Los objetos de adorno, además de embellecer el cuerpo, son considerados a menudo como símbolos o medios de comunicación que facilitan la cohesión de un grupo humano y permiten diferenciarlo dentro y fuera de una comunidad. Al estar ubicados sobre el cuerpo, no deben de sobrepasar unas determinadas dimensiones, ni cierto peso. Cuentas y colgantes pueden formar parte de adornos más complejos (collares, pulseras, tobilleras), pero también suelen estar cosidos en el vestido.
La función del adorno es diversa, dependiendo de quién lo lleve (pueden indicarnos el estatus, el género y la edad del individuo o de un grupo), cómo lo porte y para qué lo utilice (embellecimiento del cuerpo, sin más; como elemento para llevar a cabo ceremonias de tipo político y religioso; como ajuar funerario, etc.).
Hoy se discute, por parte de la comunidad científica, si los neandertales eran capaces de crear y usar adornos. Así, las conchas marinas con perforaciones naturales y huesos con incisiones documentados en las ocupaciones adscritas al Paleolítico medio (periodo Musteriense, por ejemplo, en la cueva de los Aviones, en Murcia) y a la transición del Paleolítico medio al superior (periodo Chatelperroniense, cueva Foradada de Calafell, en Tarragona) son consideradas para algunos investigadores como adornos. Sin embargo, estos objetos no poseen marcas evidentes de haber estado suspendidos.

Comportamiento simbólico
La creación del adorno es una de las muestras más importantes del comportamiento simbólico de nuestra especie, el Homo sapiens. Desde su aparición, ha sido usado hasta el momento actual por diferentes culturas de los cinco continentes. Las primeras evidencias materiales de este pensamiento abstracto se documentan en el continente africano hace 140 000 años (cueva de Bizmoune, en Marruecos), donde lo característico era utilizar, como cuentas, conchas de pequeño tamaño con perforaciones naturales. En la región cantábrica se documentan desde hace 40 000 años. Así, durante el periodo Auriñaciense están presentes en los niveles arqueológicos de las cuevas de La Garma A, en Cantabria. Ya desde este momento, y a lo largo de todo el Paleolítico superior, se seleccionan para crear ornamentos una gran variedad de materiales, tanto de origen animal (hueso, asta, marfil, diente, concha) como mineral (diferentes rocas y minerales). Para ponerlos en suspensión, lo habitual es la creación de orificios mediante distintas técnicas, por ejemplo, la abrasión practicada con una roca de grano fino en la parte dorsal de las conchas y la perforación con una punta lítica, la realización de dos muescas laterales o un surco anular, en el caso de las raíces de los dientes.
Además de utilizarse materias primas de origen animal y mineral, suponemos que los primeros objetos de adorno fueron realizados muy probablemente en otras materias de origen vegetal y animal, materiales que no se conservan en el registro arqueológico, salvo en casos excepcionales. Estamos refiriéndonos, por ejemplo, a las semillas, a las fibras vegetales y a las plumas. Por lo tanto, la utilización de un determinado tipo de materia prima para realizar este tipo de artefactos responde a su disponibilidad en el entorno, a su durabilidad y su conservación en el registro arqueológico.
En el Paleolítico superior cantábrico predominan los objetos de adorno elaborados a partir de soportes naturales. Determinados dientes y conchas son seleccionados intencionalmente por sus formas, colores, brillos y relieves.
Por lo que se refiere a los dientes se advierte una predilección por los de los ciervos, particularmente los caninos atróficos y, en mucha menor medida, los incisivos. También se seleccionan incisivos de cabra, rebeco, reno y gran bovino. Los dientes de los carnívoros (caninos de zorro, lobo, león y lince, caninos e incisivos de oso), de caballo (fundamentalmente incisivos), así como las piezas dentales de los mamíferos marinos (foca, delfín y cachalote) son menos utilizados. En algunos casos, estos dientes son verdaderas esculturas, como es el caso del canino de oso de la cueva asturiana de El Buxu, que se talló y grabó hasta darle forma de ánade. En otras ocasiones, la dentición sirvió de soporte para la creación de obras de arte mueble únicas, como es el caso del fragmento de diente de cachalote procedente de la cueva, también asturiana, de Las Caldas, grabado con la representación de un posible cetáceo (¿cachalote?) asociado a signos angulares en una cara, y un bisonte, en la cara opuesta.

Variedad de materiales
También se fabrican objetos de adorno a partir de conchas de moluscos marinos. Se seleccionaba fundamentalmente las de gasterópodos y, en mucha menor medida, las de escafópodos y bivalvos. Entre los gasterópodos destacan las conchas de la especie Littorina obtusata, que presenta una superficie lisa y una amplia gama de colores, desde marrón oscuro hasta blanco. También destaca Trivia sp., en forma de grano de café, perforada en su parte dorsal, mientras que a ventral presenta una abertura natural, larga, estrecha y con los bordes dentados. Entre los bivalvos, destacan las valvas de la vieira (Pecten maximus), con orificios en las orejetas y en el umbo. Entre los escafópodos, las de los géneros Dentalidae y Antalis, con su característica forma tubular, en forma de defensa de elefante. Estas conchas eran recogidas en las playas del Cantábrico, próximas a cuevas y abrigos donde habitaban los grupos prehistóricos. Sin embargo, en algunos yacimientos, como el caso del Área de Estancia de la cueva de Tito Bustillo (Asturias), se ha documentado la presencia de conchas recogidas en playas del Mediterráneo. Entre ellas destaca la especie Homalopoma sanguineum, con su singular superficie estriada y su color rojizo-rosáceo. Su presencia en yacimientos del Cantábrico, particularmente durante el Magdaleniense, nos habla de la existencia de contactos a larga distancia entre grupos de recolectores-cazadores. Estos contactos, que posibilitarían, además, el intercambio de personas, materiales e ideas, unía a poblaciones que habitaban a 500 km de distancia.
Los objetos de adorno realizados en hueso, en asta y en marfil son más escasos. Se utilizan determinados huesos, en particular, los planos. A menudo sus superficies son grabadas con motivos esquemáticos o figurativos. Destacan los discos óseos elaborados a partir de fragmentos de escápulas, a modo de nuestros botones, pero de mayor tamaño, como el documentado en la cueva de las Aguas, en Cantabria. También hay que señalar las cabezas de animales realizadas a partir de huesos hioides, por ejemplo, en la cueva de Tito Bustillo, donde representan cabezas de équido. En este último yacimiento citado destaca la escultura de una cabeza de cabra en asta de cérvido. Todos estos objetos pertenecen al periodo Magdaleniense. En marfil, material realmente escaso en el Paleolítico superior cantábrico, hay que señalar las placas decoradas con incisiones en los bordes de la cueva de Las Caldas, pertenecientes al periodo solutrense.
Las materias primas de origen mineral son utilizadas para crear cuentas de collar y colgantes de pequeñas dimensiones. Habitualmente se realizan a partir de rocas blandas, fáciles de trabajar. Particularmente destaca la utilización de yesos durante el Auriñaciense, en yacimientos como La Garma A. A lo largo del Paleolítico superior también se utiliza el esquisto, la hematita y la arenisca. Una cuenta en ámbar se ha documentado en el Solutrense de Antoliña (Bizkaia) y, dos de lignito/azabache, en el Solutrense de Las Caldas. También hay evidencia de la utilización de fósiles, como es el caso del diente de escualo documentado en las ocupaciones solutrenses de Aitzbitarte IV (Gipuzkoa). Suele ser habitual que los objetos de adorno conserven restos de colorante («ocre») en su superficie. La presencia de este colorante nos indica que estos objetos se teñían de rojo de forma intencionada, para resaltar sus decoraciones. No se descarta, sin embargo, que su coloración se pueda haber debido al contacto del abalorio con la piel pintada de la persona que los portaba. Para determinar si estas cuentas y colgantes han sido utilizados o no como adornos, se estudian bajo la lupa binocular. Si sus superficies presentan brillos provocados por el roce con la vestimenta o con la piel, y, sobre todo, si los orificios presentan redondeamientos y lustre, podremos indicar que han estado puestos en suspensión. Para poder «reconstruir» distintos aspectos relativos a la fabricación y uso del adorno prehistórico, echamos mano de la arqueología experimental.
En el proceso de excavación de los sitios arqueológicos nos podemos hallar cuentas de muy pequeño tamaño, completas o fragmentadas, siempre y cuando se tamice el sedimento con mallas de, al menos, 1 mm de luz. Dichos objetos, en buena parte de las ocasiones, aparecen de forma aislada, sin contexto aparente. En su mayor parte se trata de artefactos abandonados (por ejemplo, una concha fracturada en el proceso de fabricación de su orificio) o se perdieron de forma accidental (rotura de collares, por ejemplo).

El pasado sigue estando a la moda
En los contextos del Paleolítico superior de Eurasia se documentan enterramientos que poseen, en algunos casos, una gran abundancia de objetos de adorno. Destacan, por ejemplo, las tumbas gravetienses de Sungir, en Rusia, que se caracterizan por miles de cuentas de marfil que probablemente estaban cosidas a la vestimenta de los individuos. En el caso de la sepultura magdaleniense de Saint-Germain-la Rivière, en Francia, se utilizaron los característicos caninos atróficos de ciervo. Este tipo de contextos en los que se asocian restos humanos y objetos de adorno son desconocidos, por el momento, en la región cantábrica.
Aparte de las tumbas, se pueden documentar objetos de adorno en contextos especiales. Es el caso de la Zona IV de la Galería Inferior de La Garma, cueva «congelada en el tiempo» al cerrarse su acceso por un derrumbe. De aquí proceden diferentes cuentas y colgantes asociados a tres estructuras pétreas de época magdaleniense, en concha (Natica sp., Littorina obtussata, Tritia reticulata, Trivia sp.),diente (oso y ciervo) y hueso (hioides y costilla). Presentan huellas de uso en sus orificios, pero algunos se fragmentaron en el proceso de su fabricación o se encuentran en proceso de elaboración. Esta parte de la cueva, que aparece además decorada con pinturas y grabados y que está a 130 m de su entrada, es interpretada como un lugar donde se practicaban rituales.
Hoy en día decoramos nuestro cuerpo y nuestras vestimentas con cuentas y colgantes realizados en vidrio, en metal (materiales que se comienzan a producir a finales de la Prehistoria reciente) y en plástico (a partir de las primeras décadas del siglo pasado). Pero en este mundo globalizado el que vivimos continuamos utilizando adornos elaborados en dientes, conchas y en otros materiales de origen animal, vegetal y mineral que adquirimos en mercados y tiendas.
Y es que ciertamente no somos tan modernos como nos pensamos a veces… El pasado hoy, y como siempre, sigue estando de moda.