La arqueología no solo excava tierra: desentierra símbolos, reconstruye gestos humanos olvidados y revela cómo nuestros antepasados veían el mundo. Y eso es precisamente lo que acaba de ocurrir en el Valle de Jezreel, al norte de Israel. Allí, en las inmediaciones de Tel Megiddo —la histórica ciudad cananea que los textos bíblicos identifican como el escenario del Apocalipsis—, un equipo de la Autoridad de Antigüedades de Israel ha sacado a la luz uno de los descubrimientos más fascinantes de los últimos años: una prensa de vino de hace 5.000 años, una figurilla de templo del tamaño de una casa de muñecas, y un “juego de té” ceremonial cananeo con forma de carnero.
El descubrimiento se produjo como parte de las excavaciones preventivas realizadas antes de ampliar la carretera 66, un proyecto de infraestructura nacional. Lo que comenzó como una intervención técnica se transformó en una ventana abierta a los orígenes del urbanismo, el culto doméstico y el nacimiento mismo de la viticultura organizada en el Levante.
Una prensa de vino de hace 5.000 años: el inicio de una tradición milenaria
En un primer nivel estratigráfico, los arqueólogos identificaron una pequeña instalación de producción de vino, tallada directamente en la roca. Su diseño es simple pero funcional: una superficie inclinada donde se pisaban las uvas, con una cavidad más baja donde se recogía el mosto. La datación apunta a unos 5.000 años atrás, durante la etapa inicial de la Edad del Bronce, cuando los primeros núcleos urbanos cananeos empezaban a expandirse por el territorio.
Aunque las prensas de vino son comunes en todo el Próximo Oriente, rara vez se encuentran ejemplares tan antiguos, bien conservados y con evidencias habitacionales alrededor. De hecho, en torno a esta instalación se descubrieron restos de viviendas, lo que indica que la producción de vino estaba integrada en la vida cotidiana del asentamiento. Esto no solo refuerza la importancia del vino en el día a día de los cananeos, sino que también demuestra que Megido no era una ciudad aislada, sino que su área de influencia se extendía a través de una red de aldeas y suburbios densamente poblados.
Este descubrimiento es mucho más que una pieza arqueológica. Representa, por primera vez de forma concluyente, la producción sistemática de vino en la región en una época tan temprana. Una especie de “pistola humeante” para quienes llevan décadas debatiendo sobre cuándo y dónde empezó esta sofisticada tecnología que, siglos más tarde, sería un pilar de la cultura mediterránea.

El “juego de té” cananeo: una ofrenda líquida a los dioses
En una capa superior del yacimiento, correspondiente a unos 3.300 años de antigüedad —pleno apogeo de la Edad del Bronce Tardío—, emergieron otros elementos igual de sorprendentes, aunque más ligados a lo espiritual que a lo doméstico. Un conjunto de objetos cerámicos cuidadosamente enterrados llamó la atención del equipo: una figura con forma de carnero, pequeñas vasijas, tazones y jarras importadas de Chipre.
El objeto principal era una vasija ritual con forma de carnero. Su diseño revela una finalidad muy concreta: verter líquidos. Un pequeño cuenco conectado al lomo de la figura funcionaba como embudo, por donde se introducía un líquido —probablemente leche, vino o aceite—, que luego salía por la boca del carnero al inclinar el recipiente. Todo indica que el líquido se vertía sobre un cuenco colocado estratégicamente frente a la figura, como parte de una ceremonia ritual.
Aunque fragmentos de este tipo de objetos se han encontrado en otras zonas, rara vez aparecen conjuntos completos y en contexto. Esta es la primera vez que se recupera un kit ceremonial de estas características intacto, lo que ofrece una visión inédita sobre el culto popular cananeo. No se trata de un templo oficial o una estructura monumental, sino de un ritual realizado al aire libre, probablemente por campesinos locales. Según los arqueólogos, muchos de estos pobladores no tenían acceso a los templos dentro de Megido, por lo que realizaban sus ofrendas en altares improvisados en las afueras de la ciudad.
La relevancia del carnero en la religión cananea es evidente. Estos animales eran valorados tanto por su utilidad como por su simbolismo. En culturas antiguas, el carnero estaba asociado con la fertilidad, la fuerza y el sacrificio. Esta vasija ceremonial, por tanto, no es solo un objeto bonito: es una pieza clave en la expresión espiritual de una comunidad.

Una maqueta de templo y la religión cotidiana en tiempos del Bronce
Junto a la vasija y los cuencos, se encontró también una miniatura cerámica que representa un templo cananeo. Con un tamaño que apenas llega al de una casa de muñecas, esta figura reproduce lo que pudo haber sido la arquitectura real de los templos de la época: entradas frontales, techos inclinados y elementos simbólicos que aún se están analizando. La función de esta maqueta sigue siendo objeto de estudio, pero su hallazgo junto al conjunto ceremonial sugiere que fue utilizada como parte del mismo ritual.
Este tipo de representaciones indica que los antiguos cananeos no solo rendían culto en templos oficiales, sino que también incorporaban imágenes sagradas en sus prácticas domésticas y cotidianas. De hecho, el contexto del hallazgo sugiere que muchos de estos rituales se realizaban fuera del circuito urbano principal, en los caminos que conducían hacia la ciudad, visibles desde el gran templo de Megido, pero situados físicamente fuera de sus muros.
Esto reconfigura nuestra visión del mundo cananeo, no como una cultura religiosa centralizada y elitista, sino como una sociedad donde la religiosidad estaba distribuida, compartida y vivida en comunidad.

Reescribiendo la historia de Megido desde sus afueras
La ciudad de Megido ha sido excavada durante más de un siglo. Es un sitio emblemático para entender el urbanismo cananeo, la expansión del comercio en el Levante y la evolución de los sistemas de poder en la Edad del Bronce. Sin embargo, este nuevo descubrimiento añade una capa fundamental: la vida fuera del tell, en las periferias, donde la mayoría de la población vivía, trabajaba y veneraba.
Gracias a este hallazgo, por primera vez podemos ver con claridad la interacción entre el centro urbano y su entorno rural. La prensa de vino prueba que la producción estaba profundamente arraigada en la vida económica. El conjunto ritual, por su parte, revela una religiosidad popular, diversa y accesible, fuera del control de las élites templarias.
No se trata simplemente de piezas espectaculares para un museo —aunque lo serán, y se expondrán en el Campus Nacional de Arqueología de Jerusalén—, sino de pistas que permiten reconstruir una historia mucho más compleja, rica y humana sobre cómo vivían los cananeos en el crepúsculo de su civilización, antes de la llegada de los israelitas.