Hallan en una fortaleza castellana medieval a un caballero con un cráneo insólitamente alargado: padecía una rara enfermedad y murió en combate

Un cráneo insólito hallado en el castillo de Zorita de los Canes revela la historia de un caballero medieval con una rara enfermedad genética que vivió y murió como un guerrero.
El enigmático caballero con cráneo alargado que cabalgó hacia la batalla en la Castilla medieval
El enigmático caballero con cráneo alargado que cabalgó hacia la batalla en la Castilla medieval. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez/Rissech et al. Heritage (2025)

En pleno corazón de la antigua Castilla, en lo alto de una colina sobre el río Tajo, se alza el castillo de Zorita de los Canes. Entre sus piedras centenarias, testigo de siglos de guerras fronterizas, un descubrimiento arqueológico reciente ha sorprendido tanto a investigadores como a historiadores: los restos de un caballero medieval con un cráneo tan alargado y estrecho que parece más propio de una figura de leyenda que de carne y hueso.

El estudio, publicado en la revista científica Heritage y liderado por un equipo multidisciplinar de la Universitat Rovira i Virgili y ArchaeoSpain, ha documentado un caso único en el mundo: el de un guerrero adulto de entre 45 y 49 años, miembro de la Orden de Calatrava, que habría sufrido una deformación congénita llamada craneosinostosis sindrómica, probablemente el síndrome de Crouzon. Contra todo pronóstico, no solo sobrevivió a esta condición en una época sin cirugía ni cuidados médicos avanzados, sino que fue aceptado como un caballero, luchó a caballo y murió en combate.

Un cementerio de guerreros... y un cráneo fuera de lo común

Entre 2014 y 2019, un equipo de arqueólogos excavó el antiguo cementerio del Corral de los Condes, en el interior del castillo. Allí yacían enterrados numerosos hombres adultos, casi todos con signos evidentes de haber muerto de forma violenta: heridas de arma blanca, fracturas y traumatismos, sobre todo en cráneos y torsos. Muchos de ellos eran claramente miembros de la Orden de Calatrava, una poderosa institución militar-religiosa que defendió los límites del reino castellano frente al poder andalusí entre los siglos XII y XV.

Pero uno de aquellos esqueletos destacó desde el primer momento. Aunque su conservación era parcial, su cráneo se mantenía lo bastante completo como para mostrar una morfología completamente atípica. Medía 23 centímetros de largo por solo 12 de ancho, con una forma extremadamente alargada —un caso de ultradolicocefalia, con un índice craneal de solo 53%, cuando lo normal ronda el 75%—. No había duda: aquel hombre había sufrido el cierre prematuro de varias suturas craneales, una malformación poco común que, hoy, puede ser tratada mediante cirugía en la infancia, pero que en la Edad Media solía ser letal o socialmente incapacitante.

El cráneo del caballero medieval presentaba una forma extremadamente alargada y estrecha, fuera de lo común para su época
El cráneo del caballero medieval presentaba una forma extremadamente alargada y estrecha, fuera de lo común para su época. Fuente: Rissech et al. Heritage (2025)

Lo sorprendente es que este individuo no solo vivió décadas con esta condición, sino que desarrolló una vida físicamente activa, como demuestran sus huesos. Presentaba marcadas inserciones musculares en los brazos, especialmente en el deltoides y el bíceps del brazo derecho —indicador de manejo habitual de armas—, y en los muslos, con signos inequívocos de haber montado a caballo de forma regular. Todo ello apunta a que no solo formaba parte de la Orden de Calatrava, sino que participó activamente en la guerra.

Heridas de guerra y una muerte violenta

Los análisis forenses revelaron tres lesiones fatales, todas ocurridas en el momento de la muerte. Dos de ellas son heridas punzantes: una en la sien izquierda, justo en la intersección de cuatro huesos del cráneo, y otra en la protuberancia occipital, en la parte posterior de la cabeza. Ambas fueron causadas por armas afiladas y punzantes, muy probablemente espadas o lanzas. La tercera lesión se localiza en la tibia izquierda, una fractura por impacto contundente, compatible con un golpe directo mientras combatía a pie o a caballo.

Ninguna de las heridas mostraba signos de cicatrización ósea, lo que confirma que ocurrieron en los instantes previos o durante la muerte. Su patrón, además, coincide con el de otros guerreros medievales muertos en batalla, más que con víctimas de asedios, cuyas heridas suelen concentrarse en el cráneo o los costados. Este detalle, unido a su enterramiento junto a otros caballeros y a las características físicas de su esqueleto, refuerza la hipótesis: murió luchando por su orden y su fe.

A pesar de su deformidad craneal, este caballero llevó una vida plenamente activa. Pero las consecuencias de su condición no se limitaban a lo estético. Su mandíbula mostraba una gran cantidad de sarro acumulado en un solo lado, indicativo de una masticación unilateral. Varios dientes estaban ausentes en vida, probablemente extraídos deliberadamente para facilitar la alimentación. Todo ello apunta a que el movimiento de su mandíbula estaba afectado, dificultando la masticación, y quizás también el habla.

En cualquier caso, esto no impidió que formara parte de una de las órdenes militares más prestigiosas de la península. En el imaginario colectivo, los caballeros medievales eran nobles, sanos y fuertes. Sin embargo, este hallazgo desmonta ese mito y nos recuerda que la sociedad medieval —pese a su dureza— también permitía, en ciertos casos, la integración de personas con condiciones físicas severas, siempre que pudieran cumplir con su función.

Solo se conservaron unos pocos restos óseos del caballero medieval
Solo se conservaron unos pocos restos óseos del caballero medieval. Fuente: Rissech et al. Heritage (2025)/Christian Pérez

¿Crouzon en la Castilla del siglo XIII?

El equipo liderado por la antropóloga Carme Rissech realizó un diagnóstico diferencial para intentar determinar el origen de la deformidad. Tras descartar patologías como el síndrome de Apert, Pfeiffer, Treacher Collins y otras más complejas —que suelen afectar también a manos, pies o columna vertebral—, la hipótesis más probable fue el síndrome de Crouzon, una mutación genética dominante que provoca el cierre prematuro de varias suturas craneales, sin alterar necesariamente la función cognitiva ni reducir drásticamente la esperanza de vida.

Aunque el diagnóstico no puede confirmarse sin análisis genéticos —y los restos no están lo suficientemente conservados para ello—, las características morfológicas y la funcionalidad del individuo encajan con los casos clínicos de Crouzon. De confirmarse, sería uno de los primeros casos conocidos en el mundo de un adulto con esta enfermedad documentado en contexto arqueológico… y además, como miembro de una orden militar.

El valor del individuo frente a la fragilidad humana

Este caballero anónimo, identificado en el estudio como individuo T4.2, encarna una historia de resiliencia y contradicción. En un mundo donde la supervivencia ya era difícil sin condiciones médicas previas, este hombre cabalgó, luchó y murió como un guerrero, desafiando las limitaciones impuestas por su cuerpo. Quizás encontró apoyo dentro de su comunidad. Tal vez su valentía eclipsó su aspecto físico. Sea como fuere, su historia nos obliga a repensar la Edad Media no solo como un periodo de guerras, sino también de complejidades humanas.

Lejos de ser una simple anomalía médica, este hallazgo arqueológico nos habla de identidad, integración y lucha. No solo en el campo de batalla, sino también en la vida misma.

Recomendamos en