Vivir toda la vida a más de 3.500 metros no es solo una cuestión geográfica, también es un desafío continuo para el cuerpo humano. En esos paisajes de montaña, donde el aire tiene menos oxígeno del que la mayoría de nosotros está acostumbrado, cientos de comunidades tibetanas llevan miles de años desarrollando características únicas para soportar la hipoxia, una presión que afecta a cada célula del organismo.
Un equipo internacional analizó a 417 mujeres tibetanas que ya habían completado su vida reproductiva para entender qué rasgos fisiológicos se relacionan con tener más hijos vivos en un entorno tan exigente, y lo que encontraron da una mirada muy concreta a cómo sigue actuando la selección natural hoy. Es uno de los estudios más claros publicados recientemente sobre adaptación humana en tiempo real.

El desafío de vivir donde falta el oxígeno
La vida en altitudes superiores a los 3.500 metros supone una tensión constante para cualquiera que no haya nacido allí, porque el aire contiene menos oxígeno del habitual. En esas condiciones, el cuerpo tiende a trabajar más para captar y transportar el oxígeno disponible, y esa exigencia puede provocar mareos, cansancio extremo o problemas más serios en personas no aclimatadas. El estudio se centró en mujeres que han soportado esta presión durante toda su vida.
Las participantes del trabajo, todas de origen tibetano y residentes permanentes en aldeas altos de Nepal, formaban una población ideal para responder una pregunta esencial: ¿qué características del organismo ayudan realmente a vivir y reproducirse en un ambiente tan pobre en oxígeno?
Para responderla, los investigadores recopilaron datos sobre embarazos, nacimientos, edad del primer hijo y años de matrimonio, pero también midieron múltiples aspectos de la sangre, el corazón y la capacidad de cada mujer para transportar oxígeno.
Lo interesante es que estas montañas actúan como una especie de laboratorio natural, porque todas las personas del lugar están expuestas al mismo nivel de hipoxia. Así, cualquier variación que ayude a sobrellevarla mejor puede marcar la diferencia en algo tan básico como tener un embarazo saludable. La investigación buscó exactamente esas diferencias que favorecieron a las mujeres con más hijos vivos.
La clave no es tener más sangre, sino usar mejor el oxígeno
Uno de los hallazgos más llamativos fue que las mujeres con más hijos no tenían niveles extraordinarios de hemoglobina, la molécula que transporta el oxígeno en los glóbulos rojos. Por el contrario, las más exitosas desde el punto de vista reproductivo tenían valores intermedios, muy cercanos al promedio de la muestra. El equilibrio resultó ser más ventajoso que los extremos.
Esto llamó la atención porque, a mayor altura, es común que el organismo eleve la hemoglobina para compensar la falta de oxígeno, pero demasiado de esta proteína vuelve la sangre más espesa y más difícil de bombear.
En cambio, las mujeres tibetanas con mejores resultados lograban un balance perfecto: suficiente hemoglobina para transportar oxígeno, pero no tanta como para dificultar la circulación.
A ese equilibrio se sumaba otro factor decisivo: estas mujeres registraban una saturación de oxígeno más alta, es decir, un mayor porcentaje de hemoglobina cargada efectivamente con oxígeno. Esa combinación les permitía mover más oxígeno sin forzar el sistema circulatorio. Cuanto más alta era la saturación, más nacimientos acumulaba una mujer a lo largo de su vida.

El corazón también cuenta: anatomía y funcionamiento marcan diferencias
El estudio no se limitó a la sangre. También evaluó cómo fluía la sangre dentro del corazón y hacia los pulmones, y allí apareció otro patrón consistente. Las mujeres con más hijos tendían a tener una salida del ventrículo izquierdo ligeramente más amplia, lo suficiente para expulsar más sangre oxigenada en cada latido. El corazón funcionaba con eficiencia sin necesidad de sobreesfuerzos.
Otra señal importante era el flujo hacia los pulmones. Quienes superaban un umbral mínimo de volumen por latido conseguían que la sangre desoxigenada llegara con suficiente fuerza a los pulmones para recargarse bien, un detalle esencial cuando el aire tiene tan poco oxígeno disponible. Este flujo adecuado aparecía una y otra vez como un factor que distinguía a las mujeres con más nacimientos.
Además, la respuesta del corazón a la falta de oxígeno era más moderada en estas mujeres. En lugar de acelerarse de forma excesiva bajo hipoxia, mantenían un ritmo relativamente bajo, lo que dejaba más tiempo para llenar las cavidades cardiacas y mejorar la eficiencia del bombeo.
Una respuesta cardiaca estable ante la hipoxia se asoció repetidamente con mayor éxito reproductivo.
La biología no lo es todo: el tiempo y la vida familiar también influyen
La investigación reveló que ciertos aspectos sociales explican parte del número de hijos: las mujeres que habían tenido su primer embarazo a edades más tempranas y que pasaron más años casadas acumulaban más posibilidades de tener descendencia. Los factores culturales ampliaban la exposición a embarazos a lo largo de la vida.
Sin embargo, incluso cuando el análisis controlaba estos elementos, las diferencias fisiológicas seguían teniendo un peso claro. Esto significa que no se trata solo de cuántos años se estuvo casada o cuándo comenzó la maternidad, sino de características internas que ofrecían ventajas concretas en un ambiente con poco oxígeno.
Aun con variaciones entre aldeas, edades o historias familiares, los rasgos que permitían mover y usar mejor el oxígeno se repetían en las mujeres con más hijos vivos. Esa coincidencia indica que ciertos rasgos ofrecen ventajas consistentes frente a la hipoxia.

Genética, evolución y por qué este hallazgo importa hoy
Los investigadores también analizaron millones de variantes genéticas previamente estudiadas en pueblos tibetanos. Entre ellas apareció un viejo conocido: un marcador del gen EPAS1, famoso por su papel en la adaptación a la altura, el cual se asoció a diferencias en la hemoglobina. Es un indicio claro de que esa región del genoma sigue relacionada con la supervivencia en altura.
Aunque el tamaño de la muestra limita algunos análisis genéticos, el patrón general es claro: las mujeres con fisiologías más eficientes para manejar el oxígeno son las que más descendencia tuvieron, y por tanto las más propensas a transmitir esos rasgos.
Esto encaja con décadas de evidencia que señalan que los tibetanos poseen adaptaciones únicas al vivir durante miles de años en altitudes extremas.
El equipo concluye que la selección natural sigue actuando, y no de forma abstracta, sino a través de características muy concretas: cuánta hemoglobina es óptima, cuánto oxígeno se logra transportar y cómo responde el corazón bajo hipoxia. El estudio muestra que la evolución humana continúa en escenarios que nos obligan a reinventar nuestra propia fisiología.
Referencias
- Ye, S., Sun, J., Craig, S. R., Di Rienzo, A., Witonsky, D., Yu, J. J., ... & Beall, C. M. (2024). Higher oxygen content and transport characterize high-altitude ethnic Tibetan women with the highest lifetime reproductive success. Proceedings of the National Academy of Sciences, 121(45), e2403309121. doi: 10.1073/pnas.2403309121