Un mosaico romano hallado en Inglaterra esconde una versión olvidada de la guerra de Troya, nunca antes vista en la Britania romana

Un hallazgo arqueológico en el corazón rural de Inglaterra revela una versión olvidada del mito troyano que desconcierta a los expertos y conecta a la provincia romana de Britania con los teatros de la Grecia clásica.
Un raro mosaico hallado en una granja británica revela una versión olvidada de la guerra de Troya, según los historiadores
Un raro mosaico hallado en una granja británica revela una versión olvidada de la guerra de Troya, según los historiadores. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

En el verano de 2020, mientras el mundo vivía bajo las restricciones del confinamiento por la COVID-19, un paseo trivial por un campo de cultivo en Rutland, en el centro de Inglaterra, acabó desencadenando uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de las últimas décadas en suelo británico. Jim Irvine, hijo del propietario de las tierras, notó fragmentos de cerámica y restos que no encajaban con nada que hubiera visto antes. Lo que comenzó como una simple curiosidad se transformó rápidamente en una excavación de urgencia que sacaría a la luz un elaborado mosaico romano de más de 36 metros cuadrados, acompañado por los restos de una imponente villa rural.

El hallazgo no tardó en ser calificado como el más significativo de su tipo en el Reino Unido en al menos un siglo. Sin embargo, lo más sorprendente no era la calidad del mosaico en sí, sino la historia que narraba. Una historia conocida y al mismo tiempo inesperadamente distinta.

Un mosaico con aroma griego, pero no homérico

En el centro del mosaico, perfectamente integrado en lo que pudo ser un comedor o triclinium, se representaban tres escenas consecutivas protagonizadas por dos figuras legendarias: Aquiles y Héctor. La primera mostraba el duelo entre ambos héroes; la segunda, el cuerpo de Héctor arrastrado por el carro de su enemigo; la tercera, una escena de redención en la que el rey Príamo pesaba el cadáver de su hijo para pagar su rescate en oro.

Hasta aquí, todo parecía encajar con la narrativa de La Ilíada, la gran epopeya homérica. Sin embargo, un análisis más profundo, dirigido por un equipo de investigadores de la Universidad de Leicester y publicado en la revista Britannia, demostró que este no era el caso. Ni las posiciones de los personajes, ni los gestos, ni los objetos correspondían con exactitud al relato de Homero. De hecho, varios detalles contradecían directamente su texto.

El enfrentamiento entre Aquiles y Héctor se muestra con ambos luchando en carros, un recurso más visual que literario, y ausente del texto griego, donde el combate ocurre a pie. Más tarde, cuando Aquiles arrastra el cuerpo sin vida de su rival, el mosaico muestra heridas visibles en el torso del troyano, algo que en la Ilíada es explícitamente impedido por el dios Apolo. Pero la mayor divergencia ocurre en el tercer panel, donde el rescate del cadáver se realiza mediante un procedimiento nunca descrito por Homero: su peso en oro.

El segundo panel muestra a Aquiles arrastrando el cadáver de Héctor atado a su carro
El segundo panel muestra a Aquiles arrastrando el cadáver de Héctor atado a su carro. Foto: Foto: Servicios Arqueológicos de la Universidad de Leicester/Christian Pérez

Aeschylus y un relato olvidado resucitan en Inglaterra

La clave para resolver este enigma se encontraba en un rincón olvidado de la literatura griega antigua. Lejos de ser un simple error del artista, la escena de la balanza proviene de Los Frigios, una tragedia escrita por Esquilo en el siglo V a.C., de la cual solo sobreviven fragmentos. En ella, el rey Príamo, en un gesto cargado de dramatismo, pesa el cuerpo de su hijo para ofrecer su equivalente en oro a Aquiles. Un giro simbólico e impactante que jamás formó parte de la versión homérica.

Los autores del estudio argumentan que esta variante dramática, considerada más bien "de culto", llegó hasta Britania gracias a la transmisión de patrones visuales entre artistas, más que por la lectura directa del texto de Esquilo. Diseños similares fueron hallados en monedas, vajillas de plata, cerámicas griegas e incluso en otros mosaicos del Mediterráneo. En efecto, los artistas romanos trabajaban a menudo con catálogos de motivos visuales que se replicaban —con variaciones— de generación en generación y de región en región.

Lo que resulta extraordinario es que un patrón tan específico, de una obra griega prácticamente perdida, terminara siendo inmortalizado en el suelo de una villa en la lejana Britania, en el siglo IV d.C. Esto sugiere no solo una pervivencia sorprendente de esta versión del mito, sino también un nivel de conexión cultural y artística con el mundo clásico que hasta ahora se creía improbable en esta provincia.

El mosaico pavimentaba una estancia destinada a banquetes y reuniones sociales
El mosaico pavimentaba una estancia destinada a banquetes y reuniones sociales. Foto: Servicios Arqueológicos de la Universidad de Leicester

El dueño de la villa: un amante de lo exclusivo

Todo esto apunta a un comitente peculiar. Quien encargó el mosaico de Ketton no era solo un aristócrata romano cualquiera, sino alguien con gusto por lo exclusivo, familiarizado con el repertorio más erudito del imaginario clásico. Apostar por una escena de Esquilo, y no por la versión más famosa de Homero, debió de ser un gesto de distinción. Como quien enmarca en su casa una obra teatral poco conocida de Shakespeare para demostrar su sofisticación cultural.

Este tipo de narrativa alternativa habría impresionado a los comensales en los banquetes de la villa, mientras compartían vino, pan y discusiones filosóficas. El mensaje era claro: este no era un mosaico cualquiera. Era un relato selecto para quienes sabían apreciarlo.

Otro de los detalles que llamó la atención de los expertos fue la inclusión de una serpiente en el segundo panel del mosaico, justo debajo del carro de Aquiles. En un primer momento se pensó que podía tratarse de una criatura marina, pero posteriores análisis lo identificaron como un símbolo funerario, presente también en vasijas griegas del siglo V a.C. Su presencia apuntaría al túmulo de Patroclo, amigo de Aquiles, cuyo honor estaba siendo vengado en esa escena.

Asimismo, se detectaron otras coincidencias visuales con obras de arte clásicas: desde la posición de las figuras hasta el diseño de las vestimentas. Incluso se encontró un patrón similar en una jarra de plata del siglo I descubierta en Normandía. Esto demuestra que, aunque los mosaistas británicos trabajaban lejos del mundo griego, su repertorio seguía conectado a través de siglos de tradición iconográfica.

El tercer panel representa al rey Príamo sopesando el cuerpo de su hijo a cambio de oro
El tercer panel representa al rey Príamo sopesando el cuerpo de su hijo a cambio de oro. Foto: Servicios Arqueológicos de la Universidad de Leicester/Christian Pérez

Un testimonio olvidado de una Britania más culta y conectada

El mosaico de Ketton no solo aporta una nueva lectura sobre cómo se contaban los mitos en la Antigüedad, sino que cambia nuestra percepción de la propia Britania romana. Lejos de ser una región periférica y aislada, este descubrimiento la sitúa como un espacio donde circulaban ideas, estilos y narrativas con la misma intensidad que en las regiones más centrales del Imperio.

Este mosaico, con su relato alternativo y sus patrones reciclados de épocas pasadas, se convierte en una cápsula del tiempo. Una que no solo guarda arte, sino también una visión del mundo, de la muerte, de la gloria y del arte de narrar.

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