Durante décadas, un sarcófago anónimo dentro de una tumba real en Tanis, Egipto, ha sido el centro de una incógnita que ha fascinado a los arqueólogos: ¿a quién pertenecía realmente esa caja funeraria sin inscripciones? Ahora, tras un hallazgo sin precedentes, la respuesta parece más cercana que nunca. La misión arqueológica franco-egipcia que trabaja desde hace años en esta histórica necrópolis ha sacado a la luz 225 figuras funerarias ushabti que, además de su belleza artesanal, revelan una historia digna de una novela histórica.
Tanis: un escenario de poder, tumbas y secretos
Situada en el noreste del Delta del Nilo, Tanis fue uno de los principales centros de poder de Egipto durante la Tercera Edad Intermedia. Aunque nunca alcanzó la fama de Tebas o Menfis, sus tumbas reales han ofrecido algunos de los hallazgos más impresionantes del siglo XX. Fue en 1939 cuando se descubrieron los llamados Tesoros de Tanis, considerados el hallazgo más importante desde la tumba de Tutankamón.
Sin embargo, desde entonces, ningún descubrimiento en la ciudad había despertado tanto entusiasmo como el anunciado hace pocos días por el Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto. Durante trabajos de limpieza y restauración en la cámara norte de la tumba del faraón Osorkon II, la misión dirigida por el egiptólogo Frédéric Payraudeau encontró una gran cantidad de estatuillas ushebtis, cuidadosamente apiladas en capas de arcilla cerca de un sarcófago de granito sin inscripciones.
Lo extraordinario no fue solo la cantidad —225 figuras, todas en excelente estado de conservación—, sino lo que revelaron: las inscripciones jeroglíficas que llevaban permitieron identificar al auténtico dueño de estas piezas. No eran de Osorkon II, sino de un faraón posterior: Sheshonq III.

Un faraón desplazado de su propia tumba
Sheshonq III gobernó Egipto durante un periodo de fragmentación y conflictos dinásticos en el siglo IX a.C. Su reinado, aunque prolongado, estuvo marcado por disputas con otros pretendientes del trono, especialmente en el sur del país. A pesar de ello, dejó una huella arquitectónica importante en Tanis, incluyendo grandes puertas monumentales en el recinto del templo principal.
Hasta ahora, se pensaba que había sido enterrado en una tumba propia, también localizada en Tanis. Pero la aparición de sus ushebtis dentro de la tumba de Osorkon II, junto al sarcófago anónimo, cambia radicalmente esta narrativa. Todo apunta a que Sheshonq III fue enterrado en el lugar de su predecesor, lo que sugiere que su propia tumba pudo haber sido reutilizada por otro faraón o incluso profanada en tiempos posteriores.
Este tipo de "intercambio" de sepulturas no era inusual en el Antiguo Egipto, especialmente en momentos de crisis política. Lo sorprendente aquí es que, hasta ahora, no se tenía constancia de que Sheshonq III hubiera sido reubicado en otra tumba. La hipótesis que gana fuerza es que su sarcófago original fue usurpado, posiblemente por Sheshonq IV, y que sus restos y pertenencias funerarias fueron trasladados a la tumba de Osorkon II como medida de protección o urgencia.
Las estatuillas del más allá
Las ushabti o ushebtis, también conocidas como shabtis, eran figuras funerarias destinadas a servir al difunto en el más allá. En el caso de los faraones, podían contar con cientos de estas pequeñas esculturas, que realizarían labores agrícolas o responderían en su nombre durante el juicio de Osiris. La tumba de Tutankamón, por ejemplo, contenía más de 400 figuras.

Las 225 figuras halladas en Tanis están elaboradas en una cerámica esmaltada de tonos azulados y verdosos muy valorada en el Egipto antiguo, y están decoradas con inscripciones que incluyen el nombre y títulos de Sheshonq III. Además, algunas de ellas presentan detalles iconográficos que enriquecen el estudio del arte funerario del periodo.
Pero más allá de su función simbólica o estética, estas figuras han sido la clave para resolver un misterio de más de 80 años: el dueño del sarcófago sin nombre hallado en 1939. Las estatuillas fueron encontradas justo al lado del ataúd, lo que fortalece la teoría de que los restos allí depositados corresponden, efectivamente, a Sheshonq III.
Una misión que continúa escribiendo la historia
Este descubrimiento no es un caso aislado, sino el resultado de un proyecto a largo plazo entre el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto y la misión arqueológica francesa, que trabaja en Tanis desde 1929. Actualmente, se encuentran en plena restauración de la necrópolis real, y el hallazgo se produjo en la fase preparatoria de un plan para proteger el sitio mediante estructuras de cobertura, limpieza de elementos arquitectónicos y tratamiento contra la salinidad.
También se han descubierto nuevas inscripciones y patrones arquitectónicos dentro de la cámara norte, lo que abre nuevas vías de investigación sobre cómo evolucionaron las prácticas funerarias reales durante la Tercera Edad Intermedia. Es posible que en las próximas campañas arqueológicas se obtengan más pistas sobre los rituales de enterramiento y las circunstancias políticas que llevaron a este peculiar cambio de tumba.
Mientras tanto, los arqueólogos siguen analizando las piezas encontradas, especialmente las inscripciones que podrían arrojar más información sobre el contexto histórico y político del reinado de Sheshonq III, así como su relación con Osorkon II.

¿Qué más esconde Tanis?
El descubrimiento de las ushabtis y la identificación probable de los restos de Sheshonq III suponen un punto de inflexión en el estudio de Tanis. Desde 1946 no se había producido un hallazgo de tal relevancia en esta antigua ciudad egipcia. Para los especialistas, confirma que Tanis sigue siendo un lugar cargado de secretos por descubrir, donde cada excavación puede reescribir capítulos enteros de la historia del Egipto faraónico.
Y es que, como bien demuestra este caso, no todo está dicho en la arqueología. A veces, una pequeña figura de cerámica, cuidadosamente colocada junto a un sarcófago sin nombre, puede iluminar con fuerza los rincones más oscuros del pasado.