La Tierra pierde especies más despacio de lo esperado: la investigación que reescribe la historia de las extinciones

Un nuevo análisis global de 500 años de datos muestra que las extinciones alcanzaron su punto máximo hace un siglo y han disminuido desde entonces, aunque la pérdida de hábitats sigue siendo el mayor peligro.
Las tasas de extinción alcanzaron su punto máximo hace unos cien años y han disminuido desde entonces.
Las tasas de extinción alcanzaron su punto máximo hace unos cien años y han disminuido desde entonces. Fuente: iStock / Edgary Rodríguez R.

Durante años, hemos escuchado que la Tierra atraviesa una nueva extinción masiva. Sin embargo, una investigación reciente de la Universidad de Arizona ofrece una visión más matizada. Tras analizar medio milenio de registros, los científicos Kristen Saban y John Wiens descubrieron que las tasas de extinción alcanzaron su punto más alto hace unos cien años y desde entonces han bajado. No significa que la crisis haya terminado, pero sí que la historia es más compleja de lo que pensábamos.

Durante décadas, la narrativa científica apuntaba a una catástrofe ecológica en marcha, con especies desapareciendo a un ritmo cada vez mayor. Pero al revisar los datos de más de 900 especies extintas en los últimos 500 años, el equipo de Saban y Wiens encontró un patrón distinto. Las mayores pérdidas ocurrieron hace un siglo, no en las últimas décadas. Según los investigadores, esto sugiere que las causas y los ritmos de la extinción han cambiado con el tiempo, y que no podemos extrapolar el pasado para predecir el futuro.

El estudio analizó casi dos millones de especies conocidas, abarcando tanto plantas como animales. Los resultados mostraron que no todos los grupos sufren por igual: los moluscos, como caracoles y mejillones, y algunos vertebrados terrestres han sido los más afectados, mientras que las plantas y los insectos presentan tasas mucho menores. Los autores advierten, sin embargo, que los datos no deben interpretarse como una señal de alivio, sino como una oportunidad para entender mejor cómo y por qué desaparecen las especies.

Saban explicó que la ciencia debe hablar del problema con precisión, evitando tanto el alarmismo como la complacencia. En su opinión, conocer los verdaderos patrones de pérdida de biodiversidad es clave para diseñar estrategias de conservación más efectivas y evitar conclusiones equivocadas sobre el futuro.

Los moluscos y algunos vertebrados son los grupos más afectados, mientras que las plantas y los insectos registran menos pérdidas.
Los moluscos y algunos vertebrados son los grupos más afectados, mientras que las plantas y los insectos registran menos pérdidas. Fuente: Unsplash.

De las islas al continente: cómo cambió el mapa de la pérdida

Otro hallazgo importante del estudio es el lugar donde ocurren las extinciones. En los últimos siglos, las islas fueron el escenario principal de las desapariciones, sobre todo por la llegada de especies invasoras llevadas por los humanos. Ratas, cabras o cerdos acabaron con la fauna autóctona de lugares como Hawái, donde muchos animales evolucionaron sin defensas ante estos nuevos depredadores. Las islas fueron los puntos más frágiles del planeta durante siglos.

En cambio, en los continentes el panorama ha sido distinto. La mayoría de las extinciones se concentraron en ecosistemas de agua dulce, como ríos y lagos, donde la destrucción del hábitat ha sido el factor dominante.

El crecimiento urbano, la contaminación y el uso excesivo del agua han afectado a peces, anfibios y otras especies que dependen de estos entornos. El trabajo sugiere que los desafíos actuales están desplazándose del aislamiento de las islas a la presión humana directa sobre los ecosistemas continentales.

Pese a la gravedad del problema, los investigadores no encontraron evidencia de que el cambio climático haya causado más extinciones en los últimos dos siglos. Esto no significa que no sea una amenaza, sino que sus efectos aún no se reflejan en los registros históricos. Los autores señalan que el verdadero impacto del calentamiento global podría verse en las próximas décadas si no se frenan las emisiones y la pérdida de hábitats.

Lo que el pasado no puede predecir del futuro

Uno de los mensajes centrales del estudio es que mirar al pasado no siempre sirve para anticipar el futuro. Los científicos comprobaron que las causas de extinción han cambiado drásticamente con el tiempo. Mientras que en los siglos pasados las especies invasoras eran el mayor peligro, hoy lo son la pérdida de hábitats y la fragmentación del territorio.

Esta conclusión cuestiona las proyecciones más alarmistas que asumen que la actual crisis de biodiversidad sigue la misma curva que en siglos anteriores.

Según Wiens, extrapolar esas tendencias puede ser engañoso, porque los factores que impulsan la extinción ahora son distintos y más complejos. Las especies no solo enfrentan invasores, sino también cambios drásticos en el clima, contaminación y presión humana directa.

El estudio revisó además las categorías de amenaza de más de 160.000 especies evaluadas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Los datos muestran que las especies más amenazadas hoy son principalmente continentales, afectadas por la destrucción de bosques, ríos y humedales. En otras palabras, el peligro se ha trasladado del mar y las islas al corazón de los continentes.

La mayoría de las extinciones pasadas ocurrieron en islas, donde las especies invasoras provocaron colapsos ecológicos.
La mayoría de las extinciones pasadas ocurrieron en islas, donde las especies invasoras provocaron colapsos ecológicos. Fuente: Unsplash.

Una señal de esperanza entre los datos

Aunque los resultados pueden parecer contradictorios, hay un mensaje positivo: las tasas de extinción han bajado en el último siglo. Para los autores, parte de esta mejora se debe al esfuerzo humano por proteger especies y ecosistemas. Las áreas protegidas, las leyes ambientales y las campañas de conservación han logrado evitar muchas desapariciones.

En algunos grupos, como los vertebrados terrestres y las plantas, la reducción de las tasas es especialmente clara desde principios del siglo XX. Esto sugiere que las medidas de protección, aunque insuficientes, sí tienen impacto.

Los investigadores señalan que las especies amenazadas pueden recuperarse si se actúa a tiempo, pero que el reto sigue siendo enorme.

Saban insistió en que el estudio no debe interpretarse como un mensaje de tranquilidad. La pérdida de biodiversidad continúa y sus consecuencias pueden ser graves. Lo importante es entender el problema con rigor para enfrentarlo con soluciones reales. En otras palabras, reconocer los avances sin bajar la guardia.

Los datos sugieren que las medidas de conservación han tenido efectos reales en frenar las extinciones.
Los datos sugieren que las medidas de conservación han tenido efectos reales en frenar las extinciones. Fuente: Unsplash.

Un llamado a mirar los datos con perspectiva

El trabajo de Saban y Wiens propone una forma más equilibrada de abordar la crisis ambiental. En lugar de asumir un desastre inevitable, invita a mirar los datos con detalle, distinguir entre regiones y causas, y actuar sobre lo que realmente está ocurriendo hoy. La Tierra no está fuera de peligro, pero el futuro no está escrito.

Para los investigadores, la clave está en combinar el realismo con la acción. Si se mantiene la inversión en conservación y se prioriza la protección de hábitats, las tasas de extinción podrían seguir bajando. Pero si se ignoran las señales, la tendencia podría revertirse rápidamente. En definitiva, la historia reciente muestra que las decisiones humanas tienen poder para frenar —o acelerar— el declive de la vida en el planeta.

Referencias

  • Saban, K. E., & Wiens, J. J. (2025). Unpacking the extinction crisis: rates, patterns and causes of recent extinctions in plants and animals. Proceedings B292(2057), 20251717. doi: 10.1098/rspb.2025.1717

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