El yacimiento de Arrillor, situado en la vertiente sudoriental del monte Gorbea, en Álava, constituye uno de los conjuntos más extensos y mejor documentados para comprender las estrategias de subsistencia de los grupos neandertales en el sector meridional de la Cordillera Cantábrica. A lo largo de más de 5 metros de estratigrafía y 21 niveles, de los cuales 11 contienen restos óseos faunísticos relevantes, el yacimiento ofrece una oportunidad excepcional para reconstruir cómo los neandertales adaptaron sus prácticas de subsistencia a los cambios ambientales, climáticos y estacionales. Un reciente estudio publicado en Archaeological and Anthropological Sciences ofrece un exhaustivo análisis tafonómico y zooarqueológico de estos restos que permiten entender cómo vivieron las comunidades neandertales de la zona.
Los paisajes que hicieron posible la caza: un territorio diverso y estratégicamente situado
Arrillor se ubica en un entorno cuya topografía, más llana que la de otros enclaves cantábricos, permitió a las comunidades neandertales acceder con facilidad a tres ecosistemas complementarios (bosque, pastizal y zonas rocosas) que ofrecían una elevada diversidad de presas. Esta ubicación explica en gran medida la variabilidad de los restos faunísticos documentados en el yacimiento. Así, se han encontrado esqueletos completos de ciervos y grandes bóvidos, una abundante representación de caprinos, acumulaciones puntuales de uros y la presencia ocasional de otras especies, como caballos y rinocerontes.
La riqueza de tales ambientes permitió a estos grupos alternar sus estrategias de subsistencia según las condiciones climáticas y la estacionalidad. La adaptación a los ciclos fríos y templados se refleja tanto en los cambios notables en las especies cazadas como en los lugares donde se desarrollaba la actividad cinegética, con incursiones tanto en los bosques como en las áreas abiertas y escarpadas.

El papel fundamental del ciervo rojo
En términos de subsistencia, la especie más relevante fue el ciervo rojo (Cervus elaphus). De hecho, su abundancia a lo largo de toda la secuencia estratigráfica destaca sobre el resto. Esta preferencia se explica porque el ciervo ofrecía una combinación óptima de rendimiento cárnico, previsibilidad ecológica y disponibilidad estacional, especialmente durante la formación de manadas en época de celo. Además, su comportamiento sedentario y su presencia estable en áreas boscosas facilitaban el aprovisionamiento continuo de carne.
Los restos faunísticos recuperados indican que los neandertales trasladaron al interior de la cueva carcasas completas. Según los investigadores, este dato demuestra que la caza se realizaba en las inmediaciones del yacimiento y que Arrillor habría funcionado como un espacio de procesamiento y consumo. La abundancia de marcas de corte ligadas a despiece, descarnado y fileteado ilustra que las presas se procesaron de manera sistemática.

Caza en ambientes abiertos: bóvidos, caballos y carroñeo ocasional
El registro también revela episodios de explotación de áreas de pastizal y de entornos abiertos, donde los neandertales capturaron uros (Bos primigenius) y, en menor medida, caballos y rinocerontes. En el caso de estas dos últimas especies, la presencia casi exclusiva de cráneos apunta a un comportamiento peculiar. Se hipotetiza que los grupos neandertales podrían haber transportado solo las cabezas por su alto contenido nutritivo en masa encefálica o que habrían practicado el carroñeo controlado. Es decir, habrían aprovechado partes de animales ya muertos. Esta hipótesis se refuerza por la presencia aislada de dientes y elementos craneales.
Los datos sugieren, por tanto, que los neandertales practicaron un comportamiento flexible. La caza activa se combinaba puntualmente con la recolección oportunista de recursos, una estrategia particularmente útil en momentos de menor disponibilidad de fauna o durante incursiones rápidas.

Caza en zonas montañosas: el desafío del terreno rocoso
La presencia de cabras montesas y rebecos, por su parte, demuestra que los neandertales de Arrillor también incursionaron en zonas rocosas. Aunque esta práctica fue menos frecuente que la caza en los bosques y praderas, los restos de Rupicapra y Capra documentados en varios niveles reflejan entradas reiteradas en estos entornos.
Las presas de montaña se habrían cazado, sobre todo, en otoño e invierno. Dicho comportamiento demuestra que estos grupos sabían aprovechar la agregación estacional de los ejemplares animales, especialmente de las hembras, que se reunían en torno a un macho dominante.
Además, se han registrado esqueletos casi completos en varios niveles del yacimiento. Según el equipo, esto implica que los animales se abatían relativamente cerca del yacimiento o, en alternativa, que se realizaron esfuerzos significativos para transportar los cuerpos enteros a la cueva.

El procesado de las carcasas: fuego, fracturación y aprovechamiento integral
Las marcas de corte presentes en los huesos documentan un patrón coherente en todos los niveles. Sobre las piezas, se practicaba un descarnado intensivo, fileteado, desarticulación y raspado para retirar el periostio. Se constata también un uso frecuente de herramientas óseas elaboradas a partir de fragmentos de hueso (retocadores), lo que confirma que Arrillor sirvió como un lugar de trabajo y fabricación lítica.
La presencia de abundantes huesos quemados, además, sugiere un uso recurrente del fuego para cocinar y alimentar los hogares, lo que incluye la quema de fragmentos no identificables como combustible. El control del fuego permitía maximizar el rendimiento calórico y, quizças, también ahumar la carne, como se ha propuesto por analogía etnográfica con otros yacimientos contemporáneos. Por otro lado, la fractura en fresco de huesos largos indica que se buscaba de forma sistemática la extracción de médula, un recurso energético especialmente valioso durante los meses fríos.
Ocupaciones alternas y convivencia con carnívoros
Si bien los neandertales fueron los principales agentes de acumulación de elementos óseos, el análisis tafonómico muestra que la cueva también fue ocupada por osos y, en algunos momentos, por leopardos. Sin embargo, su papel en la formación del conjunto es mínimo: apenas un 1 % del total de marcas corresponde a la actividad carnívora y se concentra, sobre todo, en niveles con muy escasa presencia humana. Esto implica que la ocupación humana en Arrillor fue recurrente, pero no continua. Las fases de intensa actividad humana se alternaron con periodos de abandono.

Cambios climáticos y continuidad cultural: una adaptación sostenida
La secuencia completa, que comienza unos 50.000 años antes del presente, demuestra que los grupos neandertales de Arrillor mantuvieron estrategias de subsistencia consistentes, aunque adaptables, frente a las variaciones ambientales. Durante las fases frías, aumentó la presencia de especies de pradera. En las fases templadas, se intensificó la explotación de ciervos y caprinos. A pesar de estas variaciones, la diversidad faunística se mantuvo estable, lo que indica que la región conservó un mosaico de paisajes apto para la caza durante todo el periodo.
La evidencia procedente de Arrillor, por tanto, muestra un modelo de subsistencia neandertal basado en la flexibilidad, la diversificación y el uso estratégico del territorio. Los neandertales cazaron en bosques, praderas y roquedos, procesaron de forma intensiva las carcasas, explotaron la médula y emplearon el fuego de forma sistemática para cocinar y transformar los huesos. El yacimiento, por tanto, demuestra que los neandertales del sector meridional cantábrico fueron grupos altamente competentes, capaces de ajustar sus prácticas de subsistencia a un entorno en constante cambio.
Referencias
- Romero, Antonio J., et al. 2025. "Subsistence Practices of Neanderthals: Zooarchaeological Analysis of the Middle Paleolithic Site of Arrillor (Álava, Basque Country, Spain)". Archaeological and Anthropological Sciences, 17.12: 226. DOI: https://doi.org/10.1007/s12520-025-02328-x