Científicos descubren que los pulpos tienen un brazo favorito para cada tarea: el hallazgo que revela una inteligencia corporal sorprendente

Un estudio revela que los pulpos no usan todos sus brazos igual: los delanteros exploran, los traseros empujan.
Los brazos de los pulpos son extremadamente versátiles, aunque ciertos tentáculos se utilizan con más frecuencia para tareas concretas
Los brazos de los pulpos son extremadamente versátiles, aunque ciertos tentáculos se utilizan con más frecuencia para tareas concretas. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o

Durante décadas, los brazos del pulpo han fascinado tanto a biólogos como a ingenieros. Sin huesos, ultra flexibles, recubiertos de ventosas sensibles y controlados por un sistema nervioso descentralizado, estos tentáculos parecen salidos de una película de ciencia ficción. Pero un nuevo estudio publicado en Scientific Reports ha ido más allá de la fascinación superficial y ha revelado algo inesperado: aunque cada uno de los ocho brazos del pulpo es capaz de realizar cualquier acción, no todos se utilizan de la misma manera.

Este descubrimiento no solo ayuda a entender mejor la complejidad de estos cefalópodos, sino que también plantea paralelismos sorprendentes con animales tan diferentes como los primates, e incluso con nosotros, los humanos. Porque, al igual que muchos mamíferos tienen manos dominantes o especializadas, los pulpos también parecen tener preferencias. Y eso, en un animal sin esqueleto, con un cerebro repartido en gran parte por sus brazos, resulta tan intrigante como revelador.

Un experimento natural en el fondo marino

Lejos de los acuarios o laboratorios artificiales, el equipo de investigadores liderado por Chelsea O. Bennice y Roger T. Hanlon decidió estudiar a los pulpos en su entorno natural. Analizaron 25 vídeos grabados entre 2007 y 2015 en seis regiones distintas: desde las costas de Vigo en España hasta arrecifes coralinos del Caribe. Cada grabación mostraba a un pulpo actuando libremente en ecosistemas complejos, llenos de rocas, algas y corales, un contexto mucho más exigente y real que el de un tanque controlado.

En total, se documentaron 3.907 acciones individuales de brazos, divididas en 12 tipos de movimientos distintos, como alcanzar, levantar, enrollar o agarrar. Cada uno de estos movimientos se descomponía a su vez en una o varias de cuatro deformaciones básicas del brazo: acortar, alargar, doblar o torcer. Además, se analizaron 6.781 casos en los que estas deformaciones aparecían en distintas zonas del brazo (proximal, media o distal), lo que permitió establecer patrones claros en el uso que los pulpos hacían de sus extremidades.

El resultado más llamativo del estudio fue que los brazos delanteros —los dos pares más cercanos a los ojos— son los más activos durante los comportamientos de exploración. Alcanzar una roca, inspeccionar una concha o investigar el sustrato marino se hace principalmente con las "manos delanteras" del pulpo, por así decirlo. Estos brazos fueron responsables del 64 % de todas las acciones observadas.

Los pulpos suelen recurrir con más frecuencia a los brazos traseros que a los delanteros cuando necesitan desplazarse, ya sea empujándose o rodando sobre el fondo marino
Los pulpos suelen recurrir con más frecuencia a los brazos traseros que a los delanteros cuando necesitan desplazarse, ya sea empujándose o rodando sobre el fondo marino. Foto: Istock/Christian Pérez

En cambio, los brazos traseros —los pares tres y cuatro— se utilizan con más frecuencia para movimientos de locomoción. Por ejemplo, al desplazarse sobre el fondo marino, estos brazos pueden formar una especie de "cinta transportadora" que impulsa al animal hacia adelante. También se usan para elevar el cuerpo, enrollarse o adoptar posturas defensivas. En definitiva, mientras el frente explora, la retaguardia empuja y sostiene.

Este reparto de tareas sugiere una forma de lateralización funcional, aunque no en el sentido izquierda-derecha que se ha observado en algunos estudios de laboratorio. Allí se había propuesto que los pulpos podían tener "brazos preferidos" al estilo diestro-zurdo humano. Pero en la naturaleza, lo que se ha visto es una coordinación por pares: ambos lados del cuerpo actúan en tándem, sincronizados para tareas específicas.

Un cuerpo que piensa por partes

Uno de los aspectos más fascinantes del pulpo es su sistema nervioso. Aproximadamente dos tercios de sus neuronas no están en el cerebro central, sino distribuidas en los propios brazos. Esto significa que cada brazo puede tomar decisiones de forma local: detectar texturas, sabores, movimientos... y actuar sin necesidad de consultar con la "cabeza".

Gracias a esta arquitectura descentralizada, el pulpo puede realizar múltiples acciones simultáneas: enrollar un brazo, alargar otro, sujetar algo con un tercero y moverse con los restantes. En los vídeos analizados, los investigadores observaron escenas dignas de un malabarista: brazos que se enroscan sobre sí mismos mientras otros estiran o giran con precisión milimétrica. Algunos brazos incluso realizaban varias acciones a la vez, dependiendo de la sección del brazo implicada.

Y aunque cada extremidad puede ejecutar cualquier tipo de movimiento, los investigadores encontraron que algunas deformaciones —como torcer o acortar— se usaban más en ciertas zonas del brazo, lo que sugiere una especialización interna dentro de cada extremidad. En total, el extremo distal del brazo (la punta) fue el más activo, responsable del 47 % de todas las deformaciones registradas.

Implicaciones para la biología… y la ingeniería

El hallazgo tiene un enorme valor biológico, pero también despierta el interés de campos tan diversos como la neurociencia, la robótica blanda o incluso el diseño industrial. La capacidad del pulpo para coordinar múltiples brazos, adaptarse a cualquier entorno y realizar tareas simultáneas sin perder eficiencia lo convierte en un modelo ideal para el desarrollo de dispositivos robóticos avanzados.

Ingenieros de todo el mundo han buscado durante años replicar la movilidad y sensibilidad de los brazos del pulpo en brazos robóticos capaces de operar en espacios estrechos, manipular objetos frágiles o desplazarse por terrenos irregulares. El desglose jerárquico del movimiento del pulpo que ofrece este estudio —comportamiento, acción, deformación— puede ser una hoja de ruta para lograrlo.

Estos cefalópodos no emplean cada uno de sus brazos del mismo modo, una característica que curiosamente comparten con los primates
Estos cefalópodos no emplean cada uno de sus brazos del mismo modo, una característica que curiosamente comparten con los primates. Foto: Istock/Christian Pérez

El estudio también plantea nuevas preguntas. ¿Existen diferencias en la especialización de brazos entre especies de pulpos con morfologías extremas, como el mimético de Indonesia? ¿Podría el entorno influir en el patrón de uso de los brazos? ¿Cómo se desarrollan estas preferencias a lo largo de la vida del animal?

En última instancia, este trabajo abre una nueva ventana para entender cómo un animal aparentemente alienígena puede gestionar con precisión un cuerpo tan complejo sin perder el control. El pulpo no solo es un genio del camuflaje, sino también un maestro del movimiento.

Y aunque sus brazos parezcan iguales a simple vista, la ciencia nos recuerda una vez más que, bajo la superficie, nada es tan simple como parece. Cada brazo es una herramienta, sí, pero también un órgano con una personalidad funcional propia, listo para colaborar, sostener, investigar o escapar, dependiendo del momento.

El estudio ha sido publicado en Scientific Reports.

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