Descubren figura de barro con 12.000 años que sugiere un vínculo íntimo entre un ganso y mujer

Hallada en una tumba del norte de Israel, la figura fue modelada con detalle y pigmentos rituales, y representa una escena de fuerte carga simbólica que sugiere el desarrollo temprano de narrativas míticas y creencias animistas en las primeras comunidades humanas asentadas.
Figurilla de barro natufiense de hace 12.000 años hallada en Nahal Ein Gev II, que muestra a una mujer agachada con un ganso cubriéndola. A la derecha, reconstrucción artística de la escena. Fuente: Laurent Davin

Cuando alguien piensa en las primeras formas de arte humano, es fácil imaginar pinturas en cuevas o figuras abstractas talladas en piedra. Pero de vez en cuando, la arqueología encuentra algo que descoloca por completo nuestras ideas sobre el pasado. Ese es el caso de una pequeña escultura de barro hallada en el norte de Israel, que ha provocado tanto sorpresa como fascinación en la comunidad científica.

Con apenas 3,7 centímetros de altura, la pieza representa a una mujer en cuclillas y un ganso posado sobre su espalda en una posición que ha sido interpretada como una forma temprana de conexión íntima entre humanos y animales. Publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), el estudio analiza su simbolismo, su técnica y el contexto ritual en el que fue hallada, aportando una nueva dimensión a las creencias y expresiones artísticas de las culturas preagrícolas.

El hallazgo: barro, fuego y simbolismo

La figura fue descubierta en el yacimiento arqueológico de Nahal Ein Gev II, un asentamiento tardío de la cultura natufiense, ubicado cerca del mar de Galilea. La cultura natufiense existió entre 15.000 y 11.500 años atrás en lo que hoy es Israel, Jordania, Líbano y Siria. En esa transición entre el nomadismo y los primeros asentamientos, los Natufienses ya habían empezado a desarrollar formas complejas de expresión simbólica.

Modelada a partir de un solo bloque de arcilla local, la figura fue cocida a unos 400 °C y cubierta después con ocre rojo, un pigmento mineral que aparece en numerosos contextos rituales prehistóricos. El análisis microscópico reveló, además, una huella dactilar parcial en la superficie, posiblemente de una mujer joven, según el patrón de crestas digitales analizado por los investigadores.

Su estado fragmentado —fue encontrada en tres partes— no impidió a los arqueólogos identificar con claridad la escena representada: una mujer agachada, con el cuerpo detallado y naturalista, sobre la que un ganso reposa con las alas extendidas hacia atrás. La postura, la disposición y el nivel de detalle de ambas figuras han llevado a descartar que se trate simplemente de una escena de caza o transporte de animales.

Prof. Leore Grosman y Dr. Laurent Davin con la figura. Fuente: Hadas Goldgeier

Un vínculo corporal que desafía el tiempo

La relación entre el ave y la figura humana ha sido interpretada por los investigadores como una representación de tipo mítico o ritual. Según el estudio, la disposición de las figuras sugiere “una escena de apareamiento imaginario entre un ganso macho y una mujer en cuclillas”. Aunque esta interpretación puede parecer provocadora, es coherente con numerosas mitologías del mundo donde seres humanos y animales comparten atributos, roles espirituales o incluso formas híbridas.

El ganso no aparece como una presa o un animal inerte. Está vivo, activo, con sus alas extendidas envolviendo parcialmente a la mujer, lo que refuerza la hipótesis de una representación con carga simbólica. Los restos óseos hallados en el mismo yacimiento confirman que los Natufienses no solo comían gansos, sino que también utilizaban sus huesos y plumas con fines ornamentales, lo que añade una capa ritual a la elección del animal.

Para los autores del artículo, esta escultura podría ser una manifestación temprana de creencias animistas, donde se concebía a los animales como seres con espíritu, capaces de relacionarse con los humanos en planos simbólicos o espirituales. “La figurilla puede constituir la representación más antigua en el mundo de una interacción simbólica entre humano y animal”, señalan los investigadores.

Interpretación libre de la figura. Fuente: ChatGPT

El contexto: una tumba, dientes humanos y narrativas

La escultura no fue encontrada de forma aislada. Estaba enterrada en el relleno de una estructura semicircular de piedra, usada como espacio funerario, junto con un entierro infantil y un conjunto de dientes humanos. La asociación con prácticas funerarias sugiere que el objeto tenía una función más profunda que la simple decoración: formaba parte de un repertorio simbólico ligado a la muerte, la fertilidad o las creencias sobre la trascendencia.

Ese tipo de depósitos, junto con el empleo de pigmentos y la complejidad del modelado, apuntan a la existencia de un sistema de creencias consolidado entre estas comunidades, anterior incluso al desarrollo de la agricultura. La escena representada en la figura combina una técnica avanzada de manipulación de la luz y la forma con una narrativa visual cargada de intención. Los arqueólogos destacan que la modelación logra crear sensación de volumen y movimiento, algo inusual para objetos de esa época.

Esta pieza marca un punto de inflexión en el arte del suroeste asiático, al mostrar un tipo de simbolismo que anticipa expresiones religiosas y mitológicas más desarrolladas del Neolítico. De hecho, los investigadores afirman que se trata de la primera representación naturalista de una mujer en la región, y también de la más antigua figuración de un vínculo corporal entre humano y animal.

Detalle de la huella dactilar parcial del joven adulto que modeló la figura de barro de Nahal Ein Gev II hace 12.000 años. Fuente: Laurent Davin

Una escultura que habla de deseo, poder y creencias

La conexión entre lo femenino y lo animal no es nueva en la historia de las religiones. El mito de Leda y el cisne, por ejemplo, narra cómo Zeus, en forma de ave, se une a una mujer. Lo asombroso del hallazgo natufiense es que antecede en varios milenios a estas tradiciones clásicas, lo que sugiere que la asociación entre sexualidad, espiritualidad y animalidad ya estaba presente en las cosmovisiones prehistóricas.

El gesto de agacharse, los detalles anatómicos femeninos y la posición del ave no son casuales. Expresan un tipo de cercanía física que, según los investigadores, tiene una intención clara de representar una unión entre ambos seres. Sin usar palabras, la figura transmite un mensaje de deseo, de poder simbólico y de conexión espiritual que habría tenido sentido para quienes la crearon y usaron.

Lejos de una lectura moderna escandalizada, los arqueólogos insisten en que esta representación debe entenderse en su contexto cultural: no como una escena explícita, sino como una narración visual cargada de simbolismo, probablemente ligada a rituales de fertilidad, invocaciones espirituales o mitos fundacionales.

Lo que revela una huella de hace 12.000 años

Uno de los detalles más humanos del hallazgo es la presencia de una huella dactilar parcial sobre la arcilla. Mediante técnicas de análisis de densidad de crestas, se ha propuesto que la escultura fue probablemente modelada por una mujer joven. Este dato, aunque parcial, aporta una dimensión profundamente personal al descubrimiento.

Que una mujer haya dado forma a una figura femenina en una postura íntima, en el marco de una sociedad que ya mostraba estructuras sociales complejas y roles diferenciados, sugiere que las mujeres podrían haber tenido una participación activa en los ámbitos simbólicos y rituales de estas comunidades. La pieza, entonces, no solo representa a una mujer, sino que podría haber sido también una forma de expresión femenina, construida por manos que hoy solo conocemos por esa huella atrapada en el barro.

Referencias

  • Davin, L., Munro, N. D., & Grosman, L. (2025). A 12,000-year-old clay figurine of a woman and a goose marks symbolic innovations in Southwest Asia. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 122(47). https://doi.org/10.1073/pnas.2517509122

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