Científicos descubren ADN de lobo en la mayoría de los perros domésticos y callejeros: incluso los chihuahuas tienen algo salvaje

Un estudio genético masivo revela que la mayoría de los perros modernos, incluso los más pequeños y domésticos, conservan fragmentos del ADN de lobos salvajes.
La mayoría de los perros actuales conservan ADN de lobo por cruces ocurridos tras la domesticación
La mayoría de los perros actuales conservan ADN de lobo por cruces ocurridos tras la domesticación. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Istock/Christian Pérez

Creíamos conocer bien la historia. Hace más de 20.000 años, un grupo de lobos grises se acercó a los campamentos humanos en busca de restos de comida. Con el paso del tiempo, aquellos más dóciles fueron aceptados, dando lugar a una nueva especie: el perro. Así se ha contado, generación tras generación, una historia de cooperación, domesticación y transformación radical. Pero un nuevo estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences acaba de sacudir ese relato. La mayoría de los perros modernos conservan fragmentos de ADN de lobo, y no de la antigua población que los originó, sino de cruces posteriores y repetidos con lobos salvajes a lo largo de los siglos.

El hallazgo ha sido realizado por un equipo internacional liderado por investigadores del Museo Americano de Historia Natural y el Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian. Analizando más de 2.700 genomas de perros y lobos, tanto antiguos como modernos, han identificado rastros de herencia genética lupina en casi dos tercios de las razas caninas actuales, y en todos los perros llamados "salvajes" o "de aldea" (como los de África), aquellos que viven en estado semisalvaje cerca de asentamientos humanos.

Este descubrimiento desmonta una de las ideas más asentadas en biología evolutiva: que, una vez domesticados, los perros se mantuvieron aislados genéticamente de sus antepasados salvajes. Al contrario, parece que durante siglos, los cruces esporádicos con lobos no solo ocurrieron, sino que dejaron huella en su ADN y jugaron un papel evolutivo crucial.

ADN "salvaje" en casa

La investigación ha detectado que los cruces entre perros y lobos no fueron simples accidentes reproductivos. Aunque la cantidad de material genético heredado es baja —apenas un 0,14 % en promedio en razas modernas—, estos fragmentos han sido conservados selectivamente porque ofrecían ventajas funcionales. Algunas de estas ventajas se relacionan con la percepción sensorial, como un mejor olfato; otras, con la adaptación a entornos extremos, como la altitud en el caso de los mastines tibetanos; e incluso con aspectos del comportamiento, como la independencia o la territorialidad.

Sorprendentemente, la presencia de esta herencia lupina no se limita a razas robustas o de trabajo. El diminuto chihuahua, uno de los perros más alejados morfológicamente del lobo, conserva aproximadamente un 0,2 % de ADN lupino. Es decir, incluso los perros más pequeños y adaptados a la vida urbana arrastran consigo una sombra genética del lobo ancestral.

La genética canina actual revela una historia de mestizaje más compleja de lo que se pensaba
La genética canina actual revela una historia de mestizaje más compleja de lo que se pensaba. Foto: Istock/Christian Pérez

Los investigadores han encontrado patrones interesantes: razas grandes, guardianas o de caza tienden a tener una mayor proporción de herencia lupina. Así, perros como el sabueso anglo-francés tricolor o el Shiloh shepherd —una variante moderna del pastor alemán— tienen porcentajes notablemente altos, superiores al 2,5 %. Por contraste, razas como el bullmastiff o el San Bernardo no presentan rastro detectable de esta herencia.

Una historia de mestizaje selectivo

Lo más fascinante del estudio no es solo la presencia de ADN de lobo, sino el momento en que este llegó a los perros. Utilizando técnicas de análisis genético avanzado, los científicos han estimado que la mayoría de estos cruces se produjeron hace alrededor de mil generaciones, mucho después del proceso inicial de domesticación.

Esto sugiere que durante siglos, comunidades humanas permitieron o incluso promovieron el mestizaje entre sus perros y lobos salvajes. Tal vez para recuperar características deseadas —mayor resistencia, habilidades sensoriales o incluso rasgos físicos “salvajes”— en sus poblaciones caninas. En otras palabras, la evolución del perro no ha sido una línea recta hacia la domesticación, sino una red compleja donde lo salvaje y lo domesticado se entrelazan una y otra vez.

En el caso de los perros de aldea, los investigadores han observado una concentración particular de genes lupinos en áreas del genoma vinculadas al olfato. Esto podría explicar cómo estos perros, que sobreviven sin dueños ni cuidados directos, mantienen una extraordinaria capacidad para encontrar alimento en entornos humanos.

¿Lobos en el comportamiento?

Otra parte del estudio ha comparado las descripciones de temperamento utilizadas por clubes caninos con el nivel de herencia lupina de cada raza. Las razas con menos genes de lobo tienden a ser descritas como “amistosas”, “fáciles de entrenar” o “deseosas de agradar”. En cambio, aquellas con mayor porcentaje de herencia lupina son definidas como “alertas”, “reservadas”, “territoriales” o “sospechosas con extraños”. Aunque estas etiquetas reflejan más la percepción humana que realidades biológicas objetivas, los datos abren una puerta interesante al estudio del comportamiento canino desde una perspectiva genética.

Aun así, los propios autores del estudio insisten en que no se puede afirmar que estos rasgos provengan directamente del lobo. Las conductas animales son complejas, influenciadas por la genética, el entorno y la educación, y simplificarlas sería irresponsable. Pero sí es cierto que este patrón sugiere un posible vínculo que merece investigarse más a fondo.

Un nuevo estudio revela que los chihuahuas y otras razas pequeñas conservan trazas mínimas de ADN de lobo en su genoma
Un nuevo estudio revela que los chihuahuas y otras razas pequeñas conservan trazas mínimas de ADN de lobo en su genoma. Foto: Istock/Christian Pérez

Un pasado compartido que sigue vivo

Este estudio no solo cambia nuestra visión del perro. También rehabilita, en cierto modo, la figura del lobo. Lejos de ser únicamente el antagonista del cuento del pastor y su rebaño, el lobo ha sido durante siglos una fuente genética valiosa para sus parientes domesticados. Incluso después de la domesticación, ha seguido contribuyendo a su éxito evolutivo y a su capacidad de adaptarse a los distintos modos de vida humanos.

En palabras de los investigadores, cada perro lleva consigo una pequeña parte del lobo. No solo en su historia, sino en su propio cuerpo. Ya sea un perro de trineo en Siberia o un mestizo callejero en un pueblo africano, el legado del lobo está ahí, silencioso, persistente, funcional.

Esta revelación pone de relieve hasta qué punto la evolución no es un proceso lineal, sino dinámico, entrecruzado, impredecible. Y cómo los animales que nos acompañan esconden en su genoma historias mucho más complejas y antiguas de lo que pensábamos.

El estudio ha sido publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.

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