Descubren el rastro jurásico de un enorme dinosaurio que caminó en círculos hace 150 millones de años: su comportamiento desconcierta a los expertos

Un gigantesco saurópodo dejó una huella de casi 100 metros en Colorado hace 150 millones de años, y ahora, un análisis digital ha revelado patrones de movimiento inesperados y posibles señales de cojera.
El misterioso rastro en círculos de un dinosaurio de cuello largo revela secretos inesperados
El misterioso rastro en círculos de un dinosaurio de cuello largo revela secretos inesperados. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez/Dr. Paul Murphey

En lo alto de las montañas de Colorado, a más de 2.800 metros de altitud, una pista fósil antigua ha comenzado a contar una historia que ha permanecido oculta durante millones de años. Lo que parecía un simple rastro de huellas de dinosaurio ha resultado ser un archivo excepcional de comportamiento animal: una pista cerrada en bucle, de más de 130 pisadas, probablemente trazada por un solo ejemplar de saurópodo. Pero lo más asombroso no es la longitud del trayecto ni la magnitud del animal, sino los misteriosos detalles que revelan cómo caminaba.

Este lugar, conocido como West Gold Hill Dinosaur Tracksite, acaba de ser reinterpretado gracias a un análisis digital de última generación, liderado por el paleontólogo Anthony Romilio y un equipo multidisciplinar. El estudio, publicado en la revista científica Geomatics, ha cambiado radicalmente la comprensión que teníamos sobre este sendero jurásico. A través de drones, modelado 3D y análisis computacional de precisión milimétrica, los investigadores han reconstruido cada paso del gigante prehistórico con un nivel de detalle que hubiera sido impensable hace solo una década.

Una pista única en su clase

El rastro, impreso hace unos 150 millones de años durante el Jurásico Superior, cubre una distancia de 95,5 metros y describe una curva casi completa de 360 grados. En otras palabras, el dinosaurio comenzó su marcha hacia el noreste, giró en un amplio bucle y terminó caminando prácticamente en la misma dirección. Hasta ahora, este tipo de trayectoria era más una curiosidad que un objeto de estudio sistemático. Sin embargo, esta pista no es un capricho geológico: sus huellas están extraordinariamente bien conservadas, y eso permite acceder a un aspecto raramente documentado en la paleontología de vertebrados fósiles —el comportamiento.

Los investigadores se enfrentaban a un reto considerable: documentar el conjunto completo de huellas en una superficie inclinada y de difícil acceso, en un entorno de roca endurecida. Por ello, decidieron usar drones equipados con cámaras de alta resolución para capturar la totalidad de la pista desde el aire. Posteriormente, esas imágenes fueron procesadas mediante fotogrametría para generar un modelo tridimensional exacto del terreno, con una resolución milimétrica. Esta metodología les permitió observar la pista como nunca antes: desde arriba, con colores falsos que destacan elevaciones y depresiones, y con la posibilidad de analizar matemáticamente cada paso del dinosaurio.

Vista aérea del rastro con más de 130 huellas, mostrado como modelo fotográfico y mapa en falso color que resalta la profundidad. Las flechas marcan el giro del dinosaurio
Vista aérea del rastro con más de 130 huellas, mostrado como modelo fotográfico y mapa en falso color que resalta la profundidad. Las flechas marcan el giro del dinosaurio. Foto: Dr. Anthony Romilio

Lo que cuentan las huellas

Más allá del impresionante bucle, el rastro revela sutiles señales de movimiento que han intrigado a los investigadores. Una de las observaciones más sorprendentes fue la diferencia consistente entre las pisadas del lado izquierdo y derecho del animal. Las pisadas izquierdas estaban ligeramente más separadas y tenían una zancada unos 10 centímetros más larga que las derechas. Aunque este dato pueda parecer menor, es crucial cuando se trata de un animal que podría haber medido más de 15 metros y pesar decenas de toneladas.

Esa diferencia podría explicarse por una preferencia natural —similar a la lateralidad en humanos—, pero también sugiere otra posibilidad aún más interesante: el animal podría haber estado cojeando. Este tipo de interpretación es compleja, pero no descabellada. Si una pierna soporta menos peso o se mueve de forma anómala, las huellas resultantes mostrarán patrones de paso irregulares. Es lo que han detectado aquí: un desplazamiento lateral del centro de la marcha, una asimetría sutil pero sistemática, y variaciones en el ángulo de los pasos. Todo esto, además, cambia conforme el animal avanza, particularmente dentro del tramo del bucle, que constituye el corazón del enigma.

¿Qué hacía un dinosaurio caminando en círculos?

El patrón de movimiento sigue siendo un misterio. El dinosaurio no giró bruscamente ni cambió de dirección por azar. Su trayecto describe una curva gradual, casi elegante, que sugiere un cambio deliberado en su rumbo, no una acción caótica ni forzada. Una posibilidad es que el animal estuviera buscando algo —agua, comida o tal vez el rastro de otro miembro de su especie— y que, al no encontrarlo, regresara sobre sus pasos. Otra interpretación más aventurada sugiere un comportamiento territorial o incluso de exploración. Pero sin más pistas alrededor, todo esto se mueve en el terreno de la hipótesis.

Y es que esta pista —por su extensión, continuidad y nivel de conservación— es única en el mundo. Muchos rastros fósiles de dinosaurios apenas contienen unas pocas huellas consecutivas. Aquí, se han documentado más de 130. Esta densidad de información ha permitido aplicar técnicas estadísticas para evaluar parámetros como cuán recto es un camino o el ancho relativo de la marcha. Los resultados muestran que incluso dentro de un solo trayecto, estos parámetros varían considerablemente. Eso cuestiona su uso como criterios taxonómicos definitivos, algo que hasta ahora era habitual en la clasificación de icnitas (huellas fósiles).

Simulación que muestra el tamaño del saurópodo que dejó las huellas, comparado con un adulto a escala
Simulación que muestra el tamaño del saurópodo que dejó las huellas, comparado con un adulto a escala. Fuente: Dr. Anthony Romilio

Este estudio no solo ofrece un vistazo al pasado lejano, sino también un ejemplo de cómo la tecnología está transformando la paleontología. Lo que antes requería semanas de trabajo de campo, moldes de yeso y mediciones manuales, hoy puede realizarse con drones, modelos digitales y software de código abierto como Blender. Esta evolución no sustituye el trabajo del paleontólogo clásico, sino que lo potencia: los datos se multiplican, las hipótesis se refinan y, sobre todo, se abren nuevas preguntas. ¿Qué otros rastros malinterpretados podrían contener patrones de comportamiento? ¿Cuántos “dinosaurios cojos” hemos pasado por alto por falta de precisión?

El caso del West Gold Hill Dinosaur Tracksite se convierte así en un punto de inflexión. No solo por lo que revela sobre el animal que lo dejó, sino por lo que implica para la paleontología del siglo XXI. Los investigadores han demostrado que es posible leer un rastro de dinosaurio como si fuera una partitura: con ritmo, cadencia, acentos y silencios. Cada pisada es una nota en la sinfonía del pasado.

Y esa sinfonía, al menos en este caso, suena como una pregunta sin respuesta: ¿por qué caminó en círculos un saurópodo jurásico hace 150 millones de años?

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