La sorprendente expansión del arte mueble en el Paleolítico: piezas que reescriben la creatividad humana

Las primeras esculturas y objetos decorados del Paleolítico revelan una creatividad sorprendente en los inicios de Homo sapiens en Europa.
El impresionante conjunto de arte mueble del Paleolítico europeo que transforma nuestra visión de las primeras sociedades
El impresionante conjunto de arte mueble del Paleolítico europeo que transforma nuestra visión de las primeras sociedades. Fuente: iStock.

El comienzo del Paleolítico superior en Europa está marcado por la llegada de los humanos anatómicamente modernos (Homo sapiens) hace aproximadamente 40 000 años. La expansión de Homo sapiens por el continente viene marcada por la aparición de nuevos tipos de utillaje y nuevas técnicas de elaboración de herramientas, así como por el empleo de útiles sobre asta de cérvido y hueso, la generalización de los objetos de adorno (colgantes sobre distintas materias animales y minerales) y, sobre todo, por la aparición por primera vez de una manifestación artística estructurada y compleja, el arte paleolítico, que va a aparecer simultáneamente tanto en soportes fijos (el arte rupestre o el arte parietal de las cavidades y las rocas al aire libre) como en soportes portátiles (el arte mueble).

El arte mueble paleolítico, el gran desconocido

En 1879, Marcelino Sanz de Sautuola descubre el Techo de los Polícromos de la cueva de Altamira y, desde ese momento, el arte paleolítico entró en la esfera de la investigación prehistórica, dotando al hombre paleolítico de una complejidad simbólica y artística insospechada hasta ese momento.

Sin embargo, ya desde 1833 se conocía la existencia de decoraciones sobre fragmentos de piedra y hueso. El primer objeto decorado reconocido como prehistórico fue un fragmento óseo hallado en Francia, en la cueva de Chaffaud, y en él se encuentran grabadas dos ciervas, cuya antigüedad se estima en 15 000 años. Esta, y otras muchas piezas que fueron apareciendo a lo largo de las primeras excavaciones arqueológicas tanto en Francia como en España, comenzaron a formar parte de un elenco de objetos decorados que pasó a conocerse como arte mobiliar (o arte portátil), para diferenciarlo del arte parietal, representado en las paredes de las cavidades.

El arte mueble, cuya autenticidad fue reconocida desde el mismo momento de su descubrimiento —no así el arte parietal—, fue considerado por los pioneros de la investigación prehistórica como un arte menor, más ligado a la artesanía que a las representaciones cargadas de complejidad y sentido de la estética que ornaban los santuarios cavernarios.

Esta dualidad ha imperado durante largo tiempo en la visión científica del registro artístico paleolítico. El arte mueble ha permanecido en un segundo plano para la investigación prehistórica, siendo a su vez prácticamente desconocido para el gran público hasta casi la actualidad.

Contorno recortado representando un caballo sobre costilla procedente del yacimiento de Saint-Michel (Pyrénées-Atlantiques). Magdaleniense.
Contorno recortado representando un caballo sobre costilla procedente del yacimiento de Saint-Michel (Pyrénées-Atlantiques). Magdaleniense. ASC.

Los objetos decorados del Paleolítico superior europeo

Actualmente, el número de objetos que conforman el variopinto conjunto que denominamos arte mueble supera con creces los veinticinco mil ejemplares en todo Europa y abarca todo el marco temporal del Paleolítico superior; desde las primeras esculturas realizadas sobre marfil fechadas en 40 000 años de los yacimientos alemanes de Hohle Fels, Vogelherd, Geissenklösterle y Hohlentestein-Stadel hasta las recientemente halladas plaquetas grabadas en el yacimiento de Rocher de l’Impératrice, en, Francia, fechadas en 12 000 años.

La distribución geográfica de este tipo de manifestación artística es muy dilatada; los encontramos en los yacimientos de la península ibérica, en el interior del continente europeo y hasta en Polonia y Siberia. Sin embargo, existen grandes diferencias en la producción de arte mueble; la mayor parte de los objetos conocidos se encuentran en la actual Francia, los yacimientos de la vertiente norte de los Pirineos y la Dordoña y la Charente cuentan con grandes colecciones de arte mueble, entre las que destacan algunos yacimientos como Isturitz en los Pirineos Atlánticos, Le Mas d’Azil en la Ariège, Laugerie- Basse y La Madeleine en la Dordoña o La Marche en la Vienne. Sin embargo, el yacimiento con mayor número de piezas decoradas, en concreto plaquetas líticas grabadas y pintadas, se encuentra en la península ibérica, en Valencia. Se trata de El Parpalló que, con cerca de 5000 piezas, constituye hasta la fecha el sitio con más arte mueble del Paleolítico superior del mundo.

Bajo el denominador común de ser objetos transportables, se engloban dentro del arte mueble una serie de categorías que resultan muy distintas y diferentes entre sí, tanto desde el punto de vista de los soportes como de las técnicas empleadas en su ejecución. Así, comúnmente se agrupa esta diversidad bajo varias subcategorías; objetos de adorno-colgantes (que van desde conchas o dientes perforados, a esculturas u objetos de formas predeterminadas, todos ellos con orificios destinados a la suspensión), armas de caza y objetos utilitarios, y soportes sin funcionalidad aparente (también de muy diversas naturalezas; fragmentos pétreos decorados o esculturas como las conocidas Venus). Las materias primas utilizadas como soportes para los distintos tipos de piezas son muy variadas, abarcando todo tipo de soportes orgánicos (asta de cérvido, huesos, conchas, marfil, dientes) e inorgánicos (arenisca, caliza, pizarra y otras materias menos comunes como el ámbar, la esteatita, o el barro cocido). Técnicamente, el grabado en el arte mueble es mayoritario, aunque el relieve y la escultura también son técnicas muy empleadas. La pintura es, sin embargo, minoritaria (está presente excepcionalmente en las plaquetas del yacimiento de El Parpalló), probablemente por problemas de conservación.

El arte mueble está constituido por una gran diversidad de temas, figurativos y no figurativos, que en ocasiones supera aquellos presentes en el arte parietal. Entre los figurativos, los temas animales son dominantes, aunque también encontramos representaciones humanas (las venus o las figuras antropomorfas masculinas). Los temas no figurativos abarcan una amplia gama que va desde motivos no estructurados; series de líneas, ángulos, zigzags, series de puntuaciones… a motivos abstractos muy complejos y sofisticados —signos—.

Las primeras manifestaciones artísticas

Los primeros objetos de arte mueble en Europa se encuentran en los yacimientos del Jura suabo, en la actual Alemania, y datan del Auriñaciense (hace aproximadamente 40 000 años). Se trata de esculturas en marfil de mamut que representan figuras animales —caballo, felinos, mamut— y también algunas piezas excepcionales, como el famoso teriántropo hombre-león del yacimiento de Hohlenstein-Stadel y la venus de Hohlefels, la primera de este tipo de manifestaciones femeninas. La producción de objetos en bulto redondo se extiende durante el Gravetiense (hace 29 000 años) con las famosas esculturas femeninas llamadas comúnmente venus. Se trata de figuras femeninas en las que se privilegia la representación de los rasgos sexuales (senos, vulva), a menudo con vientres prominentes, pero que sin embargo, rara vez presentan rostro (o incluso las hay sin cabeza, como la ya citada venus de Hohlefels), y nunca presentan pies. Algunos ejemplos relevantes de este tipo de esculturas los encontramos en el yacimiento moravo de Dolni Vestonice, en el austríaco yacimiento de Willendorf, en Laussel, en la Dordoña francesa o la recientemente descubierta Venus de Renancourt (Amièns).

No existen, hasta la fecha, venus en los yacimientos de la península ibérica. Algunos yacimientos del Gravetiense se caracterizan por producir esculturas de un modo que hoy en día podríamos denominar «en serie»: centenares de esculturas se han realizado en el mismo lugar, apareciendo actualmente en fragmentos fruto de procesos de manufactura o de roturas intencionales. Encontramos ejemplos de esta producción en serie en yacimientos como el citado sitio de Renancourt, en Dolni Vestonice o en Kostienki en Rusia.

Colgante sobre diente de cachalote, con una figura de cachalote y un bisonte, procedente de Las Caldas (Asturias). Magdaleniense.
Colgante sobre diente de cachalote, con una figura de cachalote y un bisonte, procedente de Las Caldas (Asturias). Magdaleniense. ASC.

El esplendor del arte mueble

Al margen de la producción de esculturas auriñacienses y gravetienses, la decoración de objetos será, por lo general, menos generalizada durante la primera parte del Paleolítico superior de lo que encontramos a partir del Magdaleniense (hace aproximadamente 17 000 años). Es a partir de este período cuando asistiremos a una auténtica revolución artística, con una multiplicación tanto de los soportes y objetos decorados, como de los motivos representados.

El arte mueble magdaleniense alcanza sus máximas cotas de sofisticación, tanto en los motivos representados como en las técnicas empleadas. En este momento se decoran todo tipo de objetos, empleando todos los recursos técnicos al alcance los artistas paleolíticos. Se crean esculturas en asta de ciervo y de reno, en marfil de mamut y de ballena, se crean decoraciones con relieves sobre bastones perforados, sobre varillas de asta, o sobre propulsores (instrumentos creados para multiplicar la fuerza del lanzamiento). También se decoran espátulas de hueso con figuras animales —caballos, bisontes, cabras, uros (los antepasados de los actuales toros) y cérvidos— minuciosamente grabadas que alcanzan el grado de miniaturas.

Muchos de los objetos decorados del Magdaleniense también se producen en serie, al igual que las esculturas gravetienses. Encontramos objetos en hueso perforados (sobre omóplatos o sobre huesos hioides —el hueso de la nuez—), los llamados rodetes y contornos recortados, que se fabrican por decenas en algunos yacimientos, y que probablemente estaban destinados a ser cosidos a la ropa. También las plaquetas (rocas planas de distintos materiales —caliza, arenisca, calcita—) se graban por centenares, con figuras que en ocasiones se superponen unas sobre otras creando un palimpsesto prácticamente indescifrable.

Las razones de esta profusión en la producción artística de objetos decorados resulta difícil de esclarecer. El aumento en el número de yacimientos y en el número de piezas a partir de esta fecha podría indicar un aumento demográfico. Igualmente, otros elementos del registro arqueológico indican que a partir de ese momento los contactos a larga distancia se intensifican. Por ejemplo, conocemos la presencia de materias primas como el sílex, roca imprescindible para la talla lítica, en lugares distantes de hasta 600 km respecto a su zona de aprovisionamiento. Otro de los elementos que nos permite conocer los desplazamientos de las sociedades paleolíticas a partir del Magdaleniense son las conchas, cuyo origen mediterráneo o atlántico puede ser determinado en la actualidad. Así, encontramos conchas mediterráneas en yacimientos magdalenienses como Tito Bustillo en Asturias, y al contrario, yacimientos mediterráneos con conchas procedentes del Atlántico.

Maestros y aprendices

En los últimos años, la investigación en arte mueble se ha centrado en un aspecto tradicionamente poco investigado, la técnica. El concepto de técnica abarca todos los conocimientos mecánicos que implica la realización de motivos sobre soportes óseos o minerales. Hoy en día resulta difícil reconstruir todos los procesos que entran en juego a la hora de realizar decoraciones sobre soportes como el asta o el marfil, pero gracias al estudio de la técnica, podemos conocer los condicionantes que existen y cómo fueron solventados por las sociedades paleolíticas.

Así, el estudio de la técnica nos permite conocer determinados aspectos de la producción artística que resultan clave para entender las sociedades paleolíticas. Sabemos, gracias al análisis detallado de las decoraciones mediante el uso de microscopios de gran potencia como los microscopios electrónicos de barrido, que los gestos que realizaron los artistas paleolíticos exigían una precisión y una fuerza que hoy en día son muy difíciles de reproducir. El grabado sobre hueso, asta o mineral exige un control muy preciso de la herramienta (por lo general, un instrumento realizado en sílex denominado buril, cuyo filo permite incidir sobre la materia generando un surco), ya que esta ofrece una resistencia notable, especialmente en el caso de algunos soportes especialmente duros y fibrosos como el hueso. Para vencer esta resistencia, los artistas paleolíticos contaban con una fuerza notable, capaz de generar surcos de gran profundidad sobre estos soportes, pero asimismo, contaban con una precisión inigualable actualmente, que les permitía realizar decoraciones a escala milimétrica, y en ocasiones, incluso nanométrica.

También, gracias al estudio de la técnica y a la reconstrucción de los gestos de los grabadores paleolíticos, realizada mediante análisis microscópicos, sabemos que todo este conocimiento no era espontáneo, sino que era el fruto de un aprendizaje. Podemos reconocer, cuando estudiamos las piezas a gran aumento, que algunos artistas paleolíticos cometían errores al realizar incisiones, errores causados por una falta de control del gesto y del útil empleado al grabar. Estas piezas, que presentan decoraciones poco elaboradas, con dificultades técnicas claras, suelen ser objetos sin función tales como fragmentos de hueso desechados o soportes pétreos recogidos en los propios lugares de hábitat. De este modo podemos deducir que este tipo de materias probablemente sin valor eran aprovechadas por los artistas inexpertos para aprender los gestos técnicos necesarios para la creación de los motivos artísticos.

el hombre-león, una escultura en
marfil de mamut de 31,1 centímetros de altura
que data del Paleolítico superior (Auriñaciense).
El hombre-león, una escultura en marfil de mamut de 31,1 centímetros de altura que data del Paleolítico superior (Auriñaciense). Fuente: Wikimedia Commons.

La función del arte mueble en las sociedades del Paleolítico superior europeo

Sabemos que los artistas paleolíticos no solo aprendían la técnica necesaria para realizar los motivos, sino que además, la forma en que estos aparecen representados también se transmite, generación tras generación, codificando de manera muy reglada qué y cómo se representa. Así, conocemos que en determinados momentos del Paleolítico superior existen maneras concretas de representar ciertas figuras, por ejemplo, las ciervas de hocico cuadrangular y relleno de trazos internos del Magdaleniense inferior cantábrico (en torno a 15 000 años antes del presente) o las representaciones de cabezas de cabras en vista frontal que son propias del Magdaleniense superior (aproximadamente, 12 000 años antes del presente).

Estas maneras de representar ciertos motivos, tan convencionales, aparecen en yacimientos en ocasiones muy distantes entre sí, lo que nos da idea de que, como mencionábamos anteriormente, las sociedades paleolíticas, especialmente a partir del Magdaleniense, son sociedades fuertemente cohesionadas, que comparten una misma cultura, y donde el arte —tanto mueble como parietal— juega un papel fundamental. La importancia de la producción de arte mueble queda reflejada en la fuerte inversión de tiempo que estas sociedades debieron dedicar a producir algo que carece de valor utilitario, e, igualmente, queda de manifiesto cuando se pone de relieve la existencia de un aprendizaje artístico regulado que abarca miles de años y cientos de kilómetros de distancia.

La producción de decoraciones de significado simbólico o ritual poseía un papel fundamental, hasta el punto de permitir la especialización de ciertas personas en la ejecución de motivos y objetos de gran dificultad y belleza artística. El significado de estas figuraciones, por desgracia, todavía nos resulta imposible de descifrar, pero sin duda nos permite saber que se trata de sociedades muy estructuradas y complejas, diversificadas en un abanico de acciones que superan ampliamente las de la mera supervivencia.

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