En una isla diminuta, aislada y sin mamíferos terrestres nativos, aparecieron huesos de lobos donde no deberían existir. Ese detalle encendió todas las alarmas científicas. El hallazgo, documentado en la revista PNAS, plantea una pregunta tan sencilla como provocadora: ¿por qué alguien transportaría lobos a un lugar al que solo se llega en barco? A partir de restos óseos, ADN antiguo y análisis químicos, un equipo internacional reconstruyó una historia sorprendente sobre convivencia, control humano y los límites de la domesticación.
Stora Karlsö es una isla de apenas 2,5 kilómetros cuadrados en el mar Báltico, situada frente a la costa de Suecia. Nunca estuvo unida al continente. Esto significa que cualquier animal terrestre grande que aparezca allí tuvo que llegar por acción humana. Durante excavaciones en la cueva de Stora Förvar, los arqueólogos encontraron restos de dos grandes cánidos en capas ocupadas por humanos hace entre 3.000 y 5.000 años.
El contexto arqueológico es clave para entender el hallazgo. La cueva fue usada durante milenios como lugar de actividad humana. Allí se acumularon restos de comida, herramientas, huesos de focas, aves y peces, además de algunos animales domésticos en épocas más tardías. Los lobos aparecieron mezclados con ese material, no en un entorno natural, sino en un espacio claramente humano.
La simple presencia de lobos en ese lugar ya resulta extraña. No hay evidencias de lobos en otros yacimientos de la región insular. En islas cercanas como Gotland no se han encontrado restos de estos animales en contextos prehistóricos. Esto refuerza la idea de que los lobos de Stora Karlsö no llegaron solos.

No eran perros, pero tampoco lobos comunes
Para saber exactamente qué eran esos animales, los investigadores analizaron su ADN antiguo: genéticamente eran lobos. No pertenecían al linaje de los perros domésticos, ni mostraban señales claras de mezcla con ellos. Esto descartó la idea de que se tratara de perros primitivos o híbridos. Sin embargo, el análisis genético reveló algo inesperado. Uno de los lobos tenía una diversidad genética muy baja. Esto es típico de poblaciones pequeñas y aisladas, o de animales sometidos a algún tipo de control reproductivo. En el registro conocido, ese nivel de baja variabilidad no se había observado antes en lobos antiguos.
Este dato no prueba por sí solo que fueran domesticados. Pero sí indica una situación fuera de lo normal para animales salvajes. Los científicos señalan que, aunque la baja diversidad genética podría explicarse por aislamiento, encaja mejor con un escenario en el que los humanos influyeron en su supervivencia y reproducción.
Comer como humanos deja huella en los huesos
Una de las pistas más reveladoras del estudio provino del análisis químico de los restos óseos. Los huesos conservan información directa sobre lo que un animal comió durante años. A través del estudio de isótopos de carbono y nitrógeno, los investigadores pudieron reconstruir la dieta de estos lobos con bastante precisión y el resultado fue sorprendente: una alimentación dominada por recursos marinos.
Ese patrón dietario encaja con lo que se sabe de los grupos humanos que utilizaron la isla. Su subsistencia dependía en gran medida del mar. Cazaban focas, pescaban y explotaban aves marinas, dejando abundantes restos en la cueva. Que los lobos compartieran ese tipo de dieta sugiere un acceso regular a alimentos de origen humano, ya fuera mediante provisión directa o consumo de desechos generados por las actividades humanas.
Este dato cobra aún más peso al observar el estado físico de uno de los individuos. Presentaba una lesión ósea avanzada que debió afectar seriamente su movilidad durante largo tiempo. En un entorno salvaje, una limitación así habría reducido drásticamente sus posibilidades de cazar y sobrevivir.
El hecho de que el animal viviera lo suficiente como para que la lesión dejara huella en el hueso apunta a un escenario en el que no dependía exclusivamente de sus propias capacidades, reforzando la idea de una convivencia prolongada con humanos.

¿Control humano sin domesticación?
El estudio es prudente y evita una conclusión obvia: no presenta a estos lobos como “perros en potencia”. La domesticación no funciona como un punto de no retorno. Es un proceso largo, discontinuo y lleno de experimentos que no siempre dejaron huella genética en el presente.
Los lobos de Stora Karlsö encajan mejor en una zona gris: animales genéticamente salvajes, pero viviendo en condiciones que difícilmente pueden explicarse sin intervención humana.
Los investigadores plantean que estos lobos pudieron ser trasladados y mantenidos en la isla por motivos que no eran necesariamente utilitarios. En muchas sociedades prehistóricas, el lobo tenía un fuerte valor simbólico. Aparece asociado a creencias, rituales, identidad grupal y formas de relación con la naturaleza que iban más allá de la caza o la amenaza. Mantener lobos cerca de los asentamientos pudo tener un significado social o cultural que hoy solo podemos intuir.
Este escenario abre una perspectiva más amplia sobre el pasado. La relación entre humanos y lobos no fue una historia lineal que condujo directamente al perro. Hubo contactos breves, ensayos locales y formas de convivencia que no se consolidaron ni se expandieron.
Algunos de esos vínculos desaparecieron sin dejar descendencia, pero revelan que los humanos prehistóricos exploraron distintas maneras de relacionarse con los grandes carnívoros, mucho antes de que el perro se convirtiera en el compañero que hoy conocemos.

Una historia pequeña con grandes implicaciones
A primera vista, el descubrimiento puede parecer limitado: dos huesos, una isla pequeña, un episodio local. Pero en arqueología, los detalles mínimos pueden alterar relatos completos. Este hallazgo amplía la forma en que entendemos la prehistoria al mostrar que los humanos no solo cazaban a los lobos o competían con ellos, sino que en ciertos contextos los integraban en su entorno de manera controlada y sostenida.
El valor del estudio no está en presentar una respuesta definitiva, sino en la solidez del conjunto de indicios. Cada línea de evidencia, por sí sola, podría tener otra explicación. Sin embargo, al combinar aislamiento geográfico, dieta marina prolongada, baja diversidad genética y un contexto arqueológico claramente humano, el escenario más coherente es el de una interacción directa y prolongada entre personas y lobos.
Este caso obliga a replantear el inicio de la relación entre humanos y animales desde una perspectiva menos simple. La domesticación del perro pudo haber sido solo uno de muchos caminos explorados.
Algunos no prosperaron, otros quedaron restringidos a lugares concretos y muchos desaparecieron sin continuidad. Hallazgos como el de Stora Karlsö permiten vislumbrar esos intentos olvidados y recordar que la convivencia entre humanos y animales fue, desde el principio, más diversa y experimental de lo que solemos imaginar.
Referencias
- Girdland-Flink, L., Bergström, A., Storå, J., Ersmark, E., Apel, J., Krzewińska, M., ... & Skoglund, P. (2025). Gray wolves in an anthropogenic context on a small island in prehistoric Scandinavia. Proceedings of the National Academy of Sciences, 122 (48), e2421759122. doi: https://doi.org/10.1073/pnas.2421759122