriba podemos ver plantas fósiles del Cretácico Inferior procedentes de la provincia de Teruel. En concreto son unas ramas de conífera con piñas en conexión (izquierda) y una hoja trilobulada de angiosperma primitiva (derecha). Ambas están depositadas en el Museo Aragonés de Paleontología (Teruel). Fuente: Luis Miguel Sender Palomar.

Los cielos de la era Mesozoica estuvieron dominados por reptiles voladores denominados pterosaurios, que desarrollaron una enorme variedad de formas, de los que los más conocidos son los clásicos Pterodactylus del Jurásico Superior de Europa y Pteranodon del Cretácico Superior de Norteamérica. Algunos de ellos tenían el tamaño de un gorrión, como el diminuto Nemicolopterus del Cretácico Inferior de China, mientras que otros alcanzaron tamaños enormes como Quetzalcoatlus del Cretácico Superior de Norteamérica, con una envergadura alar estimada de unos 13 m. Muchos tenían dientes afilados propios de una dieta insectívora y piscívora, pero algunos grupos presentaban adaptaciones especializadas en cuanto a la alimentación como Pterodaustro, que contaba con dientes extremadamente finos (a modo de barbillas) que le servirían para filtrar las partículas en suspensión en el agua (al igual que lo hacen hoy en día los flamencos). Igualmente, las aves (o dinosaurios avianos) ya acompañaban al resto de dinosaurios desde mediados de la era Mesozoica.

En los mares mesozoicos la vida también se diversificó ampliamente. Existía en ellos un gran número de tipos de peces, unos óseos y otros cartilaginosos como las rayas y los tiburones (algunos de ellos, los hybodóntidos, presentaban largas y agudas espinas venenosas en sus aletas). También abundaban los invertebrados, como los moluscos (incluyendo cefalópodos hoy ya extintos como los Ammonites y Belemnites), pero los dueños de los mares eran los reptiles marinos. Los había de gran variedad de formas y tamaños, entre los que destacan algunos grupos como los plesiosaurios y elasmosaurios (de largos cuellos y aletas a modo de remos), los ictiosaurios (con una morfología corporal similar a la de los actuales delfines pero con la cola aplanada verticalmente), los metriorrínquidos (un tipo de cocodrilos marinos de mediano tamaño, con aletas y largas mandíbulas), los notosaurios (con cuerpo, cuello y cola muy largos y de pequeño tamaño), así como también grandes lagartos marinos denominados mosasaurios (con cabezas enormes y amplias aletas planas).

Ambientes en los que vivieron los dinosaurios y la reconstrucción de sus ecosistemas

El estudio combinado de la información aportada por todos los tipos de restos encontrados en los yacimientos, tanto de animales (huesos, dientes, huevos, coprolitos, icnitas de vertebrados y de invertebrados, conchas, caparazones, etc.) como de vegetales (hojas, troncos, estructuras reproductoras, marcas de raíces, granos de polen y esporas, así como el ámbar y las bioinclusiones que alberga), aporta la información necesaria para conocer qué organismos habitaban una zona concreta del planeta en un momento determinado de su historia geológica. Sin embargo, esta información no es suficiente y a veces puede inducir a error por sí sola si no se tienen en cuenta otros factores y datos muy importantes, que también se encuentran «escondidos» en los yacimientos.

En esta ilustración vemos una reconstrucción ambiental, así como una recreación del anquilosaurio Europelta carbonensis, de otros vertebrados y de la flora asociada del Cretácico Inferior, en el yacimiento de la Mina Santa María en Ariño (Teruel).
En esta ilustración vemos una reconstrucción ambiental, así como una recreación del anquilosaurio Europelta carbonensis, de otros vertebrados y de la flora asociada del Cretácico Inferior, en el yacimiento de la Mina Santa María en Ariño (Teruel). Fuente: Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis/Andrey Atuchin.

Estos datos han de extraerse de manera muy cuidadosa y detallada, igual que se haría en la escena de un crimen. En este caso, las evidencias son muy antiguas y algunas de ellas se han deteriorado o incluso desaparecido, pero desarrollando este trabajo de «paleodetectives» es posible encontrar aún muchas de estas pistas «ocultas» en las rocas del tiempo. De este modo, en los yacimientos ha de realizarse el estudio de los datos relativos al modo de preservación de los diferentes restos fósiles asociados, de su grado de articulación y fragmentación, de sus relaciones espaciales y de la disposición entre ellos, entre otros aspectos. Este tipo de investigaciones se denomina estudio tafonómico, que es un equivalente al estudio paleoforense de los organismos del pasado. Estos estudios, combinados con la información extraída de la composición y de las estructuras sedimentarias presentes en las rocas que engloban los fósiles, nos indicarán las características de los paleoambientes y las relaciones entre los diferentes organismos que habitaron en un momento y lugar concretos de la historia de la Tierra.

Con todo lo anterior, el conocimiento que tenemos de los ambientes en los que vivían los dinosaurios está restringido a las evidencias encontradas a las zonas en donde aparecen sus fósiles. Así, sabemos que los dinosaurios vivían y realizaban sus actividades en el entorno de multitud de ambientes continentales y transicionales por todo el planeta, incluyendo ríos, lagos, pantanos, estuarios, marismas, zonas litorales e incluso desiertos.

De este modo, y gracias a la integración de las investigaciones multidisciplinares llevadas a cabo por diferentes especialistas en paleontología y geología, se pueden reconstruir los ambientes en los que vivieron los dinosaurios y plasmarlos en paleoreconstrucciones artísticas. Estas nos abren auténticas ventanas en el tiempo hacia otras épocas pretéritas de la historia de nuestro planeta, habitadas por animales y plantas maravillosos.

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